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V IC T O R M A N U E L A L B O R N O Z

Author: Teodoro Albornoz /

La seriedad intelectual, la gran responsabilidad frente al pensamiento y el expresar del pensamiento tienen en Víctor Manuel Albornoz figura de alto relieve, verdadero y auténtico representante de una valiosa generación que ha enrumbado ya hacia las distancias sin retorno...

Erudito, si, en el sentido del conocimiento cabal y el justo encuentro de lo verdadero de siempre, pero también creador, tal y como lo quisiera ese admirable Maestro que fue y es Stefan Zweig entregando en la creación toda la vida y todo el pensamiento.

Al hablar de Víctor Manuel Allbornoz debe hablarse de la pasión cuencana, aunque sería mejor y más cierto decir de la pasión por lo cuencano... Entregado totalmente a la búsqueda, encuentro y generoso ofrecimiento de nuestras glorias de siempre, ansioso del hallazgo inédito no solamente en la majestad histórica, sino en lo anecdótico que confiere matices de belleza a la historia, amigo sincero y pulcro de todo lo que fue grandeza o es grandeza nuestra, pero haciendo de lo grande presencia de siempre, que es como debe escribirse el pasado o contemplarse el presente... Así, afanoso siempre, siempre persiguiendo el dato perdido en los dédalos de la tradición, inquiriendo a manera de buzo del espíritu la vida y trascendencia de los espíritus que han hecho y harán de Cuenca tierra natal del pensamiento y el arte, de lo hundido en los ascetismos laicos de la ciencia o también de las contemplaciones de lo divino y las gestas heroicas que son tan sólo la acción auténtica frente a la luz del sol...

No, no tiene paralelo la figura de Víctor Manuel Albornoz como hombre de cultura y de magnífico donador de la cultura... Amplio, siempre amplio en la comprensión, el estudio y las calificaciones, no importa que su pluma de tersas virtudes y excelencias diga de la recia figura de Solano, de la ceñera grandeza de montaña luminosa de Crespo Toral, de la santidad en olor de poesía de Honorato Vázquez, del humanismo integral de Luis Cordero, o de la grandeza infinita de Bolívar y la discutida figura de nuestro tan nuestro Gran Mariscal Don José de La Mar... Siempre es el severo investigador y también el justo dador de méritos y merecimientos...

Desde las páginas de Víctor Manuel Albornoz, más allá de sus días humanos de benedictino en amor de lo cuencano, surge nuestra Cuenca iluminada, pura y trascendente, eterna e inmortal, esta Cuenca que si en lo geográfico traza la égloga para el ensueño y el canto, en lo histórico y legendario traza gloria y belleza incomparables...

Albornoz ha logrado el anhelo de cuantos hemos visto luz y eternidad creadora en tierra cuencana: confundirse con la tierra, sumarse de tal modo y manera a la tierra que el nombre puede pronunciarse con el mismo hondo significado en cualquier instante: Cuenca o Víctor Manuel Albornoz...


Rigoberto Cordero y León

Cuenca, Agosto de 1976

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