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VELADA DEL JUEVES 11 DE JULIO DE 1889.
PRIMERA PARTE.
I.—La novia del desertor.—Leyenda en verso del señor D. Vicente Holguín.
II.—Fantasía para violín y piano, sobre el Trovador de Verdi…….SINGELÉ.
por el niño A. Yañes y el Sr. Brenner.
III.—Beltrán el Carpintero.—Composición poética de la señorita María Dolores
Sucre.
IV.—Aria, «O mio Fernando» de la Favorita. DONIZETTI. cantada por la señorita
Tránsito Abril, con acompañamiento del Sr. C. Vanderalmey.
SEGUNDA PARTE
V.—La Fe.—Poesía del escritor español Sr. Alcalde y Valladares, dedicada a la
Sociedad de Lima.
VI.—Fantasía para piano sobre el Barbero de Sevilla de Rossini…….TALBERG.
VII.—Impresiones de viaje, Poesía del Sr. D. G. Leguía y Martínez.
VIII.—Romanza Non en ver……TITO MATTEI. por la señorita María Luisa Criado,
Acompañado por el Sr. Vanderalmey.
DISCURSO
DEL PRESIDENTE DEL ATENEO, AL ABRIR LA SESIÓN DEL 11 DE JULIO.
Señores:
Recientemente inscrita en el Ateneo de Lima, la señorita Dolores Sucre, ha tenido la bondad de presentarnos un trabajo y va á proporcionarnos un momento muy agradable leyéndolo personalmente.
Si el Ateneo ha abierto siempre sus puertas con júbilo á los escritores americanos, ese júbilo es mayor cuando se trata de una mujer que viene precedida de áurea literaria y que pertenece á la familia de los Sucre, cuyo nombre inmortalizó el virtuoso Gran Mariscal de Ayacucho, el brazo derecho de Bolívar.
Y al presentar á la poetiza ecuatoriana á la sociedad que honra las actuaciones del Ateneo, permítaseme hacerla una súplica: que cuando regrese á su patria sea la mensajera de nuestras simpatías hacia el Ecuador, y de nuestros propósitos de establecer con los compatriotas de Olmedo la más estrecha fraternidad literaria.
BELTRAN EL CARPINTERO.
I.
En la opuesta rivera, en alta noche
de pavoroso y funeral invierno,
en las frondasas extendidas playas
las seculares palmas remeciendo,
de lluvia los raudales descendían,
cual catarata inmensa, de los cielos.
Como fugaz visión que absorto deja
al que vaga extraviado en el desierto,
rápida surge entre la densa bruma
aislada choza de pajizo techo,
iluminada por fulgente rayo
que veloz cruza la región del trueno.
Allí un anciano de rugosa frente,
de faz severa y marcial aspecto,
evocando la imagen del pasado,
reposa insomne en el angosto lecho,
del solitario albergue estremecido
al lúgubre furor del firmamento.
En tosca mesa, entre utensilios varios,
cabe antiguo formón, un libro abierto;
y en un rincón enmohecidas armas
decoraban el mísero aposento;
que era aquel viejo insólito conjunto
de artesano, filósofo y guerrero.
Al escuchar la tempestad sonora
el vigor de otra edad vuelve á sus miembros;
que allá en su hermosa juventud lozana
no conturbó su espíritu sereno,
reluchando tenaz en la intemperie
arrostrar y vencer los elementos.
Cual amorosa madre con ternura
va á contemplar dormido al primogénito,
así con inquietud él se incorpora,
y el ventanillo de la choza abriendo,
á la luz del relámpago divisa,
al frente, la ciudad de sus desvelos
Y absorto del pasado ante su historia,
desfilan por su mente los recuerdos,
desde que su taller trabajo obtuvo
por la gracia de Dios y del maestro—
que en el párvulo errante preveía
al laborioso infatigable obrero.
Entonces en infausto coloniaje
iba el siglo dieziocho transcurriendo:
y en Guayaquil pasmados aplaudían,
como de rara habilidad portento,
al jefe del taller, hijo de España,
que con ínfulas vino de arquitecto.
Si del arte nos trajo las nociones,
sus huellas no guardó casa ni templo
que era en lo material, sólo una aldea
el hoy hermoso floreciente puerto
do ya rodaban las preclaras cunas
de ilustres adalides del progreso.
Pero bendito, sí, mil veces sea
el que aquí trajo de virtudes ejemplo
y asilo dió con generosa mano
á ese párvulo indígena del pueblo,
que era embrión del ciudadano libre
y el soldado del siglo venidero.
Hallándose impulsado cierto día
por el temor del porvenir incierto
se aproximó al taller, como quien busca
desperdicios de tablas por el suelo;
que en su ingenio candor le parecía
acción punible revelar su intento.
Mas de improviso, con la audacia loca
del que se expone de la suerte al juego,
con prodigiosa fuerza prematura,
lanzóse á serruchar con pulso diestro;
y al exclamar los oficiales todos
fuera! fuera! el intruso carpintero!
El buen hispano dijo sorprendido:
vigoroso rapaz muy bien has hecho;
quiero saber tu origen y nombre;
y que palpes aquí de un modo serio
que el noble instinto de la industria honrada
lo aplaude el mundo y lo bendice el cielo.
Sintiendo esa ansiedad indefinible
del que gime infeliz sin pan ni techo,
si en un instante fugitivo espera
poder triunfar de su destino adverso,
al maestro respondióle con dulzura
y, aunque en trémula voz, con gran despejo:
-Hasta donde me alcanza la memoria,
testigo me es el cielo,
os contaré mi verdadera historia
sin deciros un punto más ni menos.
Y ya sabréis, al escuchar mi nombre,
por la culpa que llevo
un triste y vergonzozo sobre nombre
-pues me llaman:- Beltran el pordiosero!
Y muy cerca nací de la colina
de Santa Ana, en viejo
casucho en que habitaban mi madrina
y su padre demente, anciano y ciego.
Antes de nacer yo, dicen que era
de la honradez un portento;
y la más renombrada lavandera
entre ricos y nobles extranjeros.
Mas se murió su novio de repente
y por hallar consuelo,
entre amigos, tambarrias y aguardiente,
se quedó sin trabajo y sin dinero.
En vano las vecinas con espanto
clamaban por consejo:
«- Hipólita, por Dios! No bebas tanto!-
considera á tu padre anciano y ciego!»
«- Pobre mujer que al vicio se abandona!- »
dijo, al pasar, un médico
al verla tambalearse con la mona
y, trago tras de trago, irse durmiendo.
Y era todas las noches repetido
el canto y el jaleo;
y aún cuando ella cayera sin sentido
unos seguían bailando, otros bebiendo.
Hasta que al fin rodaban tamboriles,
botellas y sombreros;
y á la ya escasa luz de los candiles
me asustaban sus rostros decompuestos.
En un rincón del cuarto yo gemía
con horrible mareo;
que el vapor que exhalaban me impedía
el descansar siquiera con el sueño!
Mas por cumplir fielmente mi destino
me levantaba luego,
de los gallos al canto matutino
ó al sordo aullar de vijilante perro.
Del alba saludando ya las horas
pasaban los serenos;
y ni me preguntaban--¿por qué lloras?
al verme en el umbral temblar de miedo.
Con mis pobres harapos me vestía:
y falto de sustento,
al primer rayo de la luz del día
iba á pedir limosna con el ciego!
Varios niños alegres se asomaban
y al verme desde lejos,
avisando á sus padres, pregonaban-
«Allá viene Beltrán el pordiosero!
Bellas niñas, sensibles y piadosas
con alboroso tierno,
algo a darme bajaban presurosas
temiendo me cayera con el viejo.
Mas de otras, enrollando sus encajes,
era el único anhelo
de mis harapos separar sus trajes,
al darme la limosna con desprecio.
Una vez me sentí tan afligido
que exclamé á mi regreso:
«Quiero saber, señora, mi apellido
y si yo tuve padres ó aún los tengo.»
Y la Hipólita entónces iracunda
me dijo en ronco acento:
«malvado, que el infierno te confunda
por curioso, por vil, por altanero!
Que, al darte a luz, aquí murió tu madre,
ya bien lo sabes, necio:
Jamás le pregunté quien fue tu padre,
pues no me gusta averiguar lo ajeno.
Otras cosas mas bien saber procura
para ganar el cielo:
si, en la pila, Beltrán te puso el cura,
¿tu apellido qué importa majadero”»
Sintiendo ante esa furia tan dañina
el corazón opreso,
vi descender un ángel de la altura
y diciendo—no llores—me dio un beso.
Y fue tal vez por su celeste influjo
que bajé yo corriendo
en busca de un señor que llaman brujo
porque vive estudiando y hace versos.
Como á vos, le conté toda mi historia
de miseria y tormentos,
hasta que vino el ángel de la gloria
á posar en mi frente el primer beso.
Entonces dijo el sabio: tu amargura
se aproxima á su término;
y el ángel volverá desde la altura,
si te haces digno del amor perfecto.
Pues el ser misterioso y bendecido
que te brindó consuelo-
es la conciencia del deber cumplido
-no es realidad tangible, ni es un sueño.
Bellas horas te aguardan de bonanza
y, por favor del Cielo,
la fe, la caridad y la esperanza
del párvulo en el alma irán surgiendo.
Véte á la choza en paz, pobre hijo mío,
que Dios te dará el premio,
si con buena intención y labio pío
pides limosna para el pobre ciego!»
Y como de hambre perecía el demente,
seguí de pordiosero,
hasta que el buen anciano dulcemente
fue á dormir en los brazos del Eterno.
No de filial ternura los clamores
se elevaron al Cielo;
y en falucho de ebrios pescadores
fue Hipólita á morir de aquí muy lejos!
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Ya de Beltrán la voz ahogada en llanto
su historia al referir se fue extinguiendo;
y en tanto se inclinó su frente mustia,
convulso el labio, palpitante el seno,
cual criminal que la sentencia aguarda
temiendo hundirse en el abismo horrendo.
El justo hispano, con la faz radiosa
clamando—ven a mí!—con dulce acento,
contempla de Beltrán la frente virgen,
y el adulto amparando al pequeñuelo,
en feliz comunión esas dos almas—
cumplen la ley de amor del Evangelio!
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II.
Y pasó un lustro: y el garzón imberbe,
de humilde raza y de color moreno,
con listo paso y con el hacha al hombro
sobresale gallardo entre su gremio,
cual descollante florecido arbusto
que cultiva esmerado jardinero.
No al crugir de las cuerdas se amedrenta,
ni tiembla vacilante el brazo férreo
enclavando en la tierra el mangle añoso
con formidable voluntad de acero,
aunque el sol desde el zenit sus rayos
candentes lance al calcinado suelo.
Y si en la noche, en el hogar tranquilo,
al demandar reposo al blando sueño,
alerta la campana pavorosa
anuncia en su clamor voraz incendio,
corre veloz á conjurar las llamas
con noble afán y con viril denuedo.
Y los que ayer palparon la indigencia
del párvulo Beltrán el pordiosero,
absortos ven que, atlético y sublime,
entre abrazadas vigas y humo denso,
erguido se levanta cual si fuera
el semidiós potente de los griegos.
Que fue Beltrán el precursor glorioso
de esa falanje intrépida de «Hacheros»
que en simultáneo arrojo audaz se lanza
el peligro á arrostrar con el «Bombero,»
consagrando a la patria agradecida,-
de abnegación y de heroísmo ejemplo.
Mas no la ruda material faena
fue jamás de Beltrán único anhelo;
que en asiduo mental aprendizaje
iba ilustrando su precoz talento,
con las lecciones del Mentor hispano,
hombre de gran memoria y juicio recto.
Quien burlando pesquisas de los nobles ,
vetustos rejidores de estos pueblos,
con gran reserva y con prudente maña,
fue importando los libros más selectos;
y así las dotes cultivó magnánimo
del discípulo amado y predilecto.
Con avidez Beltrán los releía
y algo extraño agitaba su cerebro ……
y cuando en pos de la verdad divina,
surcó el espacio el raudo pensamiento,
bendijo Dios el despertar del alma
del bárbaro infeliz guayaquileño.
Y anhelante extasiado ve en sus libros
surjir y descender grandes imperios;
y que en solemne eterna despedida,
al caer al abismo de los tiempos,
al siglo que se va marca el que viene
del crimen ó la gloria con el sello.
Compara y juzga…y piensa que su patria
es enjambre de autómatas abyectos;……..
y abre otra vez la universal historia………
y ve del porvenir rasgarse el velo,
cuando Jesús proclama entre los hombres
la igualdad, la justicia y el derecho.
Comprende entonces que a su Dios profana
el que cobarde abdica santos fueros;
y en pasión desbordante convertido
el dulce afecto a su nativo suelo,
su patria con escarnio esclavizada
es la virgen doliente de sus sueños!
Mas ay! en vano transmitir anhela
del patriótico amor el sacro fuego;
que en torno vuelve los candentes ojos…..
y era el joven Beltrán entre su pueblo
foco de luz que irradia y no penetra
en el antro profundo de los ciegos.
Y resignado, pero no vencido,
buscando alivio á su dolor supremo
surcó los mares; y esplendentes playas
y magestuosas selvas recorriendo,
contempla el mundo de Colón triunfante
en la clara intuición de su cerebro.
Que no á la libertad culto rendía
con mezquino y menguado sentimiento;
y, al predilecto Guayas consagrando
sin par ternura de filial afecto,
de América al Destino reclamaba
la solidaria gloria de sus pueblos.
Y así pasaron lustros sobre lustros!
siempre en estéril reluchar interno;
y anciano ya, cual bíblico Profeta
con fervorosa fe clamando al Cielo,
amante vino en las opuestas playas,
la aurora á saludar del siglo nuevo.
III.
Doliente y vacilante peregrino,
si mueve el paso lento,
ya á la tumba gravita en su camino,
mas declina su inmortal anhelo.
Que como en el volcán inextinguible
hierve el cráter horrendo,
así vertiginoso, indefinible,
galvaniza al anciano el pensamiento.
Y en tanto reflexiona, solitario
que no era ya su pueblo,
como el pasado siglo refractario
de patria y libertad al sentimiento.
Diminuta y aligera barquilla,
con sigiloso empeño,
allá dirige la flotante quilla,
oculta de la noche en el misterio.
Remando van con vigoroso brazo
cuál marinos expertos,
seis imberbes, unidos por el lazo
del dulce patrio amor, hijo del Cielo.
Mas consideran fúnebre presagio
que en todo el firmamento,
para evitar escollos de naufragio,
no haya una estrella en el espacio inmenso.
Que aunque en tan densa lobreguez extraña,
les marea el derrotero
la vacilante luz de la cabaña,
con sus tenues y pálidos reflejos.
Entre algas y bejucos, impelidos
de maniobrar los remos.
más de una vez, ya casi sumergidos,
salvarlos pudo el ánimo sereno.
Sólo turba la calma pavorosa
y el solemne silencio
algazara estridente y tumultuosa
que hace al levar el ancla un buque ibero.
Ya otras naves el golfo van surcando
con el favor del viento;
y alegres tripulantes proclamando
del Rey cautivo insólitos derechos.
Pasean altivos la gallarda popa
hispanos opulentos;
y en tanto esperan fascinar á Europa
derramando tesoros de estos pueblos.
Van los héroes futuros de la gloria,
en frágil barquichuelo,
la guerra a predecir y la victoria
en la choza infeliz del carpintero!
Ya al barranco se acercan por fortuna;
y suspenden los remos
de la cita á la hora que oportuna,
sonando en la ciudad repite el eco.
Con su linterna mísera en la mano
recibe á los viajeros;
y apoyado en su báculo el anciano,
viene á alumbrar el cenagoso puerto.
Ve el grupo que á escucharle se encamina
y reflexiona luego
que da la luz de la verdad divina
hoy son, como él ayer, neófitos ellos.
Que es Beltrán eslabón de esa cadena
derivada del cielo;
rayos del sol de la justicia plena
enviados, por piedad al Universo.
Un no se qué de extraño é inefable
difunde con su aspecto:
en la palabra—atleta formidable;
y en su sér material—sólo un espectro!. . .
Y aunque esa noche, (tras de corta ausencia,)
cuando á la choza fueron,
con cierta inusitada intermitencia
formulaba Beltrán el pensamiento.
Dominando el dolor de la agonía
se levantaba presto;
y batallas y triunfos predecía
con tan potente sobrehumano esfuerzo.
Cual si ya divisara en lontananza
de intrépidos guerreros
tropel confuso que veloz se lanza
á fulminar el victorioso acero.
Naturaleza de esas que batallan
con progresivo aliento;
y, cuando Dios lo quiere, al fin estallan,
rastros de luz legándole á su pueblo!
Al ascender, de todos bendecido,
á los mundos etéreos,
fue por la patria el postrimer latido
de ese gran corazón guayaquileño!. . .
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…………………………………….
Y ese grupo de imberbes artesanos,
que de Beltrán lloraron sobre el féretro,
al resonar tras los andinos montes
el grito precursor del grande incendio,
de los sublimes mártires de Agosto
que en hecatombe horrenda sucumbieron.
Vengar con sangre tan nefando crimen
altivos juran á la faz del cielo;
y una vez, y otra vez, listos, valientes,
honrando siempre nuestros patrios gremios,
en las heroicas huestes vencedoras,
los altos votos de Beltrán cumplieron.
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…………………………………………
Ah! decid! herederos de Pelayo!
á estos ilusos virginales pueblos,
si tuvo siempre España nobles hijos
de excelsa frente y generoso pecho,
¿por qué a menguar vuestra preclara historia
nos enviasteis verdugos, ciento á ciento?. . .
Hoy que la augusta madre ya contempla
que en la ascendente escala del progreso,
cual nave audaz á los ignotos mares
se lanza al porvenir el Nuevo Mundo,
es justo que digamos--¡Viva España!
Y amor y paz ante la Cruz juremos!
Mas cuando en alta pavorosa noche,
de los héroes de Agosto los espectros,
se levantan clamando estremecidos,
al que en la cumbre de Pichincha egregio
fue á quebrantar con vengadora espada
la potente cerviz del León ibero, . . .
España! España! Si inmortal protesta
no lanza el noble americano pecho,
y en demencia sacrílega olvidamos
que ayer subimos de la gloria al templo.-
¡generación apóstata y menguada
nos llamará asombrado el Universo!
Dolores Sucre
Guayaquil
Amigos
ATENEO DE LIMA
Author: Teodoro Albornoz /
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