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EL NATALICIO DE LA LIBERTAD

Author: Teodoro Albornoz /


Desde el 21 de Marzo de 1795, en que aparecen en calles y plazas letreros incitando a la rebelión, ya los habitantes de Cuenca manifiestan, aunque todavía con timidez, los dictados de su voluntad en independizarse de España falta de prensa o de otros medios eficaces de propaganda, se recurre a escritos que circulan clandestinamente de tiempo en tiempo, por mas que la autoridades tomen empeño en descubrir a sus autores para castigarlos: empeño inútil, por mas que su vengativo intento puede el sigiloso proceder de los que así siembran el pensamiento de liberación.

Al estallar en Quito la revolución del 10 de Agosto de 1809, la Junta Suprema entonces es reconocida en Cuenca por un grupo notable de patricios, entre quienes destácanse Francisco Calderón, Fernando Salazar Piedra, Ignacio Tobar, Nicolás Mosquera, Miguel Fernández de Córdova, Juan Antonio Terán, Vicente Melo, Manuel Rivadeneyra y Blas Santos, de los cuales los dos primeros pagan con la vida su amor a la libertad, mientras los otros sufren persecuciones, destierros y el secuestro de sus bienes.

Así, con el sacrificio y el heroísmo, va cundiendo la idea de la patria libre. Años mas tarde, la morada de don Paulino Ordóñez conviértese en algo parecido a un cuartel general en que se depositan o envían comunicaciones y en que se reciben o imparten órdenes a favor de la causa americana. Tomando mil precauciones, después de la hora de queda, aprovechando la obscuridad y de lo solitario de las calles, llegan, unos tras otros, los conjurados que allí son recibidos con entusiasmo por el dueño de casa, por su esposa doña Margarita Torres –heroína de inolvidable memoria para los azuayos—,por don Tomás Ordóñez, su hijo carnal, y por el doctor Joaquín Salazar y Lozano, su hijo político, esposo de doña Francisca Ordóñez y Torres.

Los conspiradores entran y salen cautelosamente: solo alcanzan a verlos los ojos noctámbulos de las lechuzas que dicen su augurio en lo alto de la frontera iglesia de San Agustín (hoy San Alfonso). Sin embrago, a veces, en pleno día, desde la mansión vecina, viene un niño de gallarda apostura, que, debido a lo escaso de su edad, no despierta sospecha alguna de las autoridades: Es Abdón Senén Calderón, el futuro héroe del Pichincha, que desde temprano hace asiduo aprendizaje de las lecciones dadas de palabra y con el ejemplo por sus ilustres progenitores.

De este modo, corriendo mil peligros, al par que burlando la vigilancia sobre ellos ejercida, va creciendo poco a poco, pero en forma considerable, el número de cuencanos que albergan en el cerebro la convicción de ser necesaria la independencia política, en tanto que en sus pechos arde la resolución de sacrificarse por ese ideal.

El Clero, que tanto influjo ejerce sobre las masas, comparte en buena porción iguales opiniones. Del de clausura, distínguense mercedarios y dominicos. En el movimiento de Agosto de 1809 condénase como a peligrosos insurgentes a los cuencanos Fray Antonio Samaniego, Fray Francisco Cisneros y Fray Joaquín Astudillo, pertenecientes a la Orden primeramente nombrada, y a Fray José Mantilla y Fray José Clavijo, de la de Predicadores. Los franciscanos también participan decididamente en tal fervor.

Con estos antecedentes se explica en que el movimiento libertador que en Cuenca estalla el 3 de Noviembre de 1820 teniendo como jefes a los doctores don Joaquín Salazar y Lozano y don José María Vázquez de Novoa, se lo lleve a cabo casi sin armas, solo por la insistencia en una agresión que, mas que el la fuerza, se respalda en el ambiente favorable y en la franca popularidad que le rodea.

Habiendo venido en esos días a Cuenca el doctor Cayetano Rodríguez Fita, sacerdote inteligente y hombre de carácter impetuoso, contribuye en gran manera a soliviantar los ánimos con las proclamas incendiarias que en valiente alarde lanza sin disfraz, escribiéndolas con su propia mano. Tan resuelta actitud solo puede admitirse en una población donde la doctrina revolucionaria ha conseguido adeptos en la mayoría.

Un grupo reducido, compuesto únicamente por nueve personas, ataca a la escolta militar que solemniza un bando pregonando órdenes de los funcionarios españoles. Poca resistencia ofrecen los soldados, pues sólo en Teniente Tomás Ordóñez recibe leve herida, que no le imposibilita para jornadas posteriores. El armamento así logrado consiste en pocos fusiles que, unidos luego a escopetas y lanzas de mas fácil adquisición y a garrotes y piedras, vienen a formar el mísero arsenal de guerra de los patriotas.

En cambio, los realistas –comandados por el Jefe de la Plaza, Coronel Antonio García Trilles—disponen de ciento nueve veteranos, con todo lo necesario para los menesteres de la lucha, incluso cuatro cañones que por orden del Gobernador Aymerich y del Obispo Quintián Ponte se habían construido en Cuenca algunos años antes bajo la dirección del doctor Tomás Borrero y de don Paulino Ordóñez.

Con semejante aparato de fuerza no logran imponerse en dos días y una noche, durante los cuales los acosa una muchedumbre tan resuelta como poco provista de armamento. La verdad es que la guarnición se reduce a defenderse, sin mas refugio que el edificio de su cuartel ni mas campo de actividad que las cuatro calles de la plaza en que se halla situado, sin poder alejarse de ellas pues tiene en contra todo el vecindario.

Aun de los pueblos cercanos llegan contendores, como sucede con los labriegos de Chiquipata que, presididos por su propia párroco, don Javier de Loyola, irrumpen en la ciudad para decidir la victoria. Contribuye también a ella, el valiente proceder de otros dos sacerdotes –don Juan María Ormaza y don José Peñafiel- quienes, al igual de Ramírez Fita, enardecen a la multitud.

De este modo, los realistas se ven obligados a rendirse en la noche del 4 de Noviembre. No lo arrollador de las fuerzas, que casi no disponen de otra arma que la del entusiasmo, es la ciudad en masa la que apoya a los patriotas y consigue así el triunfo.

Nombrado el doctor José María Vázquez de Novoa Jefe Político y Militar de Cuenca independiente, convoca a una Asamblea que, por el motivo que la origina, se le da el nombre de CONSEJO DE LA SANCIÓN, ya que su finalidad principal consiste en confirmar el nuevo orden de cosas con el estatuto legal. Mediante elección popular, cada una de las diversas parroquias de la Provincia elige su Diputado, designando también sendos representantes el Ayuntamiento, el Cabildo Eclesiástico, el Clero secular y regular, el Cuerpo de Milicias, los comerciantes, los agricultores y los gremios de obreros.

Reunido el Consejo el 15 de Noviembre de ese año inolvidable de 1820, sanciona el célebre PLAN DE GOBIERNO, cuya redacción se la ha atribuido hasta ahora a don León de la Piedra, tanto porque él interviene como Secretario de la Asamblea, como por considerárselo en su época valioso exponente de intelectualidad. Sin embargo, yo me inclino a creer que hay allí manifiesta intención o decisivo influjo de Vázquez de Novoa por cuanto en el plano se le otorgan grandes prerrogativas, que las habrá exigido él obedeciendo a su temperamento presuntuoso, guiado por la ambición de mando y el ansia de alcanzar provecho en las circunstancias que busca para sobresalir.

El Plan de Gobierno emplea en el Artículo Primero la palabra REPUBLICA, por lo que con frecuencia se habla de la REPUBLICA DE CUENCA. Trátase de crear un nuevo Estado, o solo se usa el vocablo en el sentido de “conjunto de habitantes de un mismo término jurisdiccional, regido en sus intereses vecinales por un Ayuntamiento”, tal como lo aplican a menudo en la época colonial? A lo último parece referirse el Artículo Segundo cuando habla de “una Provincia libre”, con evidente restricción del término.

Sin embrago, la circunstancia de conceder perpetuidad en el cargo al Jefe Militar, con atribuciones de Virrey y Capitán General, acaso indica el propósito de erigirse verdaderamente en nación “independiente de toda potencia o autoridad extraña”, como se declara, si bien se prevé el caso de formar confederación con las otras “provincias limítrofes y con todas las de América” cada vez que se trate de sostener recíprocamente su emancipación.

Desde luego llama la atención que para nada de mente a Quito o Guayaquil y que, por el contrario, se nombren autoridades de primer rango para las diversas funciones de gobierno, milicia, hacienda, poder judicial y mas ramos de la administración. Por cierto, todo ello copiando sin variaciones la organización española en América, sin olvidar los tratamientos honoríficos a entidades e individuos.

A Vázquez de Novoa se da por cinco años el Gobierno político y a perpetuidad el militar, con el grado de General. Sus facultades de autoridad son tales que aún superan a las de un Virrey, puesto que está exento de las obligadas restricciones que éstos tienen en el mando; igualan a las de un soberano en miniatura: remedo de dictador, caricatura de poder imperial.

Si se pensó en un Estado libre podría haber subsistido con las propias rentas? No se escatima sueldos: el subidísimo de cuatro mil pesos anuales señálase a Vázquez de Novoa, mil doscientos a cada uno de los cuatro Senadores de Justicia, mil a cada uno de los dos Oficiales de la Caja Patriótica y, en fin, pródigas retribuciones a un sinnúmero de servidores para la administración de tributos, alcabalas, correos, etc.

Se quiso establecer un aduana terrestre en Tixán o Alausí, una fluvial en Naranjal o una marítima en las proximidades de Machala o Santa Rosa? Quien sabe! La verdad es que Cuenca –entendiéndose por tal la Gobernación de tal nombre durante el régimen español—recostada en los riscos de los Andes en su mayor parte, pero que entonces desciende hasta el mar, prolongándose por la sección hoy denominada El Oro, ofrece, a no dudarlo, ventajas apreciables: la jurisdicción territorial, enorme; la población, poco densa y capaz por tanto de una fuerte inmigración para su progreso; la propiedad bien repartida; los recursos del suelo no solo proporcionados a las necesidades, sino abundantes, pues algunos de ellos alcanzan a exportarse a diversos lugares; en fin, condiciones que quizás se las cree suficientes para sostener tren de Estado independiente, si bien en ello aliente un poco de jactancia y mucho de amor férvido por el terruño.

En lo relativo a aspiraciones culturales, el Plan de Gobierno consulta varios aspectos. Uno de ellos, promover la educación de le juventud. Se dispone que el Senado de Justicia, conjuntamente con el Ayuntamiento, elaboren un programa de enseñanza “detallando las facultades de los Colegios para este objeto”. Tómase Interés en fomentar la industria, estableciendo premios a quienes sobresalgan en ellas o establezcan nuevas. Tampoco se olvida la necesidad de procurar el adelantamiento de la agricultura y el comercio, ni se descuida indicar la conveniencia de mantener la higiene y ornato de las poblaciones.

Es indudable que, para Ley fundamental, el Plan no contiene todo lo que requiere un pueblo que se organiza; pero es aceptable si se lo juzga dentro de las primeras necesidades del momento. En el Plan se retrata el carácter del cuencano, del cuencano de entonces y del de hoy: profundamente religioso, profundamente amante de su tierra, pues por encima de todo venera a Dios y por encima de los demás venera la región hermosa que le da blanda cuna para nacer, ambiente tranquilo para vivir y sepulcro oreado de paz para internarse sin miedo por el camino de la eternidad.


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

Cuenca, 1957

EL CORONEL LUIS VARGAS TORRES

Author: Teodoro Albornoz /

Muchas páginas de sangre se han escrito en las contiendas civiles que con tanta frecuencia desgarraron el seno de la Patria. Aquí y allá, en todo el territorio ecuatoriano, siguiendo a este o a aquel caudillo, defendiendo o atacando una u otra causa, en esta asonada, en cada revolución, por encima de odios y rencores a veces mezquinos, hubo la floración dignificante de los héroes y los mártires. Cumplida su misión, casi todos ellos fueron tragados por la obscuridad, cubiertos por el olvido – esa “segunda mortaja de los muertos”- y arrullados por la canción si voz del desconocimiento. Los campos de Miñarica, Galte, Gatazo, El Cebollar y cien más muestran en montón los huesos de ignotos valientes, y en las mismas calles de Quito, Guayaquil, Cuenca y tantos otros lugares de la República parecen todavía vagar los manes de quienes lucharon y sucumbieron un día en defensa de su ideal.
Sólo cuando el heroísmo fue excepcional y lo hicieron resaltar circunstancias favorables especiales, sólo entonces logró perpetuar el recuerdo de quienes supieron distinguirse entre los demás hasta atraer preferente atención. De cada una de nuestras guerras civiles – no todas ellas estériles, pues que algunas dejaron gérmenes fecundos para la siembra de la libertad o la consolidación de ideas nobles y generosas-, de cada una podría citarse, con alabanza, gallardos exponentes de entereza y de valor.
Entre esos varones de actuación sobresaliente que blandieron la espada de la insurgencia con fe y lealtad a sus principios se destaca la figura arrogante del Coronel Luis Vargas Torres, cuya biografía acaba de presentar a la consideración pública el distinguido historiógrafo e internacionalista Don Jorge Pérez Concha. Se trata de una segunda edición, editada con irreprochable elegancia por el Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana; pero de tal modo ha sido ampliada que bien puede considerarse como una nueva obra.
La vida de Vargas Torres, breve en cuanto al tiempo, pues apenas alcanza a los treinta y dos años, de los que sólo cinco son de actuación pública, sin embargo está llena de incidencias que han merecido ser recogidas por la posteridad. Dedicado tranquilamente a transacciones comerciales que le fueron prósperas, de improviso siente en su pecho nacer la indignación desde que el General Ignacio de Veintemilla se declara dictador. Esas ansias de lucha a favor de las patrias libertades la mantiene irreductible hasta que el citado militar cae del solio y luego la acrecienta con pertinacia durante la administración de Caamaño, sacrificando en aras de su credo su juventud y sus energías, su fortuna personal y finalmente su misma existencia. Pocas veces puede darse el caso de una convicción así, sin titubeos, sin vacilaciones ni en lo material ni en lo espiritual.
Pérez Concha describe atinadamente la trayectoria de esa vida, haciéndolo con parquedad de epítetos, dejando que las acciones del protagonista de su obra sean las que le den relieve y no el atuendo de que pudiera rodearlo el escritor por poco que en ello se empeñara, pues que la persona biografiada es, de por sí, atrayente y simpática, como son siempre los héroes y los mártires.
Desentraña los acontecimientos políticos de esa época, juzga a los personajes descollantes en ella dentro de las dos fuerzas de choque – radicales y conservadores- y presenta con toques a veces rápidos pero siempre seguros a los hombres representativos de entonces: principalmente a Don Eloy Alfaro, el impulsor de las rebeldías de esas horas, y luego de un lado, a Emilio Estrada, Federico Proaño, Nicolás Infante… y del otro a Caamaño, Sagasti, el General Salazar, etc. argumento, más que el comentario.
Más que él emplea Pérez Concha la exhibición de documentos, trayéndolos en abundancia. Reproduce el DIARIO DE LA CAMPAÑA DE ALFARO por Vargas Torres, tomándolo de la rarísima edición publicada en Guayaquil en 1885; da a conocer fragmentos del Acta del Consejo de Guerra que condenó a muerte a Vargas Torres y de la del Consejo de Estado en que se trató de saber si era legal la aplicación de esa pena; y en facsímiles muy bien ejecutados presenta varios documentos de importancia, entre los cuales consta la conmovedora carta de despedida dirigida por el héroe a su señora madre.

Respecto a la muerte de Vargas Torres, Pérez Concha copia algunos testimonios de individuos que presenciaron la triste escena. Entre ellos figura el de Manuel J. Calle en un artículo de mucho colorido y diestramente trazado con todo lo que salió de su pluma, cuando ésta ya adquirió de todo su brillantez. Al ocurrir el fusilamiento de Vargas Torres, Calle contaba veintidós años de edad y fue tal la impresión que le causó el trágico hecho que de inmediato vertió sus sentimientos en el molde rítmico del verso – su manera preferida, entonces, para vaciar lo que rebosaba en su alma. En forma ingenua, que se acomoda a los gustos de la época y en la que se advierte que aún no se había apagado en él la fe religiosa, Calle prorrumpe en las estrofas que van a continuación y que quiero reproducirlas ahora, al cabo de más de medio siglo, pues Pérez Concha no ha querido hacerlo acaso por no tratarse de una composición de grandes méritos; pero todo lo de Calle merece ser conocido, así sean estos sencillos brotes de su juvenil ingenio:

Domingo de cinco panes,
muerto fue Luis Vargas Torres:
cinco balazos al pecho,
bajo el arco de la plaza.

Le venció el Coronel Vega
en la batalla de Loja
y acá lo trajo amarrado
con otros seis prisioneros.

Le leyeron la sentencia
y después lo fusilaron:
viendo matar a su jefe
los compañeros lloraron.

Dicen que la culpa tiene
Caamaño, ojo de níkel:
así sería de ser
en esta pobre República.

Lo peor de todo fue
que murió sin confesión,
por más que le suplicaba
el buen Obispo León.

Toda la ciudad lloraba
por Vargas, que fue valiente.
Tras el panteón lo enterraron
sin hacer caso del alma.

Domingo de cinco panes,
muerto fue Luis Vargas Torres:
cinco balazos al pecho,
bajo el arco de la plaza.

Los versos que anteceden – fruto primerizo de rebeldía en su autor y muestra de la tenaz oposición al gobierno de Caamaño- son al mismo tiempo prueba inequívoca del pesar que produjo en Cuenca la muerte del valiente adalid. Hubo, como hay en toda lucha política en que se extrema el rigor, quienes cumpliendo con el cargo que desempeñaban acataron sin réplica órdenes administrativas contra el prisionero, y hubo también quienes por simple espíritu de esbirrismo extremaron su crueldad contra él; pero esos fueron la excepción, compuesta por pocos adscriptos al régimen imperante. El resto, es decir, la casi totalidad de la población, lamentó profundamente lo acaecido. No sólo fue el elemento culto de las altas clases sociales, sino que la intensidad de la pena penetró en lo íntimo de todas las capas sociales y acaso con mayor hondura en las que conocen de más cerca el dolor, esto es, las del proletario, las del obrero, las de la gleba, en fin.

Recuerdo a este propósito unas estrofas genuinamente populares con las que el pueblo lamentó la muerte de Vargas Torres. Me las trasmitió el Rdmo. Sr. Arcediano Dr. Nicanor Aguilar, quien, en junta de su condiscípulo Manuel J. Calle, fue también uno de los testigos del terrible suceso:

(Domingo de cinco panes,) etc.

Estos versos, tan desaliñados como espontáneos, obra del pueblo al fin, que si ignora de letras no carece de alma para expresar sus sentimientos, se generalizaron tanto, que por todas partes se los oía cantar al ritmo de una música melancólica que el Sr. Dr. Aguilar la recordaba todavía en los años de su respetable ancianidad.

Toda la sociedad cuencana prestó sus atenciones al gallardo paladín mientras éste estuvo en prisión y ello sucedió aún con los que pertenecían al elemento oficial, comenzando por los jefes y prolongándose hasta el último soldado. Fue el Dr. Manuel Montesinos quien le preparó a Vargas Torres la fuga que éste rechazara en un rasgo de nobleza, tan propio de su carácter.

El fusilamiento de Vargas Torres, así hubiera estado dentro de las fórmulas legales, no hay duda que es una mancha oprobiosa para el régimen que lo realizó. Pero esa mancha no tiene por qué contaminar a Cuenca, en donde ejucutóse el acto únicamente porque las circunstancias así lo dispusieron. Sean quienes fueren las autoridades militares que recibieron órdenes expresas para llevar a cabo la ejecución, a ellos no alcanza esa fea tizne, que debe signar tan sólo la frente del verdadero autor.
En mi concepto, hay un culpable único, y este es el Presidente Don José María Plácido Caamaño. Pérez Concha dice con razón: “si el crimen del 20 de Marzo de 1887 tuvo mucho de político, más, mucho más, tuvo de personal y rencoroso”. Vargas Torres, que no sólo sabía manejar la espada, sino la pluma cuando era menester, había atacado con su acostumbrada valentía los desafueros del régimen, acusándole de “falta de dignidad y de honradez”. Esto le perdió ante el raquitismo mental del gobernante, y desde entonces la venganza lo persiguió, esperando ocasión propicia para asestarle el golpe mortal. La oportunidad se presentó, y la sentencia dada in mente tiempo atrás por Caamaño sólo buscó a los ejecutores de su intención.

El libro de Pérez Concha, al par que relata episodios interesantísimos de la vida republicana, sugiere grandes reflexiones. Su exposición, casi siempre escueta, mesurada, invita a meditar en su contenido histórico. Y la Historia es principalmente para que sirva de enseñanza, a fin de que se repitan los hechos grandes, las acciones magnánimas, los héroes de talla superior; pero asimismo es lección para que se enmienden los errores, para que se sofoquen las ambiciones y, en fin, para que la maldad de los ruines sea siempre aplastada por el imperio justiciero del bien.


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

Dr. Ricardo Márquez Tapia

Author: Teodoro Albornoz /


1886- Junio- 1970

Ricardo Márquez Tapia amó con vocación irresistible el trajín por los campos de las Letras, prefiriendo en su intensa faena, la de la Historia, que honra a quien la practica, como él lo hizo, abnegada y tesoneramente, como tributo inapreciable a favor de la cultura patria.
Su voluntad, fortalecida por el civismo, se convirtió en el recio motor que impulsó la máquina maravillosa del cerebro para que funcione sin cesar, produciendo libros y folletos consagrados al estudio y comentarios de los hechos memorables en el panorama nacional y continental, ya que los acontecimientos del pasado son la mejos lección para orientar los del presente y aún los del porvenir.
Ricardo Márquez Tapia puso en esa labor esfuerzo, corazón y alma, esa trinidad augusta de que se valió para hacer trabajo provechoso y fecundo, que encuentra y en verdad ennoblece al Hombre.
Por eso las obras y el nombre de este distinguido intelectual hallarán justamente larga recordación.-

VICTOR MANUEL ALBORNOZ.

Para “El Año Ecuatoriano” 1971-1972











Recordar es vivir el pasado… al evocar la polifacética personalidad de Ricardo Márquez Tapia, perdido ya para siempre en los abismos oscuros de la Nada, retorna el poeta, el escritor, el erudito historiador, el patriota.
Si fue hombre de cerebro fue también, mucho más, hombre de corazón.
Hizo de la amistad, Religión y Culto.
En el templo magnífico y grandioso de su alma ofició siempre como Sumo Sacerdote.-

CARLOS ENRIQUE VINTIMILLA

Para “El Año Ecuatoriano” 1971-1972

DOCUMENTOS SOBRE JOSE DE LA MAR

Author: Teodoro Albornoz /


Bolívar delega el Poder en la persona del General José de La Mar.

DELEGACION DEL PODER

SIMON BOLIVAR LIBERTADOR Presidente de la República de Colombia, Libertador de la del Perú, y encargado del supremo mando de ella. &.&.&.

Considerando:

1°. Que me hallo autorizado por el Soberano Congreso para delegar una parte de las facultades que me ha conferido.

2°. Que los intereses de la República me llaman á los departamentos de Sur.

3°. Que siempre ha sido mi mas decidida inclinación, la de depositar el gobierno del Perú en sus propios ciudadanos.

4°.que durante mi ausencia, debe quedar en esta capital un gobierno supremo:

He venido en decretar y decreto:


I. delego el mando político y militar, en un Consejo de gobierno compuesto de tres miembros, cuyo presidente será el gran mariscal D. José de La- Mar, y los vocales, el ministro de gobierno y relaciones exteriores D. José Sanchez Carrión, y el de hacienda D. Hipólito Unanue.

II. El presidente de del Consejo de gobierno tendrá voto decisivo en las resoluciones del Consejo, y los vocales consultivo.

III. Las facultades del Consejo de gobierno serán las que dá la Constitución al Presidente del Estado.

IV. El consejo de gobierno recibirá instrucciones y órdenes por el Ministerio de guerra, que deberá cumplir conforme á su tenor en los casos que se señalen.

V. El tratamiento y honores del Consejo de gobierno serán los mismos que los del Presidente de la República.

VI. El Ministro de gobierno y relaciones exteriores, será el vice-presidente para llenar las faltas ó enfermedades del Presidente. En caso de que dos de los individuos del Consejo de gobierno falten por algún accidente, entrará á reemplazarlos el general en jefe del ejército de la Costa.

VII. El Ministro de guerra me seguirá á los departamentos del Sur, y estará siempre á mi lado, debiendo entenderse directamente con él el Consejo de gobierno en todos los negocios que ocurran.

VIII. Los departamentos de gobierno, relaciones exteriores, y hacienda pertenecen en toda plenitud al Consejo de gobierno.

IX. Los ministros vocales del Consejo de gobierno quedarán siempre encargados del despacho de sus respectivos departamentos.

X. La dirección inmediata de la guerra en los departamentos de Lima, Trujillo, y Huanuco, queda a cargo del Consejo de gobierno.

XI. La dirección inmediata de la escuadra bloqueadora del Callao pertenece igualmente al Consejo de gobierno.

XII. Todos los negocios, de cualquier clase que sean, en los departamentos de Arequipa, Cuzco, y Puno, serán despachados por el ministerio de guerra.

XIII. En los mismos departamentos tendrán lugar las providencias y decretos del Consejo de gobierno, después de ser consultado el ministerio de guerra, y de haber recibido por mi conducto su aprobación.

XIV. En la jurisdicción de la República serán obedecidas y ejecutadas las órdenes y decretos que emanasen del Ministerio de guerra, bien sean dirijidas por el órgano del Consejo de gobierno, ó directamente, debiéndose dar siempre conocimiento á dicho Consejo de gobierno de estas órdenes y decretos.

XV. El Consejo de gobierno queda especialmente encargado de convocar la representación nacional de la República para el día señalado por la ley en el año prócsimo.

XVI. El Ministerio de Estado en el departamento de guerra y marina queda encargado de la ejecución de este decreto.

Imprímase, publíquese y circúlese. Dado en el Palacio del supremo gobierno en Lima, á 24 de febrero de 1825.- Simón Bolívar- por órden de S.E. – Tomas de Heres.

Gaceta de Gobierno N° 29. Colección…, VI- 80. pp. 263 y 264.

Distinguido Señor Albornoz:

Author: Teodoro Albornoz /

Preocupado de la partida definitiva,
he excogitado poner al honroso resguardo
del Museo que usted con talento
i asiduidad dirige i cuida algo
mío: Epístolas de personas distinguidas
por su autoridad o su principalía
literaria, un Album de visitantes
de mi mansión, una sugerencia
urbanística, algún diploma….

Acaso algún talento zahorí -como el suyo-
extraiga de esa hojarasca algún zumo
histórico: si usted adjudica a ese
rastro mío espacio en ese
gran Salón. ¿….?.

Anheloso de su bienestar, me digo:
Suyo de buena voluntad


Ernesto López.

Discurso pronunciado cuando la Ilustre Municipalidad de Paute le otorga preciado galardón.

Author: Teodoro Albornoz /


La señalada honra que se ha dignado hacerme la Ilustre Municipalidad de Paute, al otorgarme galardón de tanta estima como el que acabo de recibir por mi labor historiográfica relativa a este Cantón, no es sino gentil concesión de la generosidad y benevolencia que distinguen al benemérito señor Presidente y a los honorables miembros de tan patriota entidad; pero debo confesar que, me place en lo íntimo recibir tan significativa condecoración por ser prenda que demuestra la hidalguía de quienes la confieren, en nombre de un pueblo que siempre sigue los dictados de su tradicional caballerosidad.

Los que escribimos historia y la escribimos de modo sincero, sin prejuicios, rindiendo culto a la justicia y poniendo por encima de todo la verdad; los que escribimos historia, digo, necesariamente tenemos que admirar y querer a los pueblos que la hacen, que la forjan en el yunque maravilloso del esfuerzo, que a cada golpe de acción responde con la chispa rutilante del progreso.

Lo que señala la importancia de un pueblo es su historia, que equivale a la huella visible que deja en el camino al transitar por el tiempo, como queriendo que este sea uno solo en el pasado y en el presente, porque ambos son arterias que convergen para sostener su ritmo vital.

Paute tiene historia, historia que le honra, vida que merece ser recordada, herencia recibida sucesivamente por generaciones que la acrecientan con nuevos hechos y la transmiten con mayor brillo a las que están por venir.

La historia de Paute comienza hace cuatro siglos y medio, cuando el mas poderoso Soberano del Incario le impone nombre en el saludo a la hechicera náyade del Cutilcay.- Pau! Paute, exclama Huayna Cápac embelesado en la hermosura que ve a las márgenes del río como estatua viviente en la piedra que le sirve de pedestal.

Y ese bautizo de gloria es bautizo de gloria para toda la región, porque en ese vocablo admirativo, de saludo y asombre, el gran Monarca nacido en Tomebamba acaso envuelve en un solo elogio a todo lo que se mira en el grandioso escenario de belleza que es Paute. En primer lugar, claro está, a la mujer, a la cautivadora náyade del Cutilcay, rediviva, por el milagro permanente del amor, en todas la mujeres pautenses, de ayer y de hoy. Y luego, la brillantez del firmamento, en que el sol ata sus rayos de oro ala mensaje que Dios manda cada día como regalo de bendición o en el que, de noche, las estrellas invitan a tejer ensueños y esperanzas a los corazones sacrificados de ansiedades de infinito. Y la atracción del valle que se alarga abriéndose paso entre los altozanos; y el río que no concluye de escribir su biografía de inquieto viajero que va dejando en cada playa la dádiva refrescante de su riego; y el vientre moreno de la tierra que no se cansa de ser arca de fecundidad, de abundancia y de riqueza; y la caricia del clima; y la competencia de cada paisaje con el paisaje aledaño; y tantas cosas mas, hechas para aliciente de poesía y museo en que la naturaleza exhibe sus magnificencias…. Paute, en resumen, es un poema de hermosura.

La historia de Paute se sigue desarrollando a través de las edades. Hace cien años escribió en ella una página inolvidable de noble empeño en su mejoramiento y de amor férvido a la libertad. Su cantonización fue un grito de rebeldía, cuyo eco nos llega ahora con la misma vibración con que lo lanzaron Guillermo Ortega Alcocer, Francisco González Borrero y los cientos de pautenses que heroicamente alzaron su protesta y obtuvieron por sí mismos lo que de derecho les correspondía.

Y a ese episodio honroso hay que agregar varios más. Paute sigue haciendo su historia, sigue señalando su rumbo con jalones de luz, que mas tarde los buscará la posteridad para indicar lo que ellos representan en el acervo de progreso del Cantón.

Los pueblos, como los individuos, deben su valía al alma que les anima, al espíritu que les guía para su palatino mejoramiento. Al alma, el espíritu, es el que alienta, el que levanta, el que da alas para encumbrarse y fuerzas para ir lejos.

Paute tiene una alma que le incita a la acción pronta, decidida. A una alma altiva, que no soporta humillaciones, que conoce su estatura y la hace respetar. Una alma que, al mismo tiempo, le hace ser amable para abrir los brazos, en gesto de comprensión y de acogida, al amigo, al compatriota, al visitante cordial. Y, sobre todo, Paute tiene una alma que se complace en ejercer el apostolado cotidiano del trabajo y la virtud altísima del civismo.

Señor Presidente de la Ilustre municipalidad de Paute y Señores Concejales:

Al agradecer a la Ilustre Corporación Edilicia de Paute su hidalgo proceder para conmigo, hago presente mi emocionada gratitud por esa benévola resolución, que me honra y enaltece y que, al par que me sirve de estímulo para mis labores intelectuales, me obliga mayormente a acrecentar mi respeto, cariño y admiración al noble Cantón de Paute.

Gracias, mil gracias.


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

Discurso en la Universidad

Author: Teodoro Albornoz /


Pronunciado por


Ya que la formación del intelecto juvenil para dedicarlo, según sus inclinaciones, a determinadas actividades viene a culminar en la Universidad, preciso es considerar a ella como el centro mayor en donde se almacenan las ideas para distribuirlas a los sedientos del saber. Las aulas de sus diversas Facultades son los cauces por donde se extienden las distintas corrientes que forman el gran océano de la Cultura humana.

Cada cátedra universitaria es a manera de compuerta que la abre el profesor a medida de lo que se requiere para inundar los cerebros con el agua límpida de los conocimientos que riegan y hacen florecer y fructificar la parcela de ingenio que cada alumno posee en el huerto grande o pequeño de su capacidad.

Este trato diario entre el que enseña y el que aprende, entre el que ofrece y el que recibe la lección provechosa, tiende los hilos invisibles pero difíciles de romper de la cordialidad que desde entonces se establece entre unos y otros. Pero si es justo que se produzca esa mutua atracción espiritual, también es lógico que ella se prolongue a la misma Universidad, al alma máter, a la madre nutricia que alberga a maestros y educandos.

Si a la ilustre casona en que se formó el carácter y se iluminó la mente de tantos que tuvieron la suerte de pasar en ella acaso los mejores días de la juventud, se vuelve el recuerdo con respeto y gratitud, también la Universidad tiene la obligación moral de mantener latente la preocupación de honrar a quienes, después de haber sido ejemplares estudiantes, se han destacado luego como magníficos catedráticos, dando prestigio y lustre al Instituto.

Esta es la razón por la cual el H. Consejo Universitario de la Universidad de Cuenca, obrando con criterio de justicia, resolvió tributar este homenaje de simpatía y reconocimiento al mérito de distinguidos Profesores del Plantel, unos en actual ejercicio de la cátedra, los señores doctores………….. y otros los señores doctores que, después de largos años de desempeñar brillantemente, alcanzaron el derecho de la jubilación.

Tan merecido como justo es el galardón que a ellos se otorga en este acto, porque si a los unos sirve de preciado estímulo para continuar en su docencia eficaz, para los otros significa el reconocimiento a su apostolado en el campo de las ciencias.

La labor cotidiana, el tesón invencible, el esfuerzo desarrollado, la abnegación puesta en práctica en días de trabajo y en noches de desvelo por todos estos notables profesionales, es necesario que obtengan el público reconocimiento de la Universidad de Cuenca, como lo está haciendo en estos momentos al otorgar títulos de ………………….
a los señores doctores…………..

Al cumplir el honroso encargo que se dignó confiarme el H. Consejo Universitario de la Universidad de Cuenca, dejo constancia de los motivos que determinaron la acertada resolución, así como de mi personal congratulación para los distinguidos maestros y coprofesores a quienes se ha dispensado la alta distinción a que se han hecho acreedores por sus múltiples merecimientos.


VICTOR MANUEL ALBORNOZ


(Este discurso fue preparado para que lo pronunciara su sobrino, Sr. Dr. Jaime Vintimilla Albornoz).

CARTA DE CONDOLENCIA.

Author: Teodoro Albornoz /



En la muerte de la Sra. María Vázquez Espinoza.


Quito, Febrero 12 de 1929
Sr. Dr. D.
Honorato Vázquez.
Cuenca.

Respetado amigo y querido Maestro:

En las penumbras del atardecer se ha interpuesto un nuevo girón de sombra para hacer mas oscura la soledad, más fatídica la tristeza de la horas que retuercen su agonía, vencidas ya por la noche todo misericordiosa. En el silencioso jardín en que el invierno asentó su imperio de insigne decoro, otra vez llega hoy la inclemencia del ventisquero para poner el frío de la nostalgia que no acaba, el hielo de la ausencia que se prolonga quien sabe hasta cuándo…….

En el tranquilo valle de su corazón de niño, donde el tiempo describió por setenta veces la carrera del afán nuevo y la nueva esperanza, los años sólo lograron hacer florecer el rosal de la mansedumbre jesucristina, que inebria con el aroma de la virtud hasta el collado de la cercanía donde abunda la zarza y el cactus punzante crece. Mas en la fontana cantarina y límpida de su alma, la vida puso también su ósculo inevitable: la caricia atormentadora del dolor, del dolor en el que, como en todas la cosas profundas y sabias del sentir y del pensar, es Ud el maestro epónimo. Porque talvez jamás se halló mas desgarradora amargura en el agua sensitiva de unas lágrimas, que la encerrada en las que brotaron de su ojos mil veces calcinados por el áspero sol de las angustias indecibles. Como el mar guarda en cada una de sus ondas una tempestad, así en cada gota del llanto suyo se ocultó una tragedia.

Qué silencio, ahora más que nunca, en su torno. Ese silencio que estrecha con sus brazos de misterio e infinito a todo lo grande y augusto; a las tumbas, a las cimas……..

La senda está más sola, se vuelve más tétrica y desolada, como si se hubiera apagado la última llama, como si se hubiera extinguido la postrer canción.

Ayer Emmanuel Honorato, hoy María….. Y ayer y hoy, nosotros—los amigos y discípulos de usted, los hermanos en el ideal de ellos nos agrupamos sobrecogidos, intentando en vano traducir la emoción de nuestro espíritu al oír el caer de la guadaña y el de la paletada de tierra piadosa.

¡Corazón el suyo, predestinado para la pena, ennoblecido por el sufrir, que mereció la glorificación suprema del golpe y del embate; corazón torturado por el omnipotente peso del dolor, como la uva en los lagares de la vendimia, como la flor en la maceración para el perfume, como el hierro en la fragua donde se templa el acero!
Sí, Maestro, como siempre estamos a su lado en la hora del infortunio. Y de nuestros labios no brota el grito de desesperanza ni la imprecación estéril, porque vemos que en su rededor la desventura tiene la excelsa majestad de la lágrima silenciosa, el don divino de haber deshecho los temporales del sollozo y el gemido al soplo suave de la suprema resignación.

Sombras, densas sombras; pero en lo alto el lampadario celeste va encendiendo las estrellas.

Sombras, densas sombras; pero en su alcoba de cultor de la belleza y apóstol de bien sigue el candelabro de los siete brazos vertiendo luz de culto perenne. Y es a esa luz que yo he visto que el Crucifijo de la mesa desclava su sagrada mano exangüe y la pone sobre usted, señor doctor Vázquez, acordándose, compasivo y bueno, que El también lloró sangre en Gethsemanía……..


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

“La Crónica” Jueves 21 de Febrero de 1929

Diferentes coplas de Víctor Manuel Albornoz

Author: Teodoro Albornoz /

Agüita del Tomebamba!
en donde quiera que esté,
por las praderas de mi alma
siempre te siento correr.

Solo con los soldados
te gusta estar.
verás, chola guaricha
te han de fregar!

Señora no sea mala,
esto sí que es tiranía
querer pelar a este gallo
estando el agua tan fría.

Toque no mas la vihuela;
no se queje de la paga:
cada dos horas un trago
y a la hora de irnos un gracias!

Veinte sucres se han reunido,
y así se van a gastar:
quince en puro, cinco en aguas…
y el resto para almorzar.

A la banda del río
cholita, sembré cebada:
como el año era tan bueno,
cholita, coseché papas.
dictada por Elena Vintimilla Vintimilla.

El día que tú regreses
no me encontrarás a mí:
durmiendo estaré en la tumba
bajo un viejo capulí.

DEDICADO AL CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS Y GEOGRAFICOS DE CUENCA

Author: Teodoro Albornoz /

Observaciones sobre las Ruinas
Incaicas de Molleturo

Por C.H. VILLIERS. F.R.G.S.

CUENCA

Mayo 1931

OBSERVACIONES SOBRE LAS RUINAS INCAICAS DE MOLLETURO
EN LA PROVINCIA DEL AZUAY.

Molleturo está mencionado por varios conocidos escritores antiguos y modernos que han hecho estudios históricos, geográficos y arqueológicos sobre el País de los Cañaris, los primitivos habitantes de la Provincia del Azuay en la República del Ecuador.

Las tradiciones antiguas sobre el reino de Quito nos cuentan que había 25 tribus en Cañar entre las cuales figuraba la de los Molleturos. (1). Es sabido que después de Huina-Aunqui, hermano del Inca Huascar hubo derrotado el ejército quiteño bajo Ata-Huallpa en Tomebamba, los quiteños retiráronse a las alturas de Molleturo donde fueron acometidos al día siguiente por los Incas. (2). El Istmo. Señor González Suárez (entre otros de los comentadores de esta historia) dice: “No se entiende cómo hayan podido las tropas del invasor retirarse a Molleturo, allí ser atacadas, volverse contra la ciudad (de Tumipampa o Tomebamba, sea a la de Yunguilla o la de Cuenca) y ocuparla; todo esto en un lapso de tiempo del todo insuficiente para tan rápidos movimientos a tanta distancia” (3). Siguiendo, el mismo autor dice que había un lugar en la cercanía de Cuenca, con nombre de Molleturo, situado en la parroquia de San Sebastián, que existía en tiempos precuencanos y que ya no existe, donde pudo haberse retirado. ¿No será posible que había dos o tal vez más ejércitos en contra de las fuerzas de Ata-Huallpa? Es sabido que en aquellos tiempos había un sistema de comunicación muy rápido de un lugar a otro, por medio de estafetas o posta (Chasqui), sistema por medio del cual dos ejércitos podían estar en constante comunicación.

El P. Jesús Arriaga en sus “Apuntes de Arqueología Cañar”, páginas 11, 12, 13 y 14 nos da una anotación admirable sobre Molleturo; pero no menciona las existentes ruinas cerca del actual pueblo de Molleturo en el camino de Cuenca o Naranjal.

La etimología de la palabra Molleturo es algo obscura, pero puede ser derivada de la palabra cañari Molletin, Mollenti o Mulintini, la planta Poligonácea que es la Muhlembechia Tamnifolia de la botánica, que se cría solo en lugares pedregosos.

Hay lugares en la parroquia de Molletruro tales como: Chacanceo, Clalapud, Migüir, Patul, Pinchisana,Pogyo, Sanagúin, Shagal, Tansaray, Yubal y Shal todas palabras cañaris (4) de las cuales algunas existen aún hoy día, todos a distancia considerable del actual pueblo de Molleturo, es decir que la tribu Molleturos habitaba casi toda la región comprendida entre Cajas, cerca de Cuenca, hasta el río Atun-Cañar y hasta las montañas de la Costa y probablemente por el sur hasta la Cordillera de Mollepongo o Mullepungo (Puerto o paso en un nudo de cerros).

Es curioso observar, que a pesar de la importancia adquirida por Molleturo en la historia antigua, no exista ninguna descripción de las ruinas situadas en la vecindad del actual pueblo del mismo nombre; y es muy probable, que un estudio técnico – de base arqueológico- científica- de alguna luz sobre la verdadera situación de Tomebamba, cuya situación es hasta el día de hoy incierta, aunque la mayoría de los arqueólogos se inclinan por creer que Tomebamba estaba situada en los alrededores de Cuenca.

Las ruinas de Molletruro están situadas a unos 4 kilómetros N60, Oeste del actual pueblo del mismo nombre en línea recta. En esta localidad conocida con el nombre de “Ruinas de Paredones”, que no debe ser confundida con las ruinas de Paredones situadas cerca de Quimza-cruz en el nudo del Azuay, en la Provincia de Cañar, mencionadas por Wolf en su “Ecuador” páginas 53 y 581. Paredones de ser solo una palabra vulgar por cualesquiera restos de muros grandes usado en varias localidades donde hay ruinas.

Parece que nuestras ruinas de Molletruro son casi desconocidas como que no hay libro alguno que de referencias sobre ellas. Una idea de la extensión de estas ruinas las dan los planos y vistas que acompaña estos apuntes. Las paredes contienen varios nichos como en las ruinas de Uduzhapa – entre Oña y Cochapata- examinadas por el Dr. Max Uhle. Mucho de la obra de mano está hecha con piedras labradas, especialmente las puertas y esquinas, que son seguramente obra incaica, aunque estas piedras labradas no son del Perú. Las paredes tienen por término medio 2 pies de ancho, compuestas en su mayor parte de piedras lisas de roca andesita, cogidas en el mismo lugar, mientras las piedras labradas no son de roca de la localidad, sino de Diorita y Granitos que fueron traídas de alguna distancia. En el camino de hoy entre Molleturo y Naranjal hay algunas de estas piedras labradas abandonadas al lado del camino. Dada la situación estratégica de estas ruinas, como su formación y aislamiento, parecen haber sido una poderosa fortaleza, allá por el año de 1520, durante el reinado del Inca Huainacapac en Quito (después que éste había derrotado el Shyri o Rey Cacha XV en la batalla de Hatun-taqui (Cañari el Gran tambor).

Una leyenda local dice que 3000 indios Puruays de la región de Riobamba y Cañaris permanecieron en estas ruinas una noche cuando estaban de viaje a las Provincias de Paita y Tumbez en el Sur con el objeto de conquistarlas. Los incas que habían venido del Perú con Huaynacapac hicieron un gran bien durante su reinado en Quito. se mezclaron amistosamente con los Cañaris y demás tribus y es probable que ellos hayan ayudado a los Cañaris en las construcciones de estas fortalezas o tambos destinados a los ejércitos transeúntes. En este caso hipotético, los Cañaris habrían hecho la construcción general de los edificios mientras que los incas habrían labrado y colocado las piedras de las puertas y esquinas de los mismos.

Todos los edificios están relativamente en buenas condiciones en comparación de muchos vistos por el suscrito en los Andes Peruanos, naturalmente que el tiempo ha dejado sus huellas. Además muchas de las piedras fueron llevadas útilmente por los indios para hacer sus chozas y corrales. Pero hay todavía muchos muros en buen estado y de buena altura.

Hay indicios de caminos empedrados en todas direcciones; el camino que baja de las ruinas a Molleturo por las quebradas de Tamboloma, a Naranjal por Huandoyacu (Agua de Floripondio) y es incipiente que fue en tiempos pasados el camino real entre Cuenca y la Costa. Dícese que parte de estas ruinas un camino pavimentado que va al Sur cruzando el Río Jubones hasta llegar a Otorongo, lugar al cual se fugaron los Incas después de ser “derrotados por el astutísimo Ata-Huallpa en Turubamba” (Tomebamba) (5). En los lugares conocidos: Cashitambo, Otorongo y Tomagatos en la Provincia del Oro (véase el mapa general acompañado, hecho por el suscrito, de la región comprendida entre los Ríos Jubones y Pindo.) hay vestigios de trabajos incaicos y un camino ancho pavimentado en puro monte y en partes todavía en buen estado que va de Otorongo a la confluencia con el Río Salado y Quebrada Cachicarana donde el suscrito ha encontrado otras ruinas al pie de un precipicio a una altura de 5800 pies, donde había muchas cuevas (hoy el albergue de miles de murciélagos). Estas cuevas fueron examinadas ligeramente sin encontrar otra cosa, que huesos tan viejos y en tan mal estado que fue imposible determinar si fueron humanos o animales. Pero es probable que hayan sido cementerios de los antiguos. Al lado de afuera de las cuevas hay una serie de plataformas artificiales, superpuestas, como corrales en la loma abrupta y además hay señales de edificios de regular tamaño pero sin piedras labradas. Aquí mismo fueron encontradas hachas de cobre y pedazos típicos de ollas de barro incásicas. El lugar está ahora cubierto por un espeso monte con excepción de las diversas plataformas o andenes. El camino empedrado reaparece al norte de Paccha y sigue hasta la Cordillera de Dumari donde se junta con otro camino pavimentado que viene del NE, es decir desde las ruinas de Chillacocha, (mencionado por Rivet de la Misión Francesa en el libro “Arc de Meridien Ecuatorial en Amerique du Sud” Vol. 6. página 112.). El camino seguía al SO y probablemente iba a juntarse con otros vestigios de camino pavimentado al sur del Río Naranjas donde sigue al S. todo el camino venía en dirección, más o menos, recta desde Cuenca hasta llegar a Tumbez, lugar en el cual, probablemente, se juntaba con el camino real incaico que seguía por los desiertos de la Costa hasta Arequipa en el Sur del Perú.

Hay igualmente cerca de la ruinas de Molleturo caminos incaicos situados en la montaña de la Costa. Casi al pie de la Cordillera Marítima, al norte de Hierbabuena existen otras ruinas, en un lugar que se llama Zhuya, como igualmente el Zhiriyacu. En este lugar hay además una pequeña laguna de la cual se dice que tiene su fondo pavimentado. Efectivamente en las orillas hay partes empedradas. Un camino empedrado llegaba a este lugar y se cree que el Inca se bañaba en esta piscina.

Es probable que los Cañaris hayan tenido constante comunicación con los indios de Manabí y los Cayapas de la Provincia de Esmeraldas.

Según las versiones históricas, Tomebamba fue destruida más o menos por el año 1540 por orden del Inca Atahuallpa porque los indios Cañaris se habían sublevado. Siendo muy probable que las ruinas de Molleturo hayan sufrido esta misma suerte.

El Baron von Humboldt opinó en 1878 que las ruinas del palacio de Inga Pirca o Pillca de la Provincia de Cañar (probablemente las ruinas en mejor estado de conservación descubiertas hasta hoy en el Ecuador), pertenecen al siglo XIII. Las ruinas de la Fortaleza considerada con el nombre de “Paredones de Cañar” es seguramente de una época algo posterior a las anteriores. Los Paredones de Molleturo son contemporáneos al los del Cañar porque según las descripciones de estas últimas hecha por el Dr. Reiss y mencionado por el Dr. Tomás Vega Toral en su “Tomebamba de los Incas” deben ser casi idénticas

Se desprende del plano acompañado que los varios edificios forman en su conjunto una línea recta. Están situados por término medio a una altura de 11,000 pies (3363 metros), sobre el nivel del mar.

Del punto N°. 1 (del plano), altura de 11,250 pies, hay una vista magnífica para todos lados. Inmediatamente abajo, mirando al NE, N, NO y O hay inmensas montañas de la Costa cortadas por cintas plateadas que corren en todas direcciones, que son los ríos, esteros y quebradas. La boca del Río Guayas, con sus respectivas islas, es visible y de noche las luces de Guayaquil están a la vista. Mirando al S.y SE. se ven los majestuosos cerros de la Cordillera Marítima, en la cual los Cerros de Cajas, Huabasai, Huatahuaico y Huagrahuma son los mas cercanos; en la misma dirección, se ve el pico del Cerro San Pablo (o Jerez)) tras la Cordillera de Chanchan (o Cancan). El pico de Chimborazo se ve a gran distancia al N. irguiendo majestuosamente su imponente cima por sobre las nubes y por todos los demás cerros que lo rodean entre los cuales podemos mencionar: Guagrahuma, Chorote,Quitahuaico, Quimza-chogleo en la cercanía de Molleturo. Tal es el punto N°. 1. que seguramente fue usado como Mirador aunque no hay vestigio de edificio.

N°.2. representa la ruina de una casa que mide 10 x 5 metros, situada sobre una plataforma o anden, tapado con una linda capa de césped. Este anden está soportado por el lado de abajo, por un muro de retención de piedras tapadas con musgos y líquenes. Parece que la casa no ha tenido entrada porque las paredes por todos sus lados no presentan vestigios de apertura alguna, a pesar de tener aún un metro de altura sobre el suelo. Esta casa debe haber sido una celda donde los prisioneros eran arrojados por la parte de arriba.

N°.3. representa dos plataformas o andenes con vestigios de muros de retención. Talvez fueron corrales para las llamas y otros animales.

Entre N°s. 3 y 4 hay una pequeña filtración de agua, suficiente para el servicio doméstico para una cantidad considerable de gente. Hay una quebradita de mayor tamaño a unos 500 pies cerro abajo.

N°.5. representa un terraplén con un muro de retención de 1 metro de altura aproximadamente. Sobre este terraplén existe una construcción de piedras de 1 metro sobre suelo cuya parte de arriba forma una plataforma de 10 x 10 metros a la cual se accede por una escalera situada al E. de la construcción. Este edificio está dividido en dos por un resto de muro que corre de E. al OE. En la parte S. de este edificio existe una apertura de un metro cuadrado de dimensión y dos metros de profundidad, revestida con piedras. Esta apertura pertenece probablemente a un horno en el cual hacían cocer los utensilios de alfarería. Corrobora esta suposición el hecho reencontrarse en las proximidades una capa de arcilla adecuada para la confección de esta clase de utensilios.

N°.4. representa la fortaleza o tambo – el edificio principal.- Para dar una explicación detallada de esta, se necesita una cantidad de trabajo de limpieza de monte, excavación y bastante estudio. Donde hay mayor número de muros la vegetación es mas espesa porque está abrigada de los fuertes vientos, lluvias y granizos de la altura. El único árbol que crece en esta parte es el Quinua (Polylepis sp.), mientras que hay una gran variedad de plantas pequeñas entre las cuales mencionaremos la Bccharis humifusi y Rubís nubigenus. Los dos Cerros de Zhuya y Chideleg de Paredones forman un lindo campo para un botánico, pues, hay una gran variedad de pequeñas flores de todos colores que representa una verdadera flora Alpina y es posible hacer allí una original e interesante colección para estudios.

Mirando al plano del edificio principal tenemos:
A. La entrada principal y, al parecer, la única.
B. La Guardia, indicado por su posición y el número de ventanas que tiene.
C. Corral para animales domésticos de los habitantes permanentes de la fortaleza.
D. Andenes o Plataformas tapadas con césped y probablemente empedradas. De estos hay una vista a grandes distancias al E. y O.
E. Una piedra labrada de dimensiones 2.50 x .50 x .50 mts. Esta piedra está volcada.
F. Corredores.
G. Vestíbulo.
H. Salas para forasteros a quienes no les fue permitido mezclarse con los habitantes permanentes.
J. Patio.
K. Cuarteles.
L. Vestíbulos.
N. Baños.
O. Dos huecos de un metro cuadrado por un metro de profundidad formando talvez baños.
P. Una capilla para servicios religiosos o talvez un cuarto especial del Cacique. Este cuarto es el mejor conservado porque los muros son de una mejor construcción y el piso mejor empedrado.
Q. Casa de ahora o Depósito de víveres como maíz, papas, etc. traídos de los valles de los alrededores.
R. El Palacio principal donde se celebraron las ceremonias, fiestas y bailes. Este es empedrado.
S. Puede ser un cuarto que estaba destinado para esclavos. Es sabido que los Caciques Incaicos y Cañaris mantenían esclavos, estos eran generalmente indios Jíbaros capturados durante las correrías a las montañas al E. de la Cordillera Oriental. Este mismo sistema de esclavitud tuvieron los Incas en Cuzco, donde los indios Machingangas, Campas y Piros han debido servir después de ser capturados en los valles de los ríos Apurimac y Urubamba.
T. Son pequeñas excavaciones recién hechas sin mayor importancia. (En Molleturo se dice que fue sacado de este lugar una hacha de oro, (probablemente cobre).).
U. Un hueco al parecer recién hecho que probablemente fue el lugar donde la piedra estuvo parada, sirviendo de reloj de sol sobre el plano del Anden D. Sistema similar al empleado por los Incas de Cuzco y Tiahuanaco.
W. Ventanas.
Y. Probablemente continuación de los muros de retención.
Z. Escalera de la entrada principal cuyas gradas son de un metro cuadrado.

Se puede suponer que la gente que habitaba este lugar en aquellos tiempos, lo abandonaban durante los meses de Enero, Febrero y Marzo cuando los Cerros de este lugar estaban cubiertos por nubes y caían continuas granizadas y lluvias, para refugiarse en los valles vecinales, donde las condiciones climatéricas son mas benignas. A este respecto es interesante anotar lo que dice Cristóbal de Molina en su “The Fables y Rites of the Incas” (fábulas y Ritos de los Incas), publicada por la sociedad Hakluyt en 1873 (Pub..1° Serie N° 48). El opina en su obra que según la cronología incaica el año comenzaba a mediados de Mayo, o sea cuando principiaba el tiempo seco. El comienzo de año se inauguraba con las llamadas fiestas del sol. Exceptuando Junio, cuando la gente estaba completamente ocupada con la irrigación de sus chacras, cada mes tenía su fiesta apropiada hasta el mes de Enero, durante este mes y Febrero y Marzo no había fiestas. Abril, el mes de la cosecha marcaba el principio de ceremonias y la vuelta a la vida social.

(Nota. Hay que recordar que la región Cañar y Cuenca colonial comprendían el cantón de Alausí y el actual del Pasaje, aquel incorporado al Chimborazo y este a la Provincia del Oro. Según la “Geografía Agrícola de la antigua Provincia del Azuay” por el Dr. Remigio Crespo Toral.

Cuenca, Mayo 16 de 1931,

C.H. Villiers, F.R.G.S.

DE CASA ADENTRO Y FUERA DE ELLA.

Author: Teodoro Albornoz /


En que se niega tener vida propia la literatura azuaya.


Sólo como de rasguño puédese ocupar el rato en desvanecer la idea de los pocos que creen en la existencia de una literatura azuaya, bien definida i que casi pudiera ensillarse en el nombre de escuela.
A tiro de ballesta salta que esta literatura, tan reducidamente regional, mal podría irse a lo subjetivo, que fuera como irse a los cerros de Ubeda; pero aún en lo objetivo habría que calarse lentes de asombrosa potencia óptica para encontrar la rara avis que hubiera holgado más de los maizales del Tomebamba o de los picachos del Cajas, que de los infinitos prados de la libre poesía.
Sin irnos a la puñada, bastaría leer lo que anda en revistas i periódicos (1) formando nuestra historia literaria, para deducir de ellos que los ingenios azuayos tuvieron el acierto de mirar otros horizontes más llenos de luz, poseedores ya de la plenitud del sol. Claro está que, de siempre, al cantar motivos universales lo hicieron con inspiración de aquí; ya que la inspiración i su fruto no son sino el embellecimiento i la revelación de lo visto.
Es de saber que aunque son de maravilla nuestros campos , no lo son todas nuestras cosas; preñadas de rusticidad mal avenida con esta época tan sutilmente aristocrática hasta en sus reconditeces.
Quien intentó hacer literatura de casa adentro, siempre salió fallido i a pique de dar estallido. Dígalo sino Juan Iñiguez Vintimilla que, de aquí a poco, tiende a un criollismo de mala ley. A vueltas de su envidiable talento, hase visto forzado a rastrear vulgaridades indignas de su pluma, avasallada antes al robusto númen de su dueño. Todos sus cuadros son tomados del natural; i esto, entre nosotros, es demérito, i con justicia, porque aquí el númen tiene que poner mucho de poético para que resulte poesía. Nuestra realidad cotidiana es pobre de todas veras: no sabemos sino nacer, pero ¡guay! De nuestra vida y muerte. Cuando copiamos las escenas familiares i prosaicas que nos rodean, tengamos de cierto que nos resultarán versos huérfanos, si, pero huérfanos del quid divinum.
Convénzase el autor del Ultimo monólogo de Safo que agradó más viendo bebiendo, bajo las miradas de Caliope, en el río Parmeso que hoy en las aguas del Capulí que, por puras que sean, no llevan ventaja –así nuestro criterio- a las del Pindo.
I ni línea arriba i ni línea abajo, en este lugar perdónesenos una imagen en fuer de lo gráfica: Tan bellos son los recentales que aquí vemos i tan dignos de églogas como esotros de Virgilio; bella i blanca es la piel i cantársela puede. Pero hete que la aldeana a colgado en la cuerda de cabulla que va de la puerta de la choza a la estaca de más allá, los pantalones de su marido. Bella i blanca es la piel; pero al estarse así, un poco arriba del cerdo que hoza el albañal, i al ser tan sólo unos pantalones en los que fácil fuera que de noche encontraran abrigo las gallinas sin gallinero, se han trocado ¡vive Dios!, en la befa i escarnio de poesía. I bramen literarios pintores de tres al cuarto, plebeyos, sino de sangre, de espíritu.
El regionalismo es bueno cuando el águila encuentra ancho espacio donde abrir las poderosa alas; pero –olvidando por un momento nuestra desmedida fatuidad- confesemos ahidalgadamente, pese al orgulloso, que, sin negar que aquí todos tenemos alas, así reconocemos que ellas no son sino de dos o tres ruiseñores i de unas pocas alondras que, como cegadas, van estrellándose contra los cristales, pero que no ignoran, no, el ímpetu del vuelo: avis nascitur ad volandum. (Job VII).- estamos tan aprisionados entre alcores i es tan grande la confraternidad del silencio de las punas, que, de verdad, a las veces nos olvidamos de quienes somos i que sólo nos debemos a empresas nobles --que así es nuestro ánimo- mas siempre humildes- que así es nuestro escenario. No cabe la enorme farsa de allá en el diminuto teatro de aquí. Aún para representar la vida de D. Quijote nos es menester fabricar Clavileños de madera en décimo o centésimo de tamaño que aquel que, según tradición antigua, fue compuesto por el sabio Merlín.
Al sencillo que crea a pie juntillas haber literatura azuaya puede aplicársele aquel castizo dicho de figurarse tener el sol. Porque, vamos. ¿en qué consiste ello? Insigne torpeza sería inventar tal mote para ponerlo al pie de contados poetas que, de tarde en tarde, se limitaron a nombrar a personas i objetos de esta tierra; de esta tierra que no es más que una porción del alma ecuatoriana que a su vez se encierra, como la de tantas naciones, en el alma de América. ¿Por qué, pues, la necedad de quererla separar de su todo?
Quede asentada la conclusión de que no existe, porque no puede existir, literatura exclusivamente nuestra. I mal sin cauterio posible es el de vivir de prestado: todo debemos a nuestros padres, alimento y traje.
Lejos todavía de cuando, mayores de edad, podamos exclamar: todo es mío, hoy apenas si debemos buscar novia para formar más luego un hogar.

II



EL AMERICANISMO.

Breves momentos asentemos el rancho en el intríngulis de americanismo. Existe él ? esto, como aquello i lo otro, cuestión es de pura sofistería, o mejor de calidad i especialidad de gustos: que nadie logró darnos bebedizo tan eficaz que lograra uniformar opiniones, i es condición nuestra el hacer pasar por incontables destiladeras todo el malabarismo de las palabras.
Sin reparo, es indudable que, con ciertas restricciones, fuera osadía no admitir la existencia de la escuela americanista, rama gallarda e inminente del frondoso árbol de la Literatura
Por desgracia, hoy el americanismo no cuenta sino con escasísimos representantes de pura cepa; i esta malaventura proviene de la no bien meditada tendencia de olvidar el terruño pobre y triste donde abrimos los ojos a la vida, por afanarse en asimilarnos a razas que, tal vez con justicia, nos creen inferiores: Baudelaire declaró que todo lo americano, solamente por el hecho de serlo, está siempre muy por lo debajo de lo francés. I Teodoro de Banville iba más allá al exclamar :<>.
Por ser tan luminoso el sol que incendia nuestros campos, tememos cegar y sólo miramos allende el mar, debiendo <>. (2).
He ahí, como ejemplo, de uno de los más grandes portaliras contemporáneos, el que al decir de Unamuno parece un cisne disecado (3), ese admirable Rubén Darío, a quién debemos todo agradecimiento por sus atinadas innovaciones, pero que – si los padres deben hacerse solidarios de las culpas de los hijos—también es merecedor del más tremendo estigma por haber arrastrado a una juventud al olvido completo de nuestra santa i hermosa i dulce tierra. Pocos han logrado entender a este ingenio, que no es el poeta de América (4) y cuya ruta de Damasco estuvo, precisamente, en no serlo por más que no ha podido prescindir en algunos de sus bellos poemas de la nostalgia de su infancia.
Loable, pues, quien se consagre a restañar las heridas de ingratitud que recibiera la buena madre.
Hay dos figuras, que casi alcanzan dimensiones colosales, destacándose en este empeño: José Santos Chocano i, en su manera última, el que fue su maestro Diaz Mirón; pero muy en especial el autor de Alma América.
Las lágrimas calcinaran las mejillas, si nuestra proverbial frivolidad se detuviera a meditar lo vergonzoso que es el contagio de malatía de la literatura francesa que, por grande y prodigiosa, allá se quede. Contentémonos con el tonel de Diógenes, e imitémosle hasta en eso de beber en las propias manos, no recurriendo al tiesto del afrancesamiento….
De todo esto se deduce que, en la época actual, es raro, tocando con los límites de lo soñado, el americanismo puro; ya que de siempre – sin quererlo i sin necesitarlo--, por costumbre i vicio, vamos a mendigar al extranjero, en prurito de snobismo i exotismo.
No así antes, en que sólo de chiquillos cariñosos i agradecidos, íbamos a visitar a los abuelos latino o griego, sin salir por esto de nuestra legítima casa.
The good old times are gone. (Byron).
Si; los buenos viejos tiempos, que en la copla de Manrique son los mejores, están idos, i de eternidad.
Sólo son recuerdo, obras tan netamente americanas como las Tradiciones de Guatemala de ese gran inspirado Batres Montúfar; los versos que aunque en ajena y muerta lengua son joya nuestra, del P. Landívar que según aseveración de Menéndez Pelayo <<>>; El Arauco domado de Pedro de Oña, que, quitándole lo que haya de quitarle, es cuadro paisajista del pincel maestro; el Gonzalo de Oyón y la Memoria sobre el cultivo del maíz de Julio Arboleda i Gregorio Gutiérrez, los dos mejores bardos colombianos.
Y ¿por qué olvidarse de José María de Heredia, <<>> (5)
Y al tocar este tema, es imperdonable no nombrar al pontífice del género: a Andrés Bello cuya imponderable Silva a la Zona Tórrida, bastaría para probar de sobra que hay una literatura americana, inconfundible con cualesquiera otra, que es privilegio nuestro, i que -- para vergüenza- la estamos dando al olvido a pesar del aislado esfuerzo de algunos, que son los menos.
<> (6): Verdad como un monte. Hoy todo es una Babel: ni nos entienden ni los entendemos.

III

A MODO DE PARENTESIS.

Juan León Mera, gran cerebro y gran acometedor de empresas, intentó en el Ecuador hacer poesía indiana que en él <> (7). Esto era absurdo e imposible según claramente se vio, más que en otra parte, en sus Melodías indígenas, donde no hubo nada del espíritu de un verdadero haravico i si mucho que probaba la inutilidad del empeño.
Lo que debemos querer no es poesía indiana, sino americana, lo cual es muy distinto. Esto lo comprendió i así lo está realizando Chocano, quien a adaptado, por así decirlo, el alma del pasado en el vigoroso cuerpo del presente. No sucedió lo mismo con Mera que quizo dar vida a un muerto ya sepultado i ya podrido.

IV

SOBRE LEYENDAS OLVIDADAS DE REMIGIO ROMERO LEÓN.

Aquí es de detenerse ante el Tabaré de Zorrilla de San Martín, quien declara que su poema es epopeya; cosa igual a la que se le ocurrió a Chateaubriand al publicar Los Mártires, suscitando con este motivo discusiones i aún sarcásticas mofas. De puro sabido, se calla que en América nadie es capaz de escribir epopeyas.
Para Remigio Crespo Toral el Tabaré es hijo de Atala (8) y para el más grande crítico de los últimos tiempos (9) parece inspirado en la leyenda Celiar de Magariños Cervantes. Sea como fuere, es indiscutible su mérito, aunque pudiera ponérsele crecido número de reparos.
En ninguna parte produjo ese libro tal aborto como en Cuenca. Estuvo tan de moda que no hubo quien no vistiera con ropaje semejante. Es de prescindir de narrar cuánto se le imitara. Las piedras arrojadas en las tranquilas aguas de la literatura azuaya las agitaron un tiempo, i luego todo quedó en calma: hasta se a olvidado tal entusiasmo.
Ahora, acaba de aparecer un manojo de poesías, de seguro escritas en ese tiempo, la mayor parte conocidas i que antes de ahora sirvieron para poner de relieve la inteligencia de su dueño, que es nada menos que REMIGIO ROMERO LEÓN, persona que será lo discutida que se quiera pero a quién nadie puede negar uno de los más prominentes puestos en la Literatura ecuatoriana.
LEYENDAS OLVIDADAS es algo de lo bueno de que podemos enorgullecernos. Al hablar así, descartamos de hecho: la Introducción imitada muy directamente del <>; el canto En el Chimborazo que, según confesión de parte, “es extraño a esta colección”; El misionero y la Misa de la montaña que no han debido incluirse; i el Brujo de Tarqui que contiene belleza de subidos quilates pero que, en partes, pertenece a un género no muy avenido con el cultivado en los otros versos.
En cambio, El Capulí, Una Leyenda, Pucac-Urpi i La Princesa de Tumbes son fuente deleitosa de poesía, pueden suponerse las preciosidades que habrán, conociendo el númem privilegiado del autor i no ignorando que todas son historias de amor: unas tan dulces y de tal lindeza, como la que hace brotar de las ramas del árbol racimos de pupilas negras, ojos así trocados para inmortalizar ternuras del corazón; otras trágicas e imponentes como aquella en que el guerrero mata a la amada, antes que verla en brazos ajenos, porque muchas veces herir el corazón es dar la vida.
Verdad que es muy descuidada la versificación, hecha tal vez así de intento para dar mas suavidad y molicie al sentimentalismo que palpita en estas páginas. El romance endecasílabo, demás esta decirlo, es el escogido por Romero. Zorrilla de San Martín lo usó magistralmente, teniendo buen cuidado de hacer, con ese mismo metro, variadas combinaciones para evitar la monotonía. Aquí no se ha hecho tal variación sin duda por no ser precisa. Hay diversidad de opiniones, pero la nuestra es antagónica a la asonancia, muy propia sí para la incoherencia y el balbuceo o para usarla de ocasión, más no para el lirismo con pretensiones de épico. No es de negar que Remigio Crespo sea enemigo de la rima perfecta por creerla imperfecta; eso si aseguraremos que el mismo notable crítico encontró censurable la asonancia de las estrofas de Cantos de Hogar de Mercedes G. de Moscoso.
Esto es lo de menor cuantía i como si dijéramos cazar moscas.
Debemos agradecer a Romero León el que haya roto el silencio en que nos agobiamos. Es hora ya de que nuestros poetas imiten tal ejemplo: Sólo el libro vive. Nuestras composiciones publicadas en revistas i periódicos, no son ya las mismas en el libro. ¿Verdad?: no; pero no es verdad, novia mía, de que gustas más de que te ofrezca un ramillete de flores poniéndoteloen el pecho, antes que te diga: amor, mi jardín está florido, ve, i coge flores para que ornes tus cabellos?


(1) Son tan escasos los libros, que, por el número, ni deben nombrarse. I a esto se añade el que siempre fueron formados de lo que en revistas y periódicos apareció.
(2) Rafael Pombo. Noticias sobre la poesía de Gutiérrez González.
(3) Suiza Reilly. Cien hombres célebres.
(4) José E, Rodó. Introducción a prosas profanas.
(5) E Zerolo. Prólogo a las posías líricas de Heredia.
(6) V. Garcá Calderón. Del Romanticismo al Modernismo.
(7) Antonio Rubio i Lluch.
(8) <>. Estudio sobre el Tabaré.
(9) Menéndez y Pelayo.



“HACIA EL IDEAL” N° XIV Diciembre 1915





De casa adentro, i fuéra de ella.

Tomás Rendón.

PRIMAN LUCEN AXPEXIT XI KALENDAS JANUARII
MDCCCXXVI
DIEU DOMINI OBIIT NONIS JANUANRI
MCMXVI.


Lo conocieron los viejos. Nuestros ojos no alcanzaron a ver sino la sombra de quien fuera ayer. Moría de hambre i de frío. Su casa era pobre i él era triste. Como perro traicionero se le vino la miseria, i sin ladrarle, clavóle el diente, ¡el venenoso diente! Nadie se le acercó. Cuando se vió su cadáver prematuro, una voz gritó atronadora i su eco resonó, con quejido de imploración, en los corazones: grande y sonora es la voz de la soledad i repercute como el trueno, pero es maravilla que el rayo trace estigma de fuego en frente mortal.
El sol se había apagado para él. Sus ojos se cerraron, i la noche los envolvió por años. Los libros fueron sus asesinos en la emboscada del estudio, y los dejaron podrirse de inacción. Amigo sin reconocimiento es el libro: nos trae el odio, nos encariña a la lucha, nos aturde y embriaga; nos deja solos, i el hostelero sin conciencia registra el traje sin dineros, cubierto de polvo de añoranzas, del infeliz viandante. I en la tarde es cruel e impasible; hiela su compañía, su hosquedad abruma.
De llanto le fue a Rendón la camarada de los libros: aumentaron su frio y nole trajeron el pan. Boca hambrienta la suya, no le hartaron las palabras. Plañidera era su voz, reproche resignado.
Vivía de milagro, lastimosamente i con inutilidad. Lo clavaron en la cruz i el olvido lo dejó sin fosa. Su carne la comieron lentamente el habitador de las cuevas i el dueño de alturas, el mochuelo y el buitre; sus huesos se rieron al sol i fueron trono de sarcasmo.
Vana fue su labor. Obra de patriota más que de sabio. Educó con textos escribiéndoles él mismo. Era el hombre de la técnica. Su obra se perderá como la piedra en el profundo. Su academismo irritante fue estéril. Su castillo era de reglas, es decir, sólo armazón; le faltó el gusto, la amenidad y el ornato; levantó firmes maderos, los colocó a trechos convenientes i creyó terminado su trabajo. I no alzó las paredes, i las puertas de su alma no fueron las puertas de su castillo. I como el viento entró de violencia, iracundo y burlón; i como la lluvia cayó cuarenta noches con sus días, los maderos se pudrieron i el jaramago creció en las ruinas. Cosa sin alma no vive, y él fue egoísta i avaro de ideal.
Se fue, i será olvidado. Tan largo como su vida, i más setenta y siete veses, será el olvido de él.
Mejor así. Podrá dormir, i sus ojos se abrirán ebrios de luz. I leerá el inmenso libro de las Eternidades donde la mentira y el engaño, la envidia i el fraude vde seguro no tienen cabida.




En la muerte del glorioso Rubén Darío.

8 de Febrero de 1916.


I


Pasado de moda ese tiempo en que estiló zaherir a Rubén Darío, hoy sería imposible negar que, con su muerte, pierde la poesía castellana a su más alto representante.
Prodigiosa fue la obra de este orfebre. Sus manos de marqués se complacieron en labrar las joyas más inverosímiles. Supremo cultor del arte, afanóse en que su labor no desdijera de su espíritu refinado i de sin par aristocracia.
En todo puso un algo de su alma. Innovó admirablemente no solo la métrica, sino la ideología y el intento poéticos.
Los versos de Darío, según Martínez Sierra, “poseen en el más alto grado este nuevo poder inquietador: son perfectos, son sabios, tienen armonía de línea i de sonido i de perfume i de color; son en su diáfana hermosura maravilla de complejidad, i hacen llorar no pocas veces sin estímulo alguno de sensuales blanduras, únicamente por que son perfectos”.
Rogelio Sánchez decía: “Rubén Darío está repastado en los clásicos….No se puede decir de él en redondo que es un parnasiano, ni un simbolista, ni un romántico, ni un helénico; es sencillamente un gran poeta, i por eso será cada una de esas cosas, y a veces todas ellas a un tiempo, porque a los grandes espíritus conviene esa complejidad”. I añade que “será muy difícil encontrar algo más bello i delicado en toda la poesía hispana del siglo XIX” que la deliciosa Sonatina.
Sabido es que González Blanco escribió con respecto a la Canción de Otoño en Primavera que “es sin disputa la mejor poesía que se ha escrito en lengua castellana desde el siglo XVI”
……………………………….

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga i pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín….

Juventud, divino tesoro
ya te vas para no volver….
cuando quiero llorar , no lloro,
i a veces lloro sin querer…,

¡Mas es mía el alba de oro!
Juan Valera lo calificó de “escritor i poeta naturalmente bien dotado i tan egregio”
Refiriéndose a los cuentos de Azul, Gómez Carrillo llegó a asegurar que, al imitarlo, había superado a Catulle Méndez.
Así lo estudiaba Pérez Petit: “Tal es el sello característico de la poesía de Rubén Darío. Nadie como él, hasta ahora ha sabido hermanar la forma griega con la forma moderna. Pero él es el único y solo: no puede tener discípulos ni secuaces. I esto es, precisamente, lo que le hace más grande. Encerrado dentro de si mismo, parece uno de esos errantes y solitarios astros de primera magnitud que cruzan majestosos la imponente inmensidad de los espacios celestes”.
Pero él mismo definió, mejor que nadie, su escuela poética en las Dilucidaciones de “El canto errante”. “No gusto de moldes nuevos ni viejos. Mi verso ha nacido siempre con su cuerpo i su alma, i no le he aplicado ninguna clase de ortopedia….La palabra nace junto a la idea, pues no podemos darnos cuenta de la una sin la otra….El arte no es un conjunto de reglas, sino una armonía de caprichos”.
Si vamos a nosotros, en Cuenca no tuvo ni un mal discípulo Rubén Darío. De este modo se explica el silencio en torno de su muerte. Si hubiera sido una momia venerable o un idiota célebre, no le faltaran siquiera flores de papel.
Bien ha hecho en morirse, porque así nosotros lo hemos recordado más que nunca, con la nostalgia de otras épocas mejores.

II

Grato nos era, en aquellos tiempos de bohemia, ambular por las calles, recitando versos cuando no llenándonos del silencio de la noche.
Lástima que de tanto trasnochar se haya muerto la bohemia: por ella tuvimos talento con el santo egoísmo de la exclusividad, i fuimos felices, a pesar del éter, del ajenjo y el esplín.
La ciudad dormía con sueño apacible como de señora muy de su casa i a quién place madrugar. De lejos en lejos, un farolillo lagrimeaba su mezquindad i se extenuaba más i de pronto moría.
Cuando el surgir del alba, milagro era encontrar –aunque de frecuencia sucedía- dos blancas siluetas femeninas en el balcón de la casa que sabemos. No eran nuestras novias, que de no las diéramos corazón en versos propios; pero esas muchachas románticas i por ende bellas merecían el honor de escuchar magníficas y apropiadas estrofas.
I la voz ronca, dulcificada por el temblor de la emoción, abría alas i volaba.

Alma blanca, más blanca que el lirio;
frente blanca, más blanca que el cirio
que ilumina el altar del Señor,
ya serás por la aurora encendida,
ya serás sonrosada i herida
por el rayo de luz del Amor!

Luego se loaban sus ojos, sus labios, sus manos. La recordábamos el haber querido ser Margarita Gautier; íbamos al país del sol i oíamos en la siesta del trópico a la vieja cigarra ensayando su ronca guitarra senil. Al llegar los heraldos, preferíamos el paje con el lirio, la paloma o el resplandor que ciega los ojos. Después la princesa se ponía triste; por entretenerla placianos divagar sobre el amor con sutiles argumentos; i a la postre manchábamos su corpiño blanco con la más roja rosa que hubo en nuestro jardín.
La ciudad se había despertado. El esquilón de las viejas iglesias llamaba con insistencia. Era la hora de recitar la Letanía de Nuestro Señor Don Quijote, i quijotescamente íbamos al templo, i como no era de salirse sin algún brote de piedad, murmurábamos oraciones:

Manos blancas, lirios pulcros,
loco de tanto ignorar
voy a ponerme a gritar
al borde de los sepulcros:
Señor! Que la fe se muere;
Señor! cura mi dolor.
Miserere! Miserere!:
dame tu mano, Señor!

III

Así te aprendimos a amar, glorioso príncipe de poesía que hoy has hecho viaje a la estrella más radiante de la Eternidad.
Desde que supimos el santo culto de la belleza, pusimos al pie de tu nombre una rosa de devoción i ella esparció aromas junto a mujeres hermosas que de seguro no te entendieron, pero que se regocijaron en gran extremo oyendo la melodía de tu dulce serenata.
I no sólo esto, divino Rubén. Aún en la furtiva cita de la novia, nos dimos manera de decirle suaves frases arrancadas de tus libros ¡I sabes tu lo supremo de ese homenaje, gran sabedor de todo gesto lírico, cuando con las manos en su dueño, perdido el corazón de intensa enfermedad, apenas acierta el labio a balbucear las palabras de propósito firme i de santa esperanza!


VICTOR MANUEL ALBORNOZ.

“Hacia El Ideal” N° XVI Febrero 1916.

D I S C U R S O

Author: Teodoro Albornoz /

PRONUNCIADO POR EL DIRECTOR DEL MUSEO MUNICIPAL “REMIGIO CRESPO TORAL” AL AGRADECER LA DONACION DEL RETRATO Y PRESEAS DEL CAPITAN ELIA LIUT


Excelentísimo Señor Presidente de la República;
Señor Alcalde de la Ciudad;
Señor Presidente del Comité “Elia Liut” y Representante de la familia del gran Aviador;

Señores:

Las dos alas que le nacen al cerebro –cuando piensa—, las dos alas que le crecen al corazón—cuando ama—simboliza lo que puede la idea y lo que logra el sentimiento cuando el cerebro y el corazón reciben el impacto de un impulso noble y generoso que les hace vibrar y desprenderse de su centro habitual para magnificarse y ponerse en camino de lo alto.

Nada más asombroso que el anhelo de ascensión latente en toda la maravilla ecuménica. La liana nacida al fondo del precipicio se pone de puntillas para florecer al ras de la cumbre; la boca putrefacta del fango solloza la angustia de ser fango, y esa queja se ilumina y conoce también del vuelo al transformarse en fuego fatuo.

Y, así, el ansia de altura adviértese desde el misterio biológico que coloca alas en los obscuros lomos de la hormiga; hasta la esperanzada visión del creyente que con los ojos de la fe mira las catorce alas fulgurantes de cada uno de los arcángeles que custodian el soberano trono de Dios.

La materia, aún la que parece mas somnolienta en el letargo, halla igualmente su apoteosis. La dura entraña del metal se mueve sensitiva al contacto creador con que la hace vibrar el humano ingenio: al chispazo de la fragua, despierta de su inercia, y de su carne tasajeada brota el portento de la industria.

El hierro, el carbono, el acero, el aluminio cobran alas. Y el avión se desprende de lo telúrico, domina las ciudades, flanquea las cordilleras, cabalga sobre las nubes y enseñoréase en el campo sin meta de los espacios, trepidante y encendido el motor, lo mismo que un pecho que jadea en la ansia heroica de subir a lo mas alto para clavar allí la enseña de su ideal.

El avión –sea este el frágil y chico de hace treinta años o la gigante fortaleza de ahora—es el carro con alas que por la pista del aire se lanza a las aventuras sin término en esta carrera de superación en que se empeña la humanidad para llegar a una meta que ni se ve ni se adivina, cubierta como está por el telón que solo el tiempo –señor de todo—habrá de descorrer cuando algún día el futuro deje de ser futuro para llamarse fin.

Ver lo de abajo –sintiéndose arriba—satisface al espíritu que gusta de recrearse con el espectáculo siempre viejo y siempre nuevo que ofrece esta pelota de tierra que rueda por el orbe.

El asiento de pilotaje es ya un lugar de dominio, cuando desde allí se imprime rumbo, se sigue una marcha, se abre un nuevo sendero. Ese fue el mérito inigualado de Elia Liut, el gran caballero de los grandes vuelos, el adalid del esfuerzo, el que supo abrirse paso por rutas inéditas todavía, el que tuvo la audacia de lanzar su vehículo aéreo entre las olas del océano sideral, para hender la bruma, para abordar a la ventisca, para hundirse en el misterio, para compenetrarse de infinito!

Hoy retorna Liut a Cuenca, no ya en «El Telégrafo I», sino en las alas intangibles del recuerdo que palpita mas que nunca vivo –vivo, con la vida que suele imprimir la posteridad a quien es digno de ella—al volverlo a ver, resucitado por la magia del arte, en la misma gallarda apostura de su jornada triunfal de hace treinta y dos años.

¡Qué emoción suscita tener a la vista prendas que fueron suyas, porque las usó o porque él las conquistara!: aquí está el gorro que cubrió su frente soñadora, aquí la casaca bajo la cual latió su noble corazón; aquí está la hélice del biplano que obedeció a su recia voluntad, aquí la brújula que le indicara la senda de las hazañas sin nombre, aquí las preseas que la gratitud de un pueblo le ofrendó. Todo un acervo de gloria, que no podrá devorar la muerte, porque hay en él simiente de perennidad.

El Museo «Remigio Crespo Toral» sabrá conservar con cariño y respeto estas reliquias de un ayer que, por su importancia, pertenece ya a la historia. A quienes tan muníficamente las han donado, la Municipalidad de Cuenca expresa su mas rendido agradecimiento, que os ruego trasmitir, señor Crespo Ordóñez, a vuestros representados, señora Carmen Angulo de Liut y doctor Jorge Vallarino.

El insigne aviador, adoptado como Hijo de esta Ciudad por resolución justiciera de su Ilustre Ayuntamiento, se incorpora, por derecho de afecto y por razón de sus proezas, a las celebridades de que se ufana Cuenca. Elia Liut bien puede hombrear con aquellos varones que fueron prototipos de acción y paladines magníficos de heroísmo.

Que lección de osadía, señores, la que Liut ofreciera en hora inolvidable, al otear los horizontes desconocidos por encima de las crestas andinas, en frágil nave, pero seguro de sí mismo, en la soberbia actitud de domador de los vientos, émulo de los cóndores, rival de las nubes que visitan los mas elevados sitiales del firmamento.

Que la enseñanza dada ayer por Liut se haga también dinamia en los actos y en las aspiraciones del presente; pero que esto suceda sobre todo en lo moral, en lo que atañe a la conciencia, en lo que toca a la dignidad del hombre, hoy mas que nunca enfermo de bajezas.

Que las generaciones de ahora aviven el ideal de encumbramiento; que propendan a mantenerse siempre en las alturas del esfuerzo y la superación; y que, sintiéndose apta para los grandes vuelos, abran orgullosamente las alas: las alas de la mente, las alas del corazón, las alas del espíritu!


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

Cuenca, 4 de Noviembre de 1952.



CUENCA.-

Author: Teodoro Albornoz /

La ciudad de los cuatro ríos que nacen casi juntos en las vertientes orientales de la gran cordillera occidental de los Andes; los mas cercanos en sus orígenes al inmenso mar de Balboa, del que sólo distan setenta kilómetros; los que al saludarla con sus diferentes melodías, según el caudal y el color de sus cristalinas y puras aguas, la rodean y se juntan en el inmediato confín oriental de su florida y extensa planicie del Machángara, saturada con los perfumes de los retamales, para formar allí el tronco céntrico del gran árbol fluvial que con sus potentes ramajes al norte y al sur de la América meridional, forman el rey de los ríos del mundo, el imponente Amazonas, que hunde sus raíces en el Océano Atlántico, cien kilómetros fuera de las costas del Brasil.

Esta Cuenca, tan amena, tan alegre y pintoresca, es ciudad del Ecuador, capital de la provincia del Azuay, en sud América. Por esta Cuenca, origen físico, natural y geográfico del río Amazonas, descubierto por ecuatorianos.

Quiero presentar a los historiadores todos de América, un interrogante histórico, para evitar en lo sucesivo que se siga dando un calificativo inapropiado y erróneo por falta de análisis y de lógicas deducciones.

Los poetas cantan las bellezas del Tomebamba, los Cármenes del Tomebamba, la gracia, pureza y encanto de la mujer del Tomebamba, la fecunda musa del Tomebamba y repiten Tomebamba en la creencia que ese era el nombre de la ciudad fundada por Tupac-Yupanqui, donde nació Huaim-nacapac, y embellecida por él, con suntuosos palacios, templos y conventos; y, que luego Gil Ramírez Dávalos, escogió ese mismo sitio para fundar la Ilustre ciudad de Cuenca.

Nada tan falsa y errónea como esta, al perecer, histórica suposición.

Muerto Huaim-nacapac en Quito, ultimo soberano del gran imperio de los Incas, este se fraccionó en dos partes: la del norte, con capital Quito, la dejó Huaim-nacapac en su testamento a su hijo Hatahallpa, nacido allí y de madre quiteña; y, la del sur, a su hijo Huascar, hijo de Raba-Ocllo, con el Cuscu como capital.

La ambición de Huascar, quien quería ser el único soberano del Tahuantinsuyo, le hizo despachar embajadores a Quito a sobornar a los cañaris, los que se sublevaron contra Atahuallpa. Sabedor Huascar del buen resultado obtenido por sus emisarios, despachó nuevas tropas, para fortificar la ciudad cañari fundada por su abuelo, con templos y palacios y que era el foco céntrico de la sublevación.

A su vez, sabedor Atahuallpa del avance de las tropas peruanas, alistó su ejército y salió a combatirlos. Atacó la ciudad insurrecta y después del tercer día de encarnizada lucha, se replegó a las montañas occidentales. A la madrugada del siguiente día, cuando las tropas cañaris y peruanas estaban en plena orgía, festejando el triunfo de la víspera, vuelve a atacarlos Atahuallpa con los suyos, los derrota y los aniquila por completo. En el colmo de su furor y venganza, ordena que sean pasados a cuchillo todos los habitantes, hombres, mujeres, ancianos, niños, sacerdotes y vírgenes del sol; además, que fueron demolidos todos los templos, conventos, palacios y las casas de la ciudad y que no quedase piedra sobre piedra.

Y la bella y populosa ciudad fundada por el Inca conquistador de estos territorios y embellecida por Huaim-nacapac, el inca más grande, sabio y poderoso del Imperio Tahuantinsuyo, quedó reducida a Tomebamba, por el monarca Shyri, Atahuallpa.

Y que es Tomebamba?

Palabra quichua cañarizada.

En quichua es Tumipampa, que se descompone así:

Tumi, significa cuchillo, acuchillar, y pampa, es planicie, llanura.

Si la ciudad cañari donde nació Huaim-nacapac, fue reducida a Tomebamba, o sea a planicie de degüello, cómo se llamaba anteriormente?.

Cómo se llamaba esta ciudad reducida a escombros por el monarca Atahuallpa?

Los primeros españoles que avanzaron, vieron esas enormes ruinas y preguntaron lo que ellas significaban, a lo que los moradores comarcanos contestaron apropiadamente en su idioma quichua, Tomebamba; y ese nombre lo anotaron como lugar de referencia, sin analizar lo que esa palabra significaba.

Ahora, descomponiendo y analizando sabemos que la traducción quichua de esa palabra Tomebamba; pero, no el nombre de la ciudad que fue reducida a Tomebamba.

Y entonces, que nombre tenía la ciudad fundada por Tupacyupanqui, antes de ser convertida en Tomebamba por su nieto Atahuallpa?

He allí el interrogante repetido en varias formas que presentamos a consideración de los hombres de letras, especialmente los historiadores y diplomáticos del Ecuador, para su estudio y resolución.

N. N.