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D I S C U R S O

Author: Teodoro Albornoz /

PRONUNCIADO POR EL DIRECTOR DEL MUSEO MUNICIPAL “REMIGIO CRESPO TORAL” AL AGRADECER LA DONACION DEL RETRATO Y PRESEAS DEL CAPITAN ELIA LIUT


Excelentísimo Señor Presidente de la República;
Señor Alcalde de la Ciudad;
Señor Presidente del Comité “Elia Liut” y Representante de la familia del gran Aviador;

Señores:

Las dos alas que le nacen al cerebro –cuando piensa—, las dos alas que le crecen al corazón—cuando ama—simboliza lo que puede la idea y lo que logra el sentimiento cuando el cerebro y el corazón reciben el impacto de un impulso noble y generoso que les hace vibrar y desprenderse de su centro habitual para magnificarse y ponerse en camino de lo alto.

Nada más asombroso que el anhelo de ascensión latente en toda la maravilla ecuménica. La liana nacida al fondo del precipicio se pone de puntillas para florecer al ras de la cumbre; la boca putrefacta del fango solloza la angustia de ser fango, y esa queja se ilumina y conoce también del vuelo al transformarse en fuego fatuo.

Y, así, el ansia de altura adviértese desde el misterio biológico que coloca alas en los obscuros lomos de la hormiga; hasta la esperanzada visión del creyente que con los ojos de la fe mira las catorce alas fulgurantes de cada uno de los arcángeles que custodian el soberano trono de Dios.

La materia, aún la que parece mas somnolienta en el letargo, halla igualmente su apoteosis. La dura entraña del metal se mueve sensitiva al contacto creador con que la hace vibrar el humano ingenio: al chispazo de la fragua, despierta de su inercia, y de su carne tasajeada brota el portento de la industria.

El hierro, el carbono, el acero, el aluminio cobran alas. Y el avión se desprende de lo telúrico, domina las ciudades, flanquea las cordilleras, cabalga sobre las nubes y enseñoréase en el campo sin meta de los espacios, trepidante y encendido el motor, lo mismo que un pecho que jadea en la ansia heroica de subir a lo mas alto para clavar allí la enseña de su ideal.

El avión –sea este el frágil y chico de hace treinta años o la gigante fortaleza de ahora—es el carro con alas que por la pista del aire se lanza a las aventuras sin término en esta carrera de superación en que se empeña la humanidad para llegar a una meta que ni se ve ni se adivina, cubierta como está por el telón que solo el tiempo –señor de todo—habrá de descorrer cuando algún día el futuro deje de ser futuro para llamarse fin.

Ver lo de abajo –sintiéndose arriba—satisface al espíritu que gusta de recrearse con el espectáculo siempre viejo y siempre nuevo que ofrece esta pelota de tierra que rueda por el orbe.

El asiento de pilotaje es ya un lugar de dominio, cuando desde allí se imprime rumbo, se sigue una marcha, se abre un nuevo sendero. Ese fue el mérito inigualado de Elia Liut, el gran caballero de los grandes vuelos, el adalid del esfuerzo, el que supo abrirse paso por rutas inéditas todavía, el que tuvo la audacia de lanzar su vehículo aéreo entre las olas del océano sideral, para hender la bruma, para abordar a la ventisca, para hundirse en el misterio, para compenetrarse de infinito!

Hoy retorna Liut a Cuenca, no ya en «El Telégrafo I», sino en las alas intangibles del recuerdo que palpita mas que nunca vivo –vivo, con la vida que suele imprimir la posteridad a quien es digno de ella—al volverlo a ver, resucitado por la magia del arte, en la misma gallarda apostura de su jornada triunfal de hace treinta y dos años.

¡Qué emoción suscita tener a la vista prendas que fueron suyas, porque las usó o porque él las conquistara!: aquí está el gorro que cubrió su frente soñadora, aquí la casaca bajo la cual latió su noble corazón; aquí está la hélice del biplano que obedeció a su recia voluntad, aquí la brújula que le indicara la senda de las hazañas sin nombre, aquí las preseas que la gratitud de un pueblo le ofrendó. Todo un acervo de gloria, que no podrá devorar la muerte, porque hay en él simiente de perennidad.

El Museo «Remigio Crespo Toral» sabrá conservar con cariño y respeto estas reliquias de un ayer que, por su importancia, pertenece ya a la historia. A quienes tan muníficamente las han donado, la Municipalidad de Cuenca expresa su mas rendido agradecimiento, que os ruego trasmitir, señor Crespo Ordóñez, a vuestros representados, señora Carmen Angulo de Liut y doctor Jorge Vallarino.

El insigne aviador, adoptado como Hijo de esta Ciudad por resolución justiciera de su Ilustre Ayuntamiento, se incorpora, por derecho de afecto y por razón de sus proezas, a las celebridades de que se ufana Cuenca. Elia Liut bien puede hombrear con aquellos varones que fueron prototipos de acción y paladines magníficos de heroísmo.

Que lección de osadía, señores, la que Liut ofreciera en hora inolvidable, al otear los horizontes desconocidos por encima de las crestas andinas, en frágil nave, pero seguro de sí mismo, en la soberbia actitud de domador de los vientos, émulo de los cóndores, rival de las nubes que visitan los mas elevados sitiales del firmamento.

Que la enseñanza dada ayer por Liut se haga también dinamia en los actos y en las aspiraciones del presente; pero que esto suceda sobre todo en lo moral, en lo que atañe a la conciencia, en lo que toca a la dignidad del hombre, hoy mas que nunca enfermo de bajezas.

Que las generaciones de ahora aviven el ideal de encumbramiento; que propendan a mantenerse siempre en las alturas del esfuerzo y la superación; y que, sintiéndose apta para los grandes vuelos, abran orgullosamente las alas: las alas de la mente, las alas del corazón, las alas del espíritu!


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

Cuenca, 4 de Noviembre de 1952.



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