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Cuenca, ciudad hermosa

Author: Teodoro Albornoz /


Entre temerosas y amantes, las montañas que le forman círculo dan ancho lugar para que Cuenca se convierta en verdadero sitio de delicias. Tierra fértil la suya, perennemente se cubre de lozanía contribuyendo a ello el agua derramada de cuatro ríos, que hacen pensar en cuatro perlas de rocío resbalando al corazón de una flor. A las ventajas derivadas del clima delicioso, se unen las que le prestan la belleza del suelo.

Hacía Tarqui, en extensa pradería retoza el ganado. Es el Machachi de la provincia, ha dicho un escritor, y, en efecto solo presta admirablemente para la industria ganadera.

Del otro lado por la colina de Cullca, por el tejar, por Milchichig, por Machángara los maizales son tentación de tordos y gorriones. Bajo el sol de Julio se hace la cosecha, se amontona la mies en parva y, en lo mas alto, se forma de dos ramas una cruz: así dicen, Dios protegerá la riqueza del labriego.

Seto de la heredad, el maguey afila sus triangulares pencas, que apenas logran detener al asedio del colegial que, venciendo la espinosa barrera, va en pos del capulí que, por Febrero, muestra en sazón su cereza carmesí. Es este el árbol heráldico de nuestras tierras, que no rinde el cetro a ningún otro, ni siquiera el eucalipto que por pampas y collados va extendiendo su imperio.

Maravilla son huertos y jardines. Allá la vista queda absorta por los naranjales en que la novia busca escenario a sus ensueños; aquí, en grupo abigarrado, el membrillero verdea, el chirimoyo muéstrase en flor, el duraznero revienta en frutos; y por doquiera el suelo se alfombre de la berza en repollo, de la calabacera que se arrastra, de la zanahoria que ruborizada se oculta en tierra. Junto a las espadañas empenechadas airosamente, el GIGANTON muestra la AGUACOLLA solitaria, blanca y perfumada magnolia orgullo de la campiña. La retama pródiga en oro, ofrenda digna de altar de Noche Buena, apenas si deja espacio al romero cuyo cáliz azulado guarda la miel que las abejas liban. Cerca de la casa, el jazmín argentado, el clavel purpúreo, la arirumba amarilla, la violeta morada, el geranio multicolor, el lirio sin mácula, la rosa aristocrática, el mysootis, la amapola, el alhelí………

Imposible de ponderar los encantos de una región cual

milagro de belleza de sus mujeres.

Las calles uniformes, tiradas a cordel; las plazas, casi en silencio: todo contribuye a formar un ambiente cariñoso, por así decirlo, que hace pensar el algo que se acerca a la dicha codiciada. El divino Luis sintiérase lejos del ruido mundanal y su alma se adurmiera en no rompido sueño; Rodembach olvidara a Brujas la Muerta; y Meeterlink hallaría la clave de algún maravilloso poema.

¿Se puede no amar a Cuenca?
Aquí en este repecho de los Andes, la vida corre sin correr, despacio y sin tropiezos, como el agua de algunos de sus ríos cuyo curso dificultase averiguar por lo tranquilo y manso. Los montes son murallas que resguardan las costumbres patriarcales y el acervo de virtudes, timbre y prez de honrados ascendientes. Somos sanos y robustos, con vigor de campesinos nutridos de leche rebosante y de pan de trigo.

Se ama a la Patria por sus mas hondas raíces. A mas de se significación simbólica hallamos en ella el concepto primitivo: la patria es el hogar, el hogar es la familia. Qué cuadro!; aquí la abuela temblorosa espera con frugal comida acemita fresca, corderuelo asado; allí, la esposa sin descuidar de sus labores, con los rollizos hijos en brazos; allá, el padre sudoroso el rostro, el ánimo en tensión, en la noble epopeya del trabajo. Al venir de la noche, la quietud de los valles llega hasta la casa o la cabaña, las voces con que se cunea al recién nacido son de querella y suavidad y como todos se acuestan temprano, las luces se apagan presto. Es así como está realizado, de tiempo atrás lo que André pedía para el salvajismo cultural de Europa: la unión de estos elementos: puericultura, viricultura y agricultura; que a la verdad gustamos de vivir en el cortijo, no somos reacios en padrear y sabemos mantener los hijos con el sustento arrancado a Natura pródiga.

Tal vida resulta un canto de amor: amor a Dios, a la Patria y al hogar; pero toda en ambiente censillo, como de cosa natural. El creyente golpéase el pecho en la oscuridad; el patriota muere en cualquier ya olvidada lucha tras realizar proezas dignas de sonoro elogio; el jefe de familia descuaja montes o seca pantanos: todos no hacen sino cumplir con su deber, palabra que aquí se traduce por fe y abnegación.


VICTOR MANUEL ALBORNOZ


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