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CORNELIO CRESPO TORAL

Author: Teodoro Albornoz /

El 4 de Febrero de 1855 nace en Cuenca del Ecuador Cornelio Crespo Toral, imponiéndole el sacramento del bautismo su tío carnal el ilustre sacerdote Remigio Esteves de Toral, quien algunos años después llega a ocupar el Obispado de esta Diócesis.

Con sobra de merecimientos, Cornelio Crespo Toral debe figurar en la fecunda y rica capa intelectual de donde brotan, a mediados del siglo anterior, las figuras sobresalientes de los cuatro hermanos Crespo Toral: Roberto, periodista de fácil pluma, cuyo nombre está vinculado a todas las empresas de progreso emprendidas en las ciudad, pues con igual entusiasmo delínea y hace construir nuevas avenidas para recreo estético, como funda instituciones de crédito o instala la primera planta hidro-eléctrica en su tierra natal; Remigio, el insuperado polígrafo que en la amplitud de sus vuelos descubre todos los horizontes, produciendo obras de múltiples géneros, en los cuales campea su originalidad de forma y de concepción; Manuel, poeta y escritor que hubiera caminado lejos en sus aspiraciones literarias, si la muerte no las cortara en hora prematura; y Cornelio, a quien consagro esta justiciera recordación con motivo de que la benemérita Municipalidad cuencana acaba de realizar un acto encomiable de justicia al disponer que sus restos mortales se los traslade a la sección últimamente construida en el cementerio de esta ciudad para honrar a los personajes eximios que por sus cualidades cívicas y morales constituyen honra y prez del Azuay y la Patria toda.

Cornelio Crespo Toral, varón insigne, ha permanecido casi en la penumbra, acaso porque la amó tanto en su vida con una modestia ejemplar que le nacía del fondo de su corazón, en el cual la humildad jesucristina había echado las anclas para retenerle en ese puerto de seguridad de las almas grandes. Tal vez no hay lugar a equívoco al decir que las generaciones actuales lo desconocen o al menos no aprecian en su exacto valer las altas cualidades que lo distinguieron. Tal preterición es completamente injusta, ya que este preclaro cuencano merece sitial destacado entre los mas dignos de renombre y de loor. Hay, pues, que redescubrirlo, sacarlo de las sombras del olvido y exhibirlo a plena luz de la verdad, para que se vea que este personaje es de los que, en el Ecuador, dan lustre a la Iglesia y a la Nación con los nítidos timbres de sus virtudes y de su saber.

Terminados con lucimiento sus estudios de educación primaria y luego de la secundaria, Cornelio Crespo Toral sigue con notable aprovechamiento los cursos de Jurisprudencia y Teología. Dedícase luego al magisterio, primero en Cuenca y después en la República de Chile, en la que permanece por varios años en tres ocasiones. A su regreso a la Patria, abraza el sacerdocio, en el que descuella por su fructífero apostolado.

Periodista infatigable, lo mismo interviene en las luchas candentes de su época acerca de materias religiosas que en las pacíficas excursiones por los campos de las bellas letras: en “La Luciérnaga”, en “El Correo del Azuay”, en “El Progreso”, en el “Boletín del Santo Cenáculo”, en “El Deber”, en “La Unión Literaria” y en varias otras publicaciones asoman sus estudios eruditos, de estilo claro y preciso que contiene como garfios de oro la excelencia de su doctrina.
Desempeñando las cátedras de Derecho Publico Eclesiástico, de lengua latina y francesa, de Elocuencia Sagrada y Teología moral, por largos años ocupa los puestos, primero de Vicerrector y luego de Rector del Colegio Seminario de Cuenca, en el que sus dotes de organizador y su admirable laboriosidad consiguen acrecentar el prestigio bien cimentado de ese establecimiento de enseñanza.

En varias ocasiones asiste al Congreso Nacional como Diputado por la Provincia del Azuay, poniendo entonces en evidencia, como siempre, su probidad y preparación, no menos que el decoro inherente a todos sus actos. Igual proceder le honra en su desempeño como miembro del Consejo de Estado. Su elocuencia se desborda lo mismo en el púlpito sagrado que en la tribuna del Poder Legislativo.

En su condición de miembro prominente del Clero ecuatoriano se le confieren altas distinciones: Canónigo Honorario de la Catedral de Cuenca, Canónigo Doctoral de la Metropolitana, Vicario del Arzobispo de Quito. El Obispo de la Serena, en Chile, le insta a que tome la dirección del Seminario Conciliar de aquella ciudad. El Arzobispo de Buenos Aires lo nombra su consultor.

Reacio a los honores, siéntese abrumado por ellos; pero su modestia no puede resistir mas cuando el Delegado de la Santa Sede Apostólica en el Ecuador, Monseñor José Macchi, le propone en nombre del Sumo Pontífice que acepte ser Obispo auxiliar de Cuenca: herida entonces su humildad en lo mas sensible, estalla entonces en sollozos y se niega categóricamente a aceptar tal dignidad.

Su corazón manso y piadoso desbórdase incontenible por los senderos de la caridad, de la verdadera caridad que cura las heridas del cuerpo y del alma, que socorre al desvalido y lo alienta, mas que con el pan de trigo, con la dádiva generosa del consuelo, del consejo, de la íntima confortación espiritual. Llega a los hogares como una bendición, se alza en la cátedra como el fanal que horada la oscuridad y la siembre de luz; se anonada en los altares como el grano del incienso que el pebetero de la adoración se deshace en aromas para elevarse al cielo.

Lo que da especial relieve a la personalidad de Cornelio Crespo Toral son sus inexorables dotes de eximio educador y magnífico conductor de juventudes. Desde bien temprano demuestra su predisposición a las sacrificadas tareas del auténtico magisterio, pues las inicia cuando apenas cuenta veinte años de edad. Con la suavidad de sus modales inspira simpatía a sus discípulos; con el conocimiento y hondura en los métodos que aplica y con el dominio de las materias que dicta, consigue formar una pléyade de ingenios que pronto sobresale en la República.

Pero no solo la cátedra le sirve para amaestrar. Recurre a un medio de difusión mas amplio, de mayor perdurabilidad. Y consecuente con los ideales que siempre preconiza orietándolos con nobles ideas hacia el proceder rectilíneo en el pensamiento y en la acción del individuo, escribe numerosos opúsculos de diversa índole. Su esfuerzo final lo destaca el valioso libro en que resume la ambición de su vida, no otra que el título que lleva la obra que publica con el título de LA EDUCACIÓN CRISTIANA DE LA JUVENTUD. Dos ediciones se hacen: LA PRIMERA EN Chile y la segunda en Alemania. Ambas alcanzan merecida resonancia en la época de su aparición, la que no hay duda que se mantiene hasta ahora por los problemas que estudia, por las soluciones que plantea y, en una palabra, por las normas que señala para la cabal formación de juventudes sanas y bien preparadas para la rectitud en la vida.

Cornelio Crespo Toral confunde en uno solo el heroísmo del magisterio y el heroísmo del altar, pues bien sabe que en ellos lo que debe predominar siempre es la rectitud en el propósito y en el hecho, porque solo así se encuentran los caminos adecuados para quien quiere servir a Dios y a la humanidad, como él –Cornelio Crespo Toral—dio ejemplo de servirlos con celo y abnegación.

Tal fue el recorrido que en la tierra hizo Cornelio Crespo Toral. Así transcurrieron sus días, hasta que en la mañana del 8 de Setiembre de 1904 recibió el ósculo de la muerte y se le otorgó la perenne aurora a su espíritu. Que a la parte perecedera se le de ahora respetuosa acogida en el panteón de los hombres ilustres, ya que es justo que el Ecuador lo honre y que Cuenca mantenga siempre vivos los resplandores de su recuerdo bienhechor .


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

Cuenca, Agosto 15 de 1973.

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