Guayaquil, Marzo 9 de 1893.
Señor Don José Peralta.
CUENCA.
Muy señor mío:
Sin ninguna sorpresa he leído la carta abierta que U. me ha enderezado, con ánimo de que por miedo de su pluma, célebre ya para las pasquinadas, le entregue buenamente mil pesos que asegura Ud. que le debo, y digo sin sorpresa, porque conozco a U. muy a fondo: le he visto pelear con su propio padre por miserias, y creo que es U. muy capaz de enristrar su puñal de dos filos envenenados, como flecha de salvaje, para pedir la honra o la bolsa, bien así como los salteadores de caminos piden la bolsa o la vida.
En contestación a tal carta, principiaré por decirle que, efectivamente, cuando supe que U. intentaba obtener la prohibición de la venta de mis bienes, envié poder e instrucciones a un distinguido abogado de Cuenca. Decíale a éste, en la carta que le escribí con tal objeto, poco más o menos lo que sigue: “Tengo conocimiento de que un mal hombre, llamado José Peralta, pretende notificarme judicialmente, so pretexto de que le debo mil pesos, no encontrando seguramente otra manera de pagarme los servicios que le presté en la época de su indigencia, cuando andaba en sus peregrinaciones cuasi políticas. Ocurro a U. para encargarle mi defensa a fin de que U. ponga a raya a ese sujeto &a” …. Recomendé, pues, la defensa en general, sin concretar instrucciones, ya que no conocía el curso de las diligencias judiciales, y mi abogado sabía lo que tenía que hacer.
Ahora, viniendo a lo principal debo recordar primeramente a U. ciertos antecedentes, para darle la respuesta terminante. Recuerde U. que por el año de 1882 se me presentó en Zaruma, llamándose hijo de un primo mío, Canónigo de la Catedral de Loja, y reclamando mi protección, como sobrino; que yo se la otorgué, no sólo aplacando sus hambres, sino dándole un empleo lucrativo, proporcionándole crédito y poniéndole en aptitud de participar en los negocios que entonces se hacían en ese lugar; que poco tiempo después lo traje a Guayaquil, a mi costa, le presenté en el círculo de mis relacionados; y, por último, a propuesta de U. conseguí, mediante el influjo de mis amigos, venderle media barra en las minas de Pacayurco, siendo previamente convenido que la mitad del precio debía de ser para mí. En virtud de este acuerdo, y después de haberle entregado yo en dinero efectivo los mil pesos que le correspondían, me dio U. en seguida una orden contra el señor Vergara, por la parte que me pertenecía, sin exigirme recibo ni comprobante alguno que, por cierto, no había motivo para qué, desde que quedaron así deslindados nuestros derechos respectivamente; orden o letra de la cual se ha acordado, después de nueve años, porque cree U. que yo tengo dinero para regalar, de miedo de ser insultado por la prensa. ¡Tamaña equivocación!
Puede U. publicar no sólo las nueve cartas que se encuentran en la administración de “El Diario de Avisos,” según se me ha dicho, sino novecientas noventa y nueve, o más, que no me arrancará el dinero, ni otra contestación, en lo sucesivo, que el desprecio con que acostumbro pagar a los canallas. –Para manifestar mi respeto al público, he descendido a escribirle ésta, que pone en claro las cosas, y basta y sobra. Esto no se opone a que le castigue, cuando sea necesario.
Manuel Federico Muñoz S.
(1) “El Diario de Avisos” se ha negado a publicar esta contestación, y luego seguirá escribiendo sobre la Propaganda de la Prensa…….
Imp. “La Nación”
Señor Don José Peralta.
CUENCA.
Muy señor mío:
Sin ninguna sorpresa he leído la carta abierta que U. me ha enderezado, con ánimo de que por miedo de su pluma, célebre ya para las pasquinadas, le entregue buenamente mil pesos que asegura Ud. que le debo, y digo sin sorpresa, porque conozco a U. muy a fondo: le he visto pelear con su propio padre por miserias, y creo que es U. muy capaz de enristrar su puñal de dos filos envenenados, como flecha de salvaje, para pedir la honra o la bolsa, bien así como los salteadores de caminos piden la bolsa o la vida.
En contestación a tal carta, principiaré por decirle que, efectivamente, cuando supe que U. intentaba obtener la prohibición de la venta de mis bienes, envié poder e instrucciones a un distinguido abogado de Cuenca. Decíale a éste, en la carta que le escribí con tal objeto, poco más o menos lo que sigue: “Tengo conocimiento de que un mal hombre, llamado José Peralta, pretende notificarme judicialmente, so pretexto de que le debo mil pesos, no encontrando seguramente otra manera de pagarme los servicios que le presté en la época de su indigencia, cuando andaba en sus peregrinaciones cuasi políticas. Ocurro a U. para encargarle mi defensa a fin de que U. ponga a raya a ese sujeto &a” …. Recomendé, pues, la defensa en general, sin concretar instrucciones, ya que no conocía el curso de las diligencias judiciales, y mi abogado sabía lo que tenía que hacer.
Ahora, viniendo a lo principal debo recordar primeramente a U. ciertos antecedentes, para darle la respuesta terminante. Recuerde U. que por el año de 1882 se me presentó en Zaruma, llamándose hijo de un primo mío, Canónigo de la Catedral de Loja, y reclamando mi protección, como sobrino; que yo se la otorgué, no sólo aplacando sus hambres, sino dándole un empleo lucrativo, proporcionándole crédito y poniéndole en aptitud de participar en los negocios que entonces se hacían en ese lugar; que poco tiempo después lo traje a Guayaquil, a mi costa, le presenté en el círculo de mis relacionados; y, por último, a propuesta de U. conseguí, mediante el influjo de mis amigos, venderle media barra en las minas de Pacayurco, siendo previamente convenido que la mitad del precio debía de ser para mí. En virtud de este acuerdo, y después de haberle entregado yo en dinero efectivo los mil pesos que le correspondían, me dio U. en seguida una orden contra el señor Vergara, por la parte que me pertenecía, sin exigirme recibo ni comprobante alguno que, por cierto, no había motivo para qué, desde que quedaron así deslindados nuestros derechos respectivamente; orden o letra de la cual se ha acordado, después de nueve años, porque cree U. que yo tengo dinero para regalar, de miedo de ser insultado por la prensa. ¡Tamaña equivocación!
Puede U. publicar no sólo las nueve cartas que se encuentran en la administración de “El Diario de Avisos,” según se me ha dicho, sino novecientas noventa y nueve, o más, que no me arrancará el dinero, ni otra contestación, en lo sucesivo, que el desprecio con que acostumbro pagar a los canallas. –Para manifestar mi respeto al público, he descendido a escribirle ésta, que pone en claro las cosas, y basta y sobra. Esto no se opone a que le castigue, cuando sea necesario.
Manuel Federico Muñoz S.
(1) “El Diario de Avisos” se ha negado a publicar esta contestación, y luego seguirá escribiendo sobre la Propaganda de la Prensa…….
Imp. “La Nación”
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