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ANDRES HURTADO DE MENDOZA,

Author: Teodoro Albornoz /


FUNDADOR DE LA CIUDAD DE CUENCA


En la fundación de Cuenca, en justicia toca primicia de gloria a este esclarecido varón, prototipo de caballerosidad y modelo de gobernante.

Hijo de don Diego Hurtado de Mendoza, primer Marqués de Cañete, y de la esposa de este doña Isabel de Bobadilla –ambos pertenecientes a las casa mas ilustras de la península ibérica—don Andrés Hurtado de Mendoza nace a principios del siglo XVI en la ciudad de Cuenca, en España. A la muerte de su padre, ocurrida en 1542, hereda el marquesado, así como el preciado título de Guarda-Mayor de la ciudad de su nacimiento.

En vista de sus notorias prendas de sagacidad e inteligencia, el Emperador Carlos V lo nombra en 1555 Virrey del Perú. Acepta el cargo, pero exigiendo salario de cuarenta mil ducados al año, a demás de llevar los mas amplios poderes para hacer administración a su manera, es decir, sintiéndose no el representante del Monarca, sino el Rey en persona. Así lo demuestra desde que hace su entrada en la pastusa Lima “con majestad real” el 29 de Junio del año citado.

Llega a América cuando la conquista está ya concluida, cuando el hierro exterminador no tiene por qué mantenerse en alto, en desmedro de la paz benéfica. Para realizar sus planes, atrae al elemento militar a la tranquilidad del hogar, en comunión con la tierra que no niega dádivas a quienes roturan su seno. Y, para conseguirlo, emplea el medio mas eficaz: la creación de núcleos poblacionales.

Dase cuenta cabal de la excelsitud de su obra. De ella declara paladinamente al Rey que eso es lo mejor de su acción administrativa, demostrando que su visión sabe alargarse para herir con dardo certero en la carne viva del futuro, cuando le escribe así: “Me ha parecido haber hecho en ello servicio a vuestra Majestad en ir dando orden con buena disposición que hay en ensancharle HACIENDO POBLACIONES en las tierras y provincias que hay en sus comarcas.” A los del Concejo de Indias enrostra la misma frase arrogante: “He hecho poblaciones, entradas para desaguar el reino de la gente que había, asientos de minas y otras muchas cosas que atenderán los que vinieren, que no tendrán que hacer sino recoger de aquí adelante el fruto de lo que yo he sembrado.” Explosiona el orgullo, cierto, pero derramado en chispas de luz desde la fragua de un pecho que enciende la sinceridad.

Insigne caballero, todo sabe hacerlo con franqueza propia de su temperamento. En su cometido de Virrey, el Marqués de Cañete pone a igual nivel la entereza de carácter y la magnanimidad en los procedimientos. No admite quien le preceda en achaques de honra, llega a Lima bajo palio, y para hacer ver quien es entra blandiendo estoque desnudo. Manda y no acepta réplica. “Soy ley viva y rey en carnes” exclama haciendo justicia y distribuyendo beneficios a su arbitrio. La nobleza de su ánimo le hace inclinar ante todo a favorecer a los indios procurándoles bienestar y defendiéndoles de quienes les extorsionan.

Riega el dinero a manos llenas, favoreciendo principalmente a los suyos. Si manda a su esposa, residente en España, joyas magníficas como esmeraldas y perlas, como vajillas de oro y otras prendas de igual valor, ayuda también a sus criados dándoles puestos de prestancia y repartiendo entre ellos cincuenta y cuatro mis pesos al año.

Como simple curiosidad, indicaré que el factor Bernardino de Romani denuncia al Concejo de Indias las prodigalidades del Marqués de Cañete, se le culpa de lo siguiente: “Hizo Gobernador de Quito a Gil Ramírez Dávalos con III mil pesos de salario y mandole que poblase un pueblo que se llama Cuenca y diole título de Guarda- Mayor de Cuenca con C pesos de salario.”….la hormiga, mirando con sus ojos de su pequeñez aquello que le sorprende y anonada, pues se halla por encima de su comprensión.

Con tales favorecimientos y grandes fastuosidades, don Andrés Hurtado de Mendoza irrita a los nobles y asombra a los criollos. Y si hemos de creer en el malintencionado chisme o calumnia que al Rey comunica el Conde de Nieva al fallecimiento de su antecesor en el cargo, el Marqués de Cañete hasta tuvo el proyecto de proclamarse Rey del Perú. (Carta dirigida desde Lima el 4 de Mayo de 1562). No es de creer en tal acusación, ya que la tizne del traidor no es la que puede manchar una lealtad comprobada en múltiples ocasiones; pero la misma magnitud de la calumnia demuestra que el Marqués se lo reputa con tales ejecutorias como son precisas para pretender alzarse con un imperio y asentar trono en él.

En vida y en los días subsiguientes a su muerte –la que ocurre en Lima, a principios de 1561—los enemigos de don Andrés Hurtado de Mendoza le hacen objeto de toda clase de acusaciones, basadas principalmente en el modo altivo y ostentoso con que se comporta, granjeándose por consiguiente escasas simpatías.

La crítica de hoy, por expresión autorizada de Francisco A. de Icaza, admite que el Marqués deja de existir consumido de “pena e ira por su fracaso”. Ello tiene algún fundamento, si se toma en cuenta que, dado su proceder irreductible, no dejaría de apesadumbrarle y llagarlo de enojos el que se designe persona que venga a su reemplazo. Penoso haríasele resignar el mando, entregándolo al designado por su Soberano; tan penoso, que la muerte quiso evitar la afrenta corriéndole los ojos antes de que ello suceda.

Que a veces se excede en sus atribuciones, como en el reparto de encomiendas, y que deja empobrecida la Hacienda Real en el Virreinato, no hay como negarlo, pues a veces prodiga o despilfarra el dinero; pero por encima de eso, prevalecen en Hurtado de Mendoza cualidades dignas de su prócer estirpe: aquella nobleza de abolengo, que se traduce en magnificencia; aquel denuedo de la espada, que muéstrase en la energía de mando; aquella exquisitez del ingenio, que aparece fúlgida en las disposiciones del mandatario. A tantos títulos une el mayor y el mas glorificador de todos: EL DE SER CREADOR DE PUEBLOS.

En la fundación de Cuenca, en América, en lo que se llama el Ecuador, es en donde mejor aureola su figura. Cuando la manda ejecutar, es su anhelo que esta ciudad forme prolongación de su Patria, constituyendo algo así como una parte de su mismo solar.

Y ello habrá de cumplirse entonces, ahora y después, mientras los Andes nos protejan con sus murallas de granito, mientras el río Tomebamba esté entonando su arrullo acariciador, mientras Paucarbamba la gentil siga produciendo flores para ornar las sienes de quien fue su fundador y hoy ostenta el signo de inmortalidad en la Historia.


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

Cuenca, Noviembre de 1974.


(Es una de las últimas producciones, si no la última, pues fallece el 26 de Octubre de 1975)

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