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NOTAS DE ARQUEOLOGIA CUZQUEÑA POR Jacinto Jijón y Caamaño.

Author: Teodoro Albornoz /

DIRECTOR

De la Academia Nacional de Historia

en Quito

Tirada Especial de la Revista “DIOS Y PATRIA”.

N° 22 y 23 – Abril y Julio de 1929.

RIOBAMBA –ECUADOR

Tip. y Enc. “La Buena Prensa del Chimborazo”

Notas de Arqueología Cuzqueña

I.- Coricancha del Cuzco y el Inca –pirca de Cañar

El eminente investigador Sr. Dr. D. Roberto Lehmann-Nistche, ha publicado hace poco un estudio muy notable, intitulado <>, que se editó primero en el tomo XXXI de la Revista del Museo de la Plata, y luego en Abril de 1928 en nítido volumen de 260 páginas.

Precede al estudio propiamente dicho, una erudita introducción bibliográfica, tras la cual entra el autor a tratar magistralmente de sus asunto, el cual divide en dos partes; en la primera se ocupa de la descripción del templo, en la segunda interpreta el dibujo que del altar mayor de Coricancha hizo Juan Santacruz Panchacuti Yamqui.

Para el asunto del presente ensayo, es la primera parte del estudio del investigador argentino la que más nos interesa. Después de transcribir lo que los cronistas dijeron acerca del Templo del Sol y de recordar las descripciones posteriores, especialmente la de Squier, confiesa que <> y añade: <> (pag. 54). Ya en páginas anteriores había escrito <>. Por lo cual después de recordar el plano de Squier, hecho <> afirma que tal <>. Lehmann-Nitsche visitó el Cuzco y entonces observó que <> (páginas 22-24).

Nosotros, también visitamos el Cuzco en 1928 y nos convencimos, como Lehmann-Nitsche, de que es imposible en el estado actual del monumento formarse una idea clara del plano de Coricancha; no se conservan sino unos cuantos muros de piedra, que no sabemos por qué el autor citado llama fundamentos; algunos de los que permanecen en pie estarán profundamente modificados; otros es probable que estén cubiertos por paredes más modernas; mientras de algunos únicamente quedarán los cimientos. Sólo extensas y costosísimas excavaciones, podrían revelar la traza primitiva del edificio, pero tal trabajo es casi imposible, pues en área ocupada por el antiguo Coricancha se yergue hoy uno de los monumentos de mayor valía que hay en el Cuzco, no sólo por su mérito artístico, sino por su significado histórico; el arqueólogo se vería pues, obligado a proceder con cautela suma, para no alterar las construcciones coloniales. Sospechamos, por ende, que pasarán muchos lustros antes de que se emprenda en semejante labor, ya que al americanista en el Cuzco se ofrecen innumerables temas de investigación, más fáciles y seductores, ya porque puede proceder con la mayor libertad por no existir construcciones vecinas, que es preciso respetar, como en Saxahuamán o Ollantaytambo, o por ser las que hay en contorno, de ningún mérito artístico, como en Haatunrrumiyoc; campos cualquiera de éstos en que se pueden esperar fundadamente más provechosos resultados e invertir con fruto años de tesonera labor y no pequeños caudales.

La reconstrucción hipotética del plano de Coricancha, basada en los informes de los antiguos cronistas, sería mucho más segura si conociésemos algún otro templo del Sol edificado por los Incas, en buen estado de conservación, en el que se advirtieran los mismos caracteres que los que se notan en los restos que quedan del Cuzco.

Alienta a emprender en la búsqueda de estas semejanzas el hecho bien conocido de que el Cuzco era el modelo que procuraban copiar, en lo posible en las nuevas ciudades que en su imperio fundaban los Incas; hasta a los lugares mudaban nombre para q’ se llamasen como los de la Corte sagrada.

Pero todo intento de comparación se ha dificultado, hasta ahora, por lo que consideramos equivocada interpretación del muro curvo que forma el ábside de la actual iglesia de Santo Domingo y por la rareza de paredes curvilíneas en los edificios netamente incaicos, de las que sólo se pueden citar contados ejemplos, siendo los más conocidos los de Pisac, Machuc-Picchu y el Inca-pirca de Cañar.

De la acertada interpretación del muro curvo que queda de Coricancha y que todos acordes consideran como la parte del templo dedicado al Sol, como el santuario por excelencia, depende, a nuestro modo de ver, la recta comprensión de todo el conjunto, que nos parece debió ser mucho más majestuoso de lo que supone Lemann-Nitsche, quien cree <> (págs. 55 y 56). Lo que hoy queda de Coricancha, los cuartos que se suponen fueron el adoratorio de la Luna y el Rayo, el precioso muro curvilíneo (Lamina II),
las paredes de cerramiento; las imponentes ruinas de Saxahuamna y Ollantaytambo pregonando están que los edificios de los Incas no eran sólo galpones buenos para una chacra; además no vemos en qué funda dicho autor la suposición de que los muros que hoy vemos hayan sido sócalos sobre los que se elevaban construcciones de adobe, cuando en el mismo Coricancha pudo observar lo que en otros edificios incaicos, entre ellos en el Palacio de Callo se nota (1) y que demuestra palmariamente, que las paredes íntegramente de piedra, labrada con primor, conservan su altura original; en efecto, a cierta distancia del suelo hay – con frecuencia- piedras cilíndricas sobresalientes, en las que se sujetaba el maderamen de la cubierta; en los edificios importantes ni siquiera los frontones laterales eran de adobe, sino que en ellos se empleaban piedras talladas con menor esmero (2).

La torre semicircular de Machu-Picchu, es una construcción interesantísima, se encuentra en uno de los grupos más importantes de la ciudad y descansa en una roca, en la cual hay una caverna recubierta con sillares hermosamente trabajados y adornada con nichos; conecta con un muro ornamental con ornadillas y canecillos para sujetar el maderamen, y tiene verdaderas ventanas, en las que se advierten particularidades muy notables (3).

El destino religioso de este edificio nos parece seguro. La caverna que debió ser la tumba de un mallqui, lo conecta con los llamados Inti-huantanas, que demostró Uhle eran, en muchos casos, altares para el culto de los antepasados, no exento de vinculaciones con el de Inti (4). El muro ornamental corresponde a un corredor, como aquellos de que habla Gracilazo (5) que servían para la celebración de las fiestas. Las ventanas tuvieron, seguramente un fin ritual; a una de ellas llama Bingham Ventana de las Serpientes, por unos taladros hechos en el dintel, que conducen a un estrecho pasadiso dejado en el interior del muro, por el cual podían serpientes pasar a pequeñas cámaras interiores, en las que, quizás, tenían sus nidos, y se imagina que el que dichos animales salieran por uno u otro hueco era para los sacerdotes de Machu-Picchu un oróscopo sagrado; acertada o no esta suposición, que no es otra cosa, habrá siempre que admitir que no a razones prácticas, sino a motivos culturales obedece tan complicada construcción, siendo de notarse que <>. Otra de las ventanas tiene a cierta distancia de los ángulos unas piedras salientes cilíndricas, en todo iguales a las que servían para sujetar la techumbre y que deben haberse empleado para amarrar una cortina; lo que nos indica que por esta abertura se quería que sólo en determinadas ocasiones penetrasen los rayos del sol.

Si la torre redonda de Machu-Picchu, puede servir como un remoto antecedente para la interpretación del destino de la pared curvilínea de Coricancha, en igual sentido puede aducirse el Inti-huatana de Pizca, en el cual un muro elíptico encierra la roca sagrada y soporta pequeñas construcciones; de este ejemplo hay que tener presente para la dilucidación del problema que nos interesa, el hecho de que en este monumento se asocien la base elíptica con la piedra labrada para observaciones solares, o ritos de culto de os muertos y con una puerta situada en el borde del muro.

Otra construcción de paredes curvas es el Pucará de Tambo-machai, pues no sabríamos decir si es una fortaleza, lo que nada tendría de extraño, pues los Incas, a menudo, construyeron campos atrincherados, cavando dos o más cercos paralelos en la cumbre de un monte y formando detrás de cada foso un parapeto, o un edificio semejante al de Pízac.

Mas a lo que nosotros sepamos, de todas las construcciones incaicas curvilíneas, la única, por sus dimensiones, comparable a la de Coricancha es el Inca-pirca de Cañar. Estas ruinas, sin duda la más grandiosa que quedan en el Ecuador de la época incaica, fueron ya descritas en el siglo XVIII, siendo uno de los primeros edificios incaicos, de los que se publicaron planos, vistas y descripciones científicas, sin que desgraciadamente, esto haya servido para preservarla del agravio del tiempo y de los hombres, o para incitarlas a estudiarlas de un modo metódico, practicando excavaciones sistemáticas.

Tres planos conocemos de este edificio: el de La Condamine de 1739 (Lám. IV); el de Jorge Juan y Antonio Ulloa, publicado en (1748 Lám. V); el del Sargento Damerval, hecho en 1904 (Lám. VI); los tres discrepan entre sí, siendo los que más se asemejan el primero y el último; es éste el de mayor importancia científica, pues permite apreciar el grado de exactitud de los anteriores; debe esto, no obstante tenerse presente los más antiguos, pues en el transcurso de siglo y medio partes del monumento han desaparecido.

Además se han publicado repetidas veces vistas de dichas ruinas, ya fotográficas, como las de Rivet y Verneau (7), ya basadas en pinturas o dibujos, cual la de González Suárez (8) y de Humbolt (9); para mencionar sólo las más importantes; inútil sería enumerarlas todas, como ocioso recordar los innumerables libros en que se encuentra citado el Inca-pirca.

Está situada esta célebre construcción en las versantes meridionales del Nudo del Azuay, a 3163 metros sobre el nivel del mar, en un repecho de la cordillera de Huaira-pungo, entre el cauce del riachuelo el Hato de la Virgen y el del Inca-pirca (Lám. VII). A 600 metros al N. entre el cauce del Hato de la Virgen y el del Gualán está el inti-huatana, conocido con el nombre de Inca-chungana, edificado sobre la cueva del Inti-huayco (Lám.XIV).

No dista mucho de este grupo de edificios, la roca esculpida, semejante a las que hay en la vecindad de Saxahuamán, en el Cuzco, conocida con el significativo nombre de Guanacauri. (10)

Las ruinas del Inca-pirca se componen de tres partes: la elipse con el edificio que ella sustenta; el cercado principal, que encierra varios aposentos, y tres patios accesorios (Láms. IV y VI).

De éstos no quedaban ni huellas cuando Rivet visitó el lugar; La Condamine las describe así: “Dans l’ état présent l´enceinte total est divisée en quatre tours. Les vestiges de la premiere du cote de l’ Orient sons encore asées évidenst saforme (W r) est d’ un quarré…… elle étoit, a ce qu’ il paroit, entouré des petits coros de logis isolés, plus longs que larges…… La segonde Cour (r z) est un peu plus petite, et sans vestiges d’ aucun bátiment. Dans la troisiéme qui est la plus grande, et de forme irréguliere (X Y Z ) je n’ ai remarqué d’ autres ruines que celles d’ une chambre quarrée, située dans l’ angle [ ] [11]

El patio principal comprendía varios curtos de piedra cuidadosamente labrada, con puertas ceremoniales y nichos; el número y posición de estas estancias no es posible determinar, pues mientras Rivet encontró huellas hasta de cuatro, La Condamine vio seis, mientras Juan y Ulloa hacen figurar en su plano más de trece.

La parte principal del monumento es, sin duda alguna, la elipse (Lám. X) casi perfectamente orientada; el eje mayor mide de E. a O. treinta y siete metros veinte centímetros y el eje menor de N. a S. once setenta; la altura de la plataforma superior oscila entre cuatro ochenta y cinco metros ochenta y cinco centímetros sobre el nivel del suelo; pues no se trata de una cámara ovoidal, sino de la base curvilínea de la construcción superior, fundamento, en este caso, elipsoidal o mejor ovoide, semejantes a las pirámides tan comunes en monumentos de otras épocas. Una doble escalera de cinco peldaños conduce, del plano en que están situados los otros edificios, a la mitad de la altura del parapeto del óvalo, frente a un nicho ornamental, cerrado con piedras cuidadosamente ajustadas; desde el descanso que forman la convergencia de las dos escaleras exteriores y que penetra en el espesor del muro del óvalo, parte otra escala doble de cinco peldaños, que da acceso a la plataforma. La Condamine habla de rampas y dice que había otra entrada por el extremo NE del óvalo (Lám. XI). Sobre la plataforma hay dos cuartos de seis metros diez, por tres cincuenta, incomunicados, con paredes adornadas con nichos y con amplias puertas hacia el exterior: la de una estancia al E. la de la otra al O. [Lám.XII y XIII).

Para La Condamine, Jorge Juan y Antonio Ulloa, Humbolt y Rivet, el Inca-pirca es una fortaleza, un tambo de los que había a lo largo del camino Real de los Incas, aunque más importante que muchos, por ser, quizás, residencia imperial a temporadas y cuartel principalísimo para las tropas de los Hijos del Sol. (12) La Condamine y Juan y Ulloa, aplicaron a la interpretación militar del edificio la ciencia estratégica de su época; Rivet y Verneau se contentan con decir: <> (13).

Conócense muchísimas fortalezas incaicas e innumerables tambos y ni uno ni otros se asemejan, ni de lejos, al Inca-pirca de Cañar, lo que es un poderoso argumento en contra de la teoría anterior; no siéndolo en su favor la situación del edificio, pues también Coricancha está junto a los escarpados barrancos del Huatanay (sobre los que se levanta sostenido por terrazas el muro curvo que sirve de ábside al templo de Santo Domingo) y no muy distante del cauce del Tulo-mayo, en un espolón que dominalos campos de Hurin-Cuzco.

Del arte militar cuzqueño existen innumerables campos atrincherados, siempre hechos en la cumbre de una eminencia, en los que varios fosos y parapetos concéntricos constituyen la obra defensiva (14); una variante de éstos, de la magnitud y solidez propias de la fortaleza de la corte, la cabeza del Imperio y la ciudad sagrada, es Saxáhuaman, auque sólo se conserven en bastante buen estado los muros que por quedar más alejados de la población española sufrieron menor injuria, los que, además por razones estratégicas, tenían más interés para los castellanos y fueron hechos por los Incas con rocas de tales dimensiones que imponían respeto a los iconoclastas destructores; pero aquí como en las más humildes fortalezas hay varias cercas muradas concéntricas, con sus puertas y repechos, siendo una característica de las de construcción más esmerada, los muros salientes y reentrantes, en ángulos bien estudiados para la eficacia de la defensa y el ataque; una transformación de este tipo elaborado, adaptándolo a las condiciones del terreno, son aquellas que ocupan una nariz o espolón, como la construida por orden de Tupac-Yupanqui o Huayna-Cápac, para defender Quito de los ataques de Nazacota-Puento (15). Si estas obras defensivas son muy diversas del Inca-pirca, no lo son menos las villas fuertes, edificadas en fronteras que era preciso defender, tales como Ollantaytambo o Machu-Picchu. Bien conocido es también el tipo de los tambos fortificados, de los que es un ejemplo clásico Inca-llacta, tan bien descrito por Nordenskiöld (16).

Tampoco se parece el plano del Inca-pirca al de los cuarteles palacios de los Suyos o de las residencias de los Tocoricos (17); y menos todavía al de los tambos, aún los más suntuosos. (18)

González Suárez, en 1878, sin mucha firmeza, con que ya abrigaba dudas acerca de la validez de lo que sobre el destino del monumento habían opinado los que le precedieron, en describirlo, dice, que <> el Inca-pirca, <> (18); pero ya en 1892, defiende con decisión la hipótesis, que sostendrá después hasta en sus últimos escritos; para él no hay duda, el Inca-pirca es un templo, y no un templo cualquiera, sino uno dedicado al culto del Sol. Las razones que adujo el sabio historiador ecuatoriano son la vecindad del Inti-huayco, formación natural, en la que los indios debieron ver la representación sagrada y misteriosa del Sol; la asociación de la supuesta fortaleza con el inti-huatana, llamado Inca-chungana. (20) <> (21)

Disminuyó el valor de la argumentación, el que González Suárez pretendiera aducir a favor de su hipótesis, el testimonio de Cieza de León, referente al templo del Sol de Tomebamba; y quizás, por esto tan sólo, no le dieron Rivet y Verneau su debido valor. Y es que González Suárez al identificar las ruinas de Yunguilla con Tomebamba, hacía surgir una serie de dificultades, a cual mayor, para compaginar con la realidad geográfica de los dichos cronistas.

El Inca-pirca no era el templo del Sol de Tomebamba, sino el de Hatún-Cañar. ¿Qué población era Hatun-Cañar? <> y allí dicen que en tiempo del Inga Guaynacaba había grandes poblaciones de indios y allí era la principal cabeza de estos cañares; y así parece, porque en el día de hoy hay grandes y muy suntuosos edificios, y entre ellos una torre muy fuerte. <<(22) Cieza de León aunque sólo de paso menciona a Hatun-Cañar, corrobórale que del nombre de este lugar tomaron los hombre de este distrito de Cuenca el suyo (23). Lizárraga escribe <> (24); refiriédose, sin duda, a Hatun-Cañar. Así, parécenos acertada la aseveración de que mientras Tomebamba era la capital incaica de Cañar, y quizás de todo el reino de Quito, en donde hoy se alza el Inca-pirca estuvo la aborigen.

Algo muy sabido de todos diremos al recordar, que los Incas en la cabeceras de los reinos que añadían al imperio hacían construir templos al Sol. ¿Qué importancia tenía Cañar durante el reinado de los postreros Incas? Tomebamba, en vida de Huayna-Capac, casi subrrogó al Cuzco, allí estuvo la imagen de Punchao y el ídolo de Guanacauri……(25) Tomebamba aillo se nombró la panaca de este soberano, y se afirma que la guerra entre Huáscar y Atahualpa se originó por la disputa acerca de a cual de los dos tacava gobernar el país cañari.

<>(26)

<<> (30). Cabello Balboa cuenta que en Tomebamba construyó Huayna-Cápac templos al Sol, Viracocha y el Rayo, copiando los del Cuzco (31):

Hatun- Cañar era la población principal de la nación cañari; ésta recibió favores señaladísimos de los Incas ¿se habrá contado entre éstos el dotarle de otro templo al Sol, copia del Sagrado Coricancha, además de Mullu-cancha de las ruinas del Inca-pirca las de este santuario?

González Suárez, que conocía muy bien el Inca-pirca describe así el lugar en que se encuentra: <> (32) ¿Alguna semejanza topográfica induciría a los Incas a copiar en Hatun-Cañar el templo de Coricancha? Cuzco está a 3468 mts. Sobre el nivel del mar; el Inca-pirca a 3163; el clima y la vegetación de ambos lugares deben ser semejante, pues la diferencia de trescientos metros la compensa ampliamente, no obstante la latitud, el mayor frío por causa de la humedad del aire; el plano donde está edificada la ciudad del Cuzco, puede también llamarse una llanura ondulada que hacia Coricancha se desprime formando un espolón de bordes abruptos sobre el Huatanay y el Tulu-mayo, que a poca distancia confluyen, como el Inca-pirca y el Hato de la Virgen; mientras más al N. Siguiendo un cauce paralelo a los anteriores se encuentra en Cañar el del Gualán y en el Cuzco el Chunpun-mayo, formado como aquel con tres afluentes, el uno que prosigue el curso principal, el otro que viene del NE. Y el tercero de NO. El óvalo se levanta en Coricancha y en el Inca-pirca al borde el barranco más escarpado, quedando al E. los demás edificios. Hay, pues, una notable semejanza topográfica, que existiendo otras razones para edificar un templo al Sol, pudieron inducir a sus constructores -facilitándoles la realización de un ideal siempre buscado- a hacerlo muy semejante al del Cuzco.

¿Había alguna razón que indujera a construir en el Inca-pirca un templo del Sol? Ya hemos señalado dos, la importancia de Hatun-Cañar, y la predilección que los últimos Incas tuvieron por los Cañaris. ¿Existía otra más decisiva? González Suárez ha aducido la de la existencia del Inti-huayco. Humboldt lo describe así: (Lám. XIV) <<<> (33)

No digamos en pueblo de mentalidad religiosa tan sencilla como los antiguos peruanos, cuyo concepto de divino—HUACA- era equivalente a extraordinario, singular, misterioso, porque lo raro, lo normal, lo suponían provisto de fuerza mágica sagrada, esto es que tenía mana (si hemos de utilizar un término consagrado por la Etnología) (34); en naciones de mayor cultura filosófica, la imagen del dios venerado, visible en una roca, habría sido motivo para tener el lugar por santo y edificar allí un santuario que atraería devotos peregrinos.

Hasta aquí hemos probado: 1- que siguiendo la política religiosa, puesta en práctica por los incas en todas la regiones que conquistaban, Hatun-Cañar, la población cañari más importante, era, lugar indicado para erigir un templo al Sol; 2- que dada la predilección que los últimos soberanos del Cuzco tuvieron por los cañaris, es probable que este templo fuese de los suntuosos y ricos; 3- que siendo un ideal siempre buscado en convertir las principales poblaciones del imperio, hasta por la imposición de nombres geográficos tales como Yahuira, Guanacaure &, en réplicas de la metrópoli, y existiendo en Hatun-Cañar condiciones topográficas especiales para facilitar el que el templo que allí se hiciera fuese copia fiel de Coricancha; es lógico suponer que tal aconteciese; 4- que por cuanto la limagen del Sol, que la naturaleza pintara en las peñas de Gualán, debía parecer a los indios como la divina consagración de aquel sitio por el Inti, para allí ser adorado, en ese lugar se le edificaría un templo.

¿Pero era el Inca-pirca un templo del Sol? ¿Era una copia de Coricancha?

En las descripciones que de este santuario tenemos, no siempre acordes, debemos distinguir, para mediante ellas rehacer el plano del edificio; la casa del Sol; las capillas de las otras divinidades y el cercado del templo. Estudiemos con brevedad cada una de estas partes, principiando por la última.

<> (35).

Cobo dice: <> (36). Podríamos multiplicar las citas, pero todas convienen en que Coricancha, como lo indica el nombre, era un campo cercado, en el interior del cual estaban muchos edificios, además del santuario del Sol, que se destacaba de las otras construcciones. Si nos fijamos en los planos del Inca-pirca de las láminas IV y VI notaremos que un muro circunda el espacio ocupado por los edificios, y que la elipse está en sitio preeminente.

<>(37). Había muchas puertas…..Mas adentro estaban cuatro casa muy grandes…….En la una de estas casas, que era la más rica,, estaba la figura del Sol…….A la redonda de este templo había muchas casas pequeñas de indios que estaban diputados para el servicio de él, y había un circuito donde metían los corderos blancos y los niños y hombres que sacrificaban…….El gran sacerdote Vilaoma tenía su morada en el templo>> (38) <> (39) <> (40). De lo transcrito se desprende que los templos a los otros dioses eran cuatro; además de los templos en el patio principal estaba la morada del Villacuma (probablemente como lo afirma Gracilaso (41) no su residencia sino sólo su despacho), y la de las mamaconas de servicio; es decir seis edificios. En el Inca-pirca (Lám. IV) había seis en el patio principal, a los queso añadimos los dos de la elipse, tendremos los ocho mentados por Gutiérrez de Santa Clara.

Fuera del patio principal había otras dependencias, las moradas de los indio sirvientes, el corral para las víctimas de los sacrificios, y la plaza para las ceremonias públicas, a los cuales podrían corresponder los tres patios que quedan al NE. De la elipse del Inca-pirca (Lám IV).

<> (44)<<>> (45) <> (46). Tenía, pues, el Sol, un altar diurno, colocado hacia el E, en el cual recibía la imagen los rayos del astro al amanecer y otro nocturno en el que Punchao dormía, acompañado de las mamaconas de servicio. ¿Qué disposición requería la construcción de estas capillas? Se lee en Las Casas <> (47). Es evidente que el Obispo de Chiapas se refiere especialmente a los templos de la Costa, quizás al del Sol de Pachacamac, pero en su descripción se encuentran particularidades muy notables, que conviene retener.

Morua describe así Coricancha: <> (49).

Las Casas y Morua (50) son los únicos autores que nos hablan de que el ídolo Solar estuviese colocado en un lugar alto, el primero –es verdad- se refiere más bien a los templos de la costa, cuya forma es bien conocida; (51) el segundo habla expresamente de Coricancha. ¿Será verídico su testimonio o tan sólo un producto de la imaginación? ¿Por qué los demás cronistas guardan silencio, y nada dicen acerca de terrado sobre el que estaban en Coricancha los aposentos del Sol?

El que el sol naciente reflejara sus rayos en la áurea imagen de Punchao, es un rito incaico, del que abundan testimonios fidedignos; lo mismo puede decirse de la usanza de llevar al ídolo por las noches a otro lugar, para que durmiese con las mamaconas, y no faltan autoridades que afirmen que así como el ídolo debía recibir los rayos matutinos, también era costumbre exponerlo a los del ocaso. Todo lo cual supone, por lo menos, un muro en donde colocar la figura del Sol, de oro bruñido, que <> (52), que miraba al E; un curto donde pudiera dormir con sus esposas, aquellas que les tocaba el turno, de las muchas que tenía en su harén. Si aceptamos la versión de que también debía recibir Punchao los rayos del Sol poniente, tendremos que admitir que había otra pared vuelta al O.

¿Qué significado religioso tendría este rito de exponer el disco solar de oro a la luz matutina del sol, para encerrarlo durante la noche, en un lugar distinto, para que durmiese en compañía de sus mujeres? El sol para los primitivos de noche, como todos los mortales duerme, para por la mañana emprender nuevamente la cuotidiana marcha; la imagen áurea de Punchao, adorada por los Incas, seguía los movimientos del astro a que representaba, si esto era así, es evidente que después de mediodía, no se dejaría el disco en donde estuvo por la mañana, sino que se lo trasladaría a donde pudiera ser siendo el espejo en el que se reflejase el sol verdadero.

Cieza de León, sin duda, se refiere a estos dos asientos del disco de oro, transmitiendo informes que no comprendió, cuando habla de dos escaños <> (53)

Donde dormía el Sol era un cuarto, esto lo sabemos de cierto. ¿Sería sólo una pared, un escaño, el sitio en que se colocaba el ídolo al rayar el día? Gutiérrez de Santa Clara dice terminantemente que era una de las ocho cámaras de Coricancha el lugar en que por las mañanas estaba el disco, y añade que esta cámara tenía una puerta que era alta. Además, si la imagen debía seguir los movimientos del astro, ¿la pondrían en las mañanas y tardes lluviosas a la intemperie; o por que estaba el día nublado dejarían al Sol de oro en su dormitorio, cuando les constaba que el real andaba por el cielo? Lehmann-Nitsche ha estudiado con maestría las figuras que había en el altar mayor del santuario del Sol de Coricancha y éstas, es evidente, que no estaban pintadas a la intemperie sino en la pared de un cuarto. (54) ¿Aquel plano del cosmos incaico estaría en el dormitorio, o donde el Sol pasaba las mañanas y las tardes? Suponemos que los dibujos transmitidos por Pachacuti Yanqui o estaban en la pared del E., o en ambas. ¿Serían tres los cuartos, uno para la mañana, otro para la tarde y el último para dormir la noche? Nos inclinamos a creer que eran sólo dos y que de noche retirarían el disco de la pared, para que durmiese con las mamaconas.

A las dos capillas. La del oriente y del occidente, corresponden, a nuestro entender, las dos cámaras que había sobre la elipse del Inca-pirca (Láms. IV, XII y XIII), el efecto el disco solar puesto en la una recibiría los rayos del sol naciente, y en la otra los del ocaso.

Más esto podía suceder por estar edificadas en un lugar eminente, sobre la elipse. Ya que la combinación arquitectónica, que los ritos descritos requieren, no sería posible en un templo cercado por altas murallas, como era Coricancha, si el santuario del Sol no se hubiese construido sobre una base elevada.

Todos los antiguos cronistas están conformes en afirmar que Coricancha corresponde al área en que se edificó la Iglesia y Convento de Santo Domingo y que los aposentos del Sol estaban en lo que ahora es el templo ¿A qué parte de la construcción incaica pertenece la pared curvilínea que forma el ábside de la actual Iglesia (Lám. II) ¿Si el Inca-pirca era un templo del Sol, si los dos cuartos que están sobre la elipse eran los santuarios de Punchao, como creemos haberlo demostrado hasta la saciedad, no cabe duda de que el muro curvilíneo del Cuzco no es sino un resto de una construcción elíptica igual a la de Cañar; lo que teniendo en cuenta lo expuesto es fácil comprobar comparando las láminas II y IX.

Squier describe así el muro curvilíneo del Cuzco: <> (55) De lo que se desprende que no es un simple muro, sino un terraplén, un resto de la torre de que habla Morúa.

¿Por qué los demás cronistas, no mencionan particularidad tan notable de Coricancha, cuya belleza todos ponderan, como debió ser la elipse? ¿por qué Morúa la describe con términos tan inexactos? El templo del Sol, como centro de la idolatría del Imperio Incaico, es natural que fuese objeto de destrucción sistemático de parte de los castellanos, especialmente el santuario mismo del astro. Además si el resto de los edificios no estorbarían a los dominicos, la elipse era un tropiezo grave para las nuevas construcciones, así se la demolió para dar cabida a la iglesia. De demoliciones posteriores tenemos un testimonio expreso. Se lee en el Pe. Calancha; <> (56)

Pero otras destrucciones anteriores, debieron haber vuelto muy pocos años después de la llegada del Pizarro al Cuzco, casi inconocible esta parte del edificio. La riqueza de Coricancha rayaba en lo fabuloso, más no le iba en saga la codicia de los conquistadores, tan tenaces para buscar oro como largos de mano para gastarlo. ¿El terraplén de la elipse no les incitaría a buscar escondidos tesoros? Y no los buscarían sin provecho, ya que periódicamente se hacían los Incas el sacrificio de la Capacocha, que consistía en estrangular vírgenes y mancebos, que con ricas y áureas preceas enterraban, justamente en la casa del Sol, en la elipse cuyos restos, no comprendidos hasta ahora se ven tras la Iglesia de Santo Domingo del Cuzco (57).

El estudio comparativo del Inca-pirca de Cañar y las ruinas de Coricancha del Cuzco, no sólo demuestra que aquel era un templo del Sol, sino que facilita la interpretación de éstas.

Y aquí debería terminar este estudio si no se prestase a algunas consideraciones históricas. La edad en que fue edificado el Inca-pirca, oscila entre el reinado de Túpac-Yupanqui y el de Huayna-Cápac; Coricancha, en cambio no sabemos con exactitud cuándo fue edificado, y no han faltado americanistas que hayan pretendido que parte del templo, especialmente los restos de la elipse, sea pre-incaica, aunque es verdad que semejante opinión carece de todo fundamento.

Para Cieza era <> (58); según Las Casa <> (59). Sarmiento da mayores detalles: <> (60). Por entonces no sólo había sido Coricancha la vivienda de los Incas, sino fortaleza en la que se libraron batallas, como la que dieron a Mayta-Capac los Alcavizas (61) Mas el edificio antiguo, sólo libre de uso profano, se conservó intocado hasta el reinado de Pachacutec, hijo de Viracocha, quien lo puso en el estado en que lo encontraron los españoles (62).

No sabemos en qué consistieron las modificaciones que en Coricancha hizo Pachacutec; pero podemos afirmar que la elipse, base sobre la cual se levantaba el santuario, data por lo menos del reinado de este Inca.

La elipse de que son ejemplo Coricancha y el Inca-pirca es la última etapa de la evolución histórica en el Perú, de la pirámide, cuyo uso-como fundamento de los templos principia en la Costa del Pacífico con las primeras civilizaciones.

La evolución de la pirámide en la Costa peruana, es el modelo protonazca y proto-lima <>; pasando por las de tipo proto-chimú>> con <>(63); hasta el de las huacas del último periodo prehispánico, con anchas y uniformes terrazas laterales es bastante bien conocida, pudiéndose estimar, con seguridad, por sólo la forma externa la época de la construcción de esta clase de monumentos.

No sucede lo mismo con las pirámides de la Sierra, donde no faltan ejemplares de distintos tipos, que deben tener también significativo cronológico.

A un modelo le corresponde el Acapana de Tiahuanaco, a otros el Castillo de Vilcas-Huaman, el de Huanuco el Viejo (64) y por último la pirámide que, cubierta con construcciones posteriores, hay en el mismo Cuzco, y que según el lado por donde se la mira es llamada Palacio del Inca Roca o Hatunrrumiyoc. Estos tipos deben corresponder a diversas épocas, que probablemente se sucedieron en el orden en que hemos mencionado los monumentos típicos.


JACINTO JIJÓN Y CAAMAÑO

NOTA.-Las vistas del Inca-Pirca fueron tomadas por el Sr. Tálbot y forman parte del material científico recogido por el Dr. Uhle durante la “Expedición Jijón y Caamaño al Azuay y Loja” - 1919-1923.


Quito, Abril de 1929.


BIBLIOGRAFIA


(1) Jiménez de la Espada. El palacio del Callo- IV congreso internacional de Americanistas. Madrid 1883, Vol. II, págs. 150-162.
(2) Bingnam. Hiraali. In the wenderland of Perú- The Matinal Geografical Magasine. Vol. XXIV. Washington 1913, págs. 452, 453,455,&.
(3) Bingnam. Op, cit. Págs. 484,485,486,487,489,490,491,492,493,494,496.
(4) Uhle, Max. Zur Deutung der Intihuatana-XVI Int. Am. Kon.Wien.1910, págs. 371-378.
(5) <<> (pág. 236)

(29) Markham. Op. Cit. Comentó ya la expresión “quero ser tu cañaris” y creyó ver en ella una indicación de la fecha del drama, el reinado de Túpac-Yupanqui, y citando a Garcilaso dice: cañari llegó a ser sinónimo de vasallo leal (pg.183).
Middendorf. O.p. cit. Pg. 389; que-como hemos visto- traduce cañari por emisario, o explorador, en la nota al verso 1648 dice: “cañari, Indianer, der Weg zeigt”
Un sentido metafórico de, rendido por el agradecimiento, no por la falta de valor da al verso Arriaga, Jesús. Prefiero ser tu cañari. Revista del Centro de Estudio Históricos y Geográficos de Cuenca. Vol .I,Cuenca 1921 pgs. 177-184.
Nosotros la interpretamos como equivalente a chasqui y la adujimos como prueba de edad del drama (circa 1780. No conocíamos el texto de Morua citado arriba. Jijón y Caamño. La voz cañari en el drama Ollanta. R. del C. de est. Hist.y Geog. de Cuenca. Vol. I, PÁGS. 351.352.
(30) Garcilaso. Op. Cit. Pg. 270.
(31) Cabello Balboa. Ms. Cit.
(32) GONZALEZ SUAREZ. Estudio histórico sobre los cañaris. Quito 1878, pag. 46.
(33) Humboldt. Op. Cit. Pgs. 11q y 112.
(34) Jijón y Caamaño. La religión del Imperio de los Incas. Quito 1919 pags. 28-97.
(35) GARCILASO, Op. Cit. Pg. 99.
(36) COBO, Historia del Nuevo Mundo, Sevilla 1895 Vol IV, pg 8.
(37) Cobo. Op. Cit. Vol. IV pg. 8.
(38) Cieza de León. Del Señorío de los Incas Yupanquis, Madrid 1880, pgs. 105-107
(39) Gutiérrez de Santa Clara. Historia de las guerras más que civiles del Perú, Madrid, 1905. Vol. III pg. 437
(40) Garcilaso. Op. Cit.pg. 100
(41) id. Id.
(42) Garcilaso, op. Cit. Pg. 98.
(43) Cobo Op. Cit. Vol. IV pg 9.
(44) Id. Id. Vol. III Pg 325
(45) Pizarro, Pedro. Relación del descubrimiento y conquista del Perú. Colección de documentos inéditos para la Historia de España. Vol. V, pg 266. Madrid 1844.
(46) Gutiérrez de Santa Clara, Op. Cit, Vol. III pgs 441-442.
(47) Las Casas. De las antiguas casas del Perú. Madrid, 1892, pags. 66-68.
(48) Uriel García. Guía Histórico-artística del Cuzco. Lima 1925, pg. 62, la altura de seis metros al muro curvo de Coricancha; ahora bien, si la escalera fue coma la del Inca-pirca de cuatro ramas, los 110 escalones de una altura de 0, 11 cada uno dan seis metros; pero creemos exagerado el número de escalones de Morua.
(49) Morua. Op. Cit. Vol. I, pg. 2.
(50) Román, Fray Hidrónimo. Tercera parte de las repúblicas del Mundo. Salamanca MDXCV, flos. 132 (v) 133 (r) Esta descripción es copia de la de Las Casas.
(51) Uhle, Max. Pachacamac. Filalelphia 1903, pags. 73-83.
(52) Gutiérrez de Santa Clara. Op. Cit. Vol. III, pg 442.
(53) Cieza. Op. Cit. Pg. 106.
(54) Lehmann-Nitsche. Op. Cit. Pags 56-210.
(55) Squier. In the land of the Incas. London 1877, pags. 441-442.
(56) Calancha. Crónica moralizadora del Orden de San Agustín en el Perú. Barcelona 1639, pag. 501.
(57) Sarmiento de Gamboa. Geschichte des Inkareiches-Heraus.gegeben vou Richard Pietschmann, Berlín 1906, pag 69; Betanzos Suma y narración de los Incas. Madrid 1880 pg. 67. Morua. Op. Cit. Pag. 215-216.
(58) Cieza de León. Op. Cit. Pg. 104
(59) Las Casas. Op. Cit. Pgs. 58 y 59.
(60) Sarmiento de Gamboa. Op. Cit. Pgs. 40 y 49.
(61) id. Id. Pg. 47.
(62) id. Id. Pg. 68
(63) Uhle. Los principios de las antiguas civilizaciones peruanas. Ed. Separada del Bol. de la Soc. Ecuat. de Est. Hist. Am. Quito 1920, pg. 6.
(64) Wiener, Charles. Perou et Bolivia. París 1880, pgs 266, 217.

FIN

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