Amigos

T A S Q U I L E S

Author: Teodoro Albornoz /

Reapertura

Alégrate, lector, conmigo: la Academia del Azuay revive. Al cabo de tres días de años, sacude el marasmo, rompe la losa, catea horizontes y principia a andar. Era tiempo. Hay nubes en el cielo – las nubes inevitables--, pero también el azul que basta para que cerca del cenit ofrezca tantos festines de lumbre, el sol triunfal. Así se evitarán precipicios, i se podrá reír, con gesto de regocijo, cuando piedrecilla cualquiera tenga la osadía de dar un golpe de cariño, más que de ira, a nuestros charolados zapatos.
Y esto hasta que se pueda viajar en coche.
Mucho espero, lo mismo que tú, lector, de este centro literario. Supongo que después de su escapada del mundo habrá tornado algo más modesta sin arrebatos líricos muy reñidos con la realidad. Ojalá no se vea en sus salones sino a quienes deben estar en ellos. Erato, Caliope y Clio con nuestras novias, i no pueden faltar. Para extender el círculo de nuestras relaciones, ojalá se llame a Talia y Polimnia. Todos sabemos que sería ridículo – dada nuestra pequeñez- galantear a la del puñal ensangrentado, Melpómene, i a la del traje de estrellas, Urania.
Sería de opinión que la encantadora Euterpe venga cuando se la llame; i esto sea lo más tarde.
En cuanto a Terpsícore, jamás se le abran las puertas. No hay que olvidar que es madre de las Sirenas.


R. I. P.

Quiero hablarte aquí, lector, de un hijo mío – por cierto adoptivo- sietemesino que ha muerto en día de difuntos, es decir, con toda oportunidad i bellamente: un bel morire tutta una vita onora.
Te hablo de aquel certámen literario promovido en el N° VI de esta Revista. Ah! El pobre chico ha muerto……. De hambre, de sed, de abrasamiento, de asfixia.
No te culpo muy mucho, lector, porque más que tú tuvieron la culpa aquellos – de quienes me hago solidario- sí, aquellos que llamaron a grandes voces demandando apoyo de la Literatura sin acordarse de que sus voces se perdían en la campana de cristal donde la muerte de todo entusiasmo había formado el vacío.
Aquí –se pensó- donde cada uno tiene su flauta, es fácil formar un concierto. –Pero sucedió lo que en las serenatas improvisadas, en que la muchacha, (la muchacha es la Revista), se queda sin oír canciones porque a los músicos se les antoja estar afónicos. Y cuando flautas, pitos…
A mal sin remedio no hay otro remedio que ponerle buena cara: así, lector, aquella que quiero que pongas, al recoger las pocas composiciones que enviaste al certamen, y que están a tu disposición en esta tu casa. I si vives a más de siete veces siete leguas, te haré el favor de mandártela por correo, siempre que indique el número i la calle i la población, donde harás una mueca de desdén al saber lo infructuoso de tu noble tarea. Pero ya te he dicho: a mal sin remedio…


Fynida

I aquí, para terminar, dígote lector, que yo, el hijo de mi madre, he vuelto al hogar abandonado: esta humilde Revista fundada por el talento de Luis Peralta i por el entusiasmo mío.
Reúno lo mezquino de mi esfuerzo al de otros muchachos inteligentes, ya avezados en estos achaques, pues son quienes han dirigido Hacia el Ideal desde hace seis meses: me refiero a mis dignos amigos José m. Astudillo O. i Ricardo Darquea G.
Tú, lector, el que usas barba blanca, traje negro i lentes dorados, tendrás una palabra de aliento i talvez digas, recordando al Poeta:

< es preciso triunfar!
Donde ha habido laureles
ha tenido que haber voluntad.

Como es hembra la vida
ama al fuerte varón,
i se rinde a su brazo
porque goza en rendirse al vigor.>>

I el sátiro viejo, el que nadie conoce i el que es de todos conocido, reirá largamente desde el fondo más oscuro de la alcoba del bohemio.

VICTOR M. ALBORNOZ.

“Hacia El Ideal” N° XIII Noviembre 1915.

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