Amigos

SECCION LITERARIA

Author: Teodoro Albornoz /

Sr. D.

Luis R. Chacón Rumbea.

Querido amigo:

Siento en el alma que el diablillo de la publicidad te haya decidido a dar a luz las primicias tempraneras de tu ingenio, que conozco y aplaudo, pero merecedor en mi concepto, de pasar aún por alambiques de estudio y perfeccionamiento. No por esto quiero decir que la fruta no se encuentra toda en sazón; tan sólo me lamento de este afán nuestro de creernos en culmen de prodigio, o cosa parecida, olvidando ser privilegio escogido lo de deslumbrar a los veinte años, edad de formación y disciplina: afinarse en muchas lecturas, a la vez que producirse en innúmeros escritos condenados a perenne revisión, sino a forzoso olvido, para así estar lleno de pujanza en la hora definitiva de romper las puertas del silencio y penetrar en los recintos de la notoriedad.

Anticipada, pues, considero la publicación de tus Vespertinas, gajo de poesías de revuelto origen y exposición enmarañada, del que -según tus deseos- apunto mi opinión desapasionada, exenta quizá de los colorines apologéticos con que suelen ahora juzgarse las obras de amigo o del escritor de quien se codicia retribución de elogios.

El título, sugeridor de melancólicos atardeceres, no responde en modo alguno a la labor de quien siente eclosiones de sangre moza al irse hacia adelante con locuras de corazón y castañelas de regocijo. En el caso tuyo, ningún acicate de dolor pone en vuelo al rijoso Pegaso que, indócil, espera al caballero del verso; no, lo que te arrempuja por tan hollado sendero es la manía de trasplante o de acoderación siquiera con que la inexperiencia se entretiene, mientras arrincona en olvido la savia propia por la otra, enfermiza y tenue, que sólo logra dar tintes de moribundez a lo que se pudo atrahillar para sí lozanías y esplendores. Tus estrofas no son rosas empalidecidas por la lluvia, como aseguras, ni brote de un corazón que mal calificas de canalla, de pérfido y cobarde; ni eres tú quien puede entonar armonías de combate en el suave declinar de días con sol de primavera.

Empínale más bien para romper en fanfarrias de exultación en que digas de tus sueños y ambiciones, de tus ideales y esperanzas; porque dado caso que el sufrimiento enhebrara sombras en tu pecho, más noble te fuera alzar cantos optimistas, semejantes al del soneto Llorar? que, desprovisto de originalidad, es de lo poco donde no haya falseado tu alma, tan desnervada en apariencia, mas sana y robusta a la verdad.

Por el auto-retrato de perfiles caricaturescos hecho en Mi senda se te imaginara cultor de extravagancias y ridiculeces, que caminas pálido, desmarrido, ojeroso, enfermo, con los ojos apagados para el mirar, apoyada la una mano en tosco báculo, mientras en la otra llevas por contraste un ramo de flores. Los abrojos desgarran tus pies, sin duda, desnudos; y un viento, por añadidura loco, se llega a saludarte, todo él helado y cortante. Lo del viento no te será del todo desagradable, pues confiesas llevar colmada de aguardiente la cabeza.

Afán de chorrear versos te han conducido a mentirte así, pues cuantos te conocemos damos fe de tu eyranesca figura de simpático muchacho, alegre y locuaz, que nunca necesitara de endebles arrimos y que si probó licor no es él su cotidiano alimento, como pudieran entender trasnochados bohemios de licores baratos.

De la Acuarelas fúnebres opino cosa semejante, ponderando que tal cuadro no guarda las proporciones aconsejadas por el Arte, con respecto a los límites de su exposición y desenlace, entre cuyos extremos reina completa vaciedad, acentuada por lo desacertado del título prometedor de escenas trágicas, espeluznantes que, al contrario, las encontramos risueñas y agradables porque risueño y agradable es, seguramente, seguir la ruta emprendida para quedarse dormido y soñar en lo lejano. ¿Qué sueña Chacón Rumbea? Nada menos que conquistar una muchacha cuya voz de golondrina se vierte en trovas de sabor de vino capaces de domeñar a las fieras de los bosques aledaños, o –admitiendo metafóricos rodeos—a algún presunto suegro de los de garrote en mano. La chiquilla se permite intimidades como la de levantarse de la cama para estampar sus labios en el pecho de Dn Luis que, de fijo se desabrocha la camisa, o está sin ella. Esto sería una ganga si tanto amor no se debiera a que, con pretexto de fabricar el nido, no se le demandara al enamorado doncel un cargamento de perlas como pensamientos que él logra sacar buscando en las ondas de mar, del mar que debe ser la pueblerina pila de agua. De pulmonía o cosa así, a consecuencia de levantarse de noche, la muchacha muere, y como es natural termina la historia, no sin que el desagradecido Chacón rete a los cielos por no haberle fabricado poeta para cantar de modo debido la pasmosa elegía.

Tal rasgo de modestia no encaja bien, pues al seguir ojeando el folleto sorprende que el humildoso de enantes se torna en decidor de fanfarronerías tales como la de asegurar (Armonías de combate. Soneto VII) q’ su hacesillo de versos es nada menos que lauro inmortal de no lejana gloria (!)

Ponderar es; que si tú crees, Luis Roberto, que a tan esquiva diosa se la consiga con alfeñiques de poesía estás no sólo equivocado, sino irremediablemente perdido. La Gloria se asienta allá, lejos, casi inabordable, como radiante aparición apenas divisada tras los cristales de la fantasía. Tiene oídos de bronce, y en veces ni la trompeta de la Fama la conmueve; la rige la Justicia; avalora méritos, los mide, los pesa, los falla. Que se pretenda acortar cuanto sea posible la distancia hacia Ella, es santa, buena y noble ambición que todos deberíamos tener como guión luminoso en nuestros anhelos.

¿Por dar el primer paso te enorgulleces? Todavía no eres sino un tanteador de rumbo, de ojos escrutadores y manos prontas a quitar el atajo, y al que faltan sólidos cimientos para afijar el edificio de su reputación.

Fuerza y destreza son necesarias para domar al potro del estilo poético; tal sea tu empeño, avasallando el ritmo y refinándote para las orfebrerías del buen gusto. Así no calificaras –de espada de cartón a esta mi desnuda franqueza que se te imagina desconocer, o callar a sabiendas, cuanto de bueno se encuentre en Vespertinas.

No estás en lo cierto. Soy osado a poner tizne negro a lo que, en los fueros de mi conciencia, conceptúo digno de volver al telar o ir al cajón de deshechos, ya que de ti se puede esperar cosecha de más selección y regalo. Pero si me fuera dable hacer en más pequeña escala, lo del Cura con los libros del Caballero Manchego, permíteme Chacón Rumbea, que salve del fuego tus sonetillos o trioleta. Allí juguetea tu númen pintándote con la mano en el laud, en aguarde de la divina Primavera que se te aparece después, hecha carne, en la cruel Margarita con sonrisas de virgen de escultura. Ella también, como la del Fausto, debe d’ estar embriagada por avieso Mefistófeles cuando así te rompe las alas al apagar los sones de tu flauta plañidera. Armonioso y blando acento has sabido encontrar para preludiar esta historia sentimental que tú la insertas fragmentariamente y a la diabla. Malena, oye es para mí el final de ese pequeño poema, humedecido en lágrimas y con estructura de belleza.

Guardando cierta semejanza ideológica con determinadas composiciones de Emilio Carrere, no carece de valor la entusiasta la oración hecha por cuantos en el trajín de la vida se rozan con nosotros para alumbrarnos la senda o verter sus odios y enconos en el baso del bien y del mal. Tu plegaria se eleva por todos los tristes sin albergue, por todos los labios exangues de las vírgenes, por todos los locos que se arañan al docel de la Reina Poesía, por todas las madres que sólo saben de bendiciones y cariños; y esa unción de piedades crece hasta implorar por los ojos ribeteados por las amarilleces del odio, la calumnia y la infamia.

I si esto salvan de imaginario fuego mis mano, sobre mi cabeza colocara el soneto No llores, madrecita, rociado de ternuras y delicado intento, donde riegas bálsamo de consuelo sobre la que lamentase de ver que el sol de su cabellera se cambie en blancor de nieve con apariencia de cumbre venerable o de nube que camina por deshacerse en lluvia bienhechora.

Mayor corrección de forma se advierte en Canta, loca, que también la encuentro muy acertada en el fondo, pues es verdad incontestable que tu alma –la loca—debe cantar la vida en cuanto tiene de sano y de bueno, dejando a la luna, o a las estrellas sin brillo de los copleros ramplones, el encargo de llorar por las tórtolas sin vida…

Sea esa tu norma; enciérrala en vigor interno y en elegancias de factura, y yo te aseguro, sino peldaños de gloria, satisfacciones de espíritu y aplausos de quienes, como yo, te envidiamos el santo propósito y queremos la rosa blanca del triunfo para el hermano lírico.

Tuyo

Víctor M. Albornoz

Cuenca, Noviembre de 1918.

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