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TRADUCCION DE DOCUMENTOS PALEOGRAFICOS

Author: Teodoro Albornoz /

Las ciencias históricas requieren –cuando el que las utiliza desea adentrarse en el pasado- de un elemento de valor extraordinario, que le presta ayuda decisiva y no sólo le sirve de eficaz testigo de sus aseveraciones, sino que se responsabiliza de ellas. Este elemento es la paleografía, si es que el historiador, huyendo de copiar lo que dijeron otros, se acoge únicamente al dato veraz arrancado de fuentes contemporáneas al hecho que estudia. La paleografía es algo así como un telescopio, cuya lente aproxima los sucesos que se tratan de investigar, acercándolos tanto que es como si se los estuviera contemplando cara a cara.
En el Ecuador, muy pocos tienen conocimiento cabal del arte paleográfico. Por lo mismo, las contadas personas que lo practican son dignas de encomio y aplauso, pues proporcionan a la Historia nacional los documentos palpitantes del pretérito, para que ella se muestre de acuerdo con la verdad, con la verdad que muchas veces tendrá que reemplazar a errores y suposiciones que de varios acontecimientos se han hecho sin base firme de sustentación. Por no conocer a fondo la paleografía, don Pablo Herrera incurre en su versión defectuosa de un solo documento –el padrón de los primeros vecinos de Quito- en más de treinta equivocaciones en los nombres propios que allí figuran. Algo parecido sucedió, aunque en menor proporción, en la traducción que literatos entusiastas de Cuenca hicieron a fines del siglo pasado del Acta de fundación de la ciudad, pues, por ejemplo, al no verter en forma debida el nombre del río que corre al sur de la población, dieron pábulo a que se lo siguiera llamando Yanuncay o Yaniví, en lugar de Yambi, que es el nombre que consta en el Acta mencionada y por consiguiente el verdadero.
Entre los paleógrafos ecuatorianos no hay duda que se destaca el señor Jorge A. Garcés G. por la valiosa y enorme labor desarrollada en ese ramo desde el año 1934, en que la Municipalidad de la Capital de la República inicia su valiosísima colección de documentos de su rico Archivo ¡Treinta años de ímprobo trabajo, de abnegado trabajo, que por igual pone en tensión los nervios del cerebro y los de los órganos de la vista, fatigándolos por la tenacidad del empeño!
Primero como colaborador del señor José Rumazo González, en la versión de los dos primeros Libros de Cabildos de Quito, correspondientes a 1534 a 12551; luego ya solo, el señor Garcés ejecuta la traducción paleográfica de los Libros de Cabildos de Quito desde el año 1573 hasta el de 1646, que, al publicarse, abarcan ocho volúmenes. Además, en otros volúmenes, ensancha su radio de acción al entregar por la imprenta versiones de documentos de gran importancia de los siglos XVI, XVII y XVIII: Oficios al Cabildo de Quito por el rey de España o el Virrey de Indias (1552-1568). Testamento del Capitán Sebastián de Benalcázar, y Documento inéditos relativos al mismo (dos volúmenes). Cédulas Reales dirigidas a la Audiencia de Quito (1535 a 1660, dos volúmenes), Libro de repartición de tierras y solares (1583-1594), Plan del camino de Quito al río Esmeraldas (1736-1742), Colección de documentos sobre el Obispado de Quito (1546 a 1594, dos volúmenes), Libro de las minas de Zamora (1562-1567), Descubrimiento del Río de Orellana, Libro Primero de Cabildos de Cuenca (1557-1563) y Libro Primero de Cabildos de San Miguel de Ibarra (1606-1617), estos dos últimos como contribución patriótica de su hondo sentido de nacionalidad.
No satisfecho con esa agobiante labor, el señor Garcés publica en 1949 la obra Paleografía Diplomática Española y sus peculiaridades en América, la cual constituye un verdadero texto de enseñanza, pues como con verdad afirma el docto prologuista Don. J. Roberto Páez “su estudio permite a una mente de mediana cultura acometer la descifración de las antiguas escrituras particularmente de las escrituras españolas”. En efecto, con claridad y método propios de un maestro en esa ciencia, el señor Garcés enseña lo principal que debe saber quien se inicia en paleografía, cuando menos para acertar a leer los textos que no ofrecen mayores dificultades, ya que otros preséntanse llenos de oscuridad y complicaciones sea por la antigüedad o por la grafía demasiado enrevesada o caprichosa, los cuales requieren, por cierto, a quiénes, como el señor Garcés, tienen larga práctica en tan difícil quehacer y además conocen profundamente las lenguas madres –el griego y el latín- de las cuales derivase el castellano, íntimamente ligado a aquellas en sus orígenes y en su formación durante los siglos décimo quinto y décimo sexto, en que se escriben los primeros documentos de la vida americana y por tanto los de la Municipalidad de Quito, tan hábilmente descifrados por el señor Garcés.
La última producción del señor Garcés, publicada con el título Cómo han de traducirse los documentos paleográficos de Hispanoamérica, viene a ser como una adición, como un capítulo más agregado a la obra anterior, compitiendo con ella en interés.
En el nuevo trabajo se hacen acertadas observaciones al libro del pedagogo argentino doctor Aurelio Z. Tanodi “Normas para la transcripción y edición de documentos históricos”; libro que la Cuarta Reunión de Consulta de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, reunido en Cuenca en 1959, recomendó estudiarlo para someterlo a discusión en la próxima Reunión Interamericana sobre Archivos.
Como una de las personas más capacitadas para dar opinión en asunto tan de su incumbencia, el señor Garcés presenta fundados reparos a los métodos preconizados por el doctor Tanodi; pero no se limita a ello, sino que expone su ilustrado criterio respecto a la forma científica en que debería unificarse en América la versión de documentos paleográficos, desterrando la anarquía con que hoy se procede, debido precisamente a que no hay normas ni procedimientos fijos a qué atenerse.
Con su nueva obra, el señor Garcés escribe una lección más, un tratado más, de suma utilidad, con los que demuestra su versación en la ciencia de su cultivo predilecto: en la paleografía, que tanto contribuye al esclarecimiento y veracidad de la Historia y con lo que el señor Garcés ha conquistado merecimientos que le honran sobremanera, al par que honran también al país.

VICTOR MANUEL ALBORNOZ

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