Amigos

SOBRE LA ULTIMA GENERACION LITERARIA DEL AZUAY

Author: Teodoro Albornoz /

Cuando aquella aventajada legión de los Tamariz Crespo, Cordero hijos, etc. dejó las aulas del estudio para seguir por las veredas de la vida de energía i acción, reinó silencio abrumador. Había muerto la Poesía para la nueva generación.
Quién creyera! Esos adolescentes, hoy en plena juventud, olvidaron – en la ciudad del misticismo-, o no pudieron pulsarla, hasta el arpa sollozante que, cabe el altar de Santa María, hablaba de abandono y soledad. ¡Y no fue bastante para romper ese silencio ni la locura de la edad, ni los arrebatos de corazones que indudablemente no pudieron negar dádivas al Amor!
Contagiado, o mejor, aplastado por tal apocamiento, sólo mucho después se oyó la voz de RICARDO CRESPO ORDOÑEZ. Vino con ímpetu de fiebre – como que debía recobrar, siquiera en parte, el tesoro de tiempo que hiciéranle perder.- Escribe donosamente, siguiendo acabados modelos, aunque es de culparle cierto enmarañamiento en la forma i una tenue oscuridad en el exponer de la idea: defectos de lírica primicia. No le es difícil enseñorearse de la cumbre; i allá deseáramos verlo.
De improviso, pasados años, rompió la calma de esa inepcia, de esa paz monacal, una algarada rebosante de regocijo. ¿Quiénes hacían retornar al viejo entusiasmo, que parecía dormir sueño de eternidad en la tumba del indiferentismo? Eran unos niños que, inoculados con el gérmen de la santa demencia, se precipitaban en la liza, ansiosos de los laureles triunfales: oh! los laureles imposibles que cuantos vimos marchitarse en las negras sendas del desencanto!
Guiados, su mayor parte, por la mano de experto e inteligente maestro – el Sr. Don Francisco de Paula Correa.- no dejaron apagarse, como otros lo hicieran, al augusto quinqué del Númen; i postrados en oración ante la Soberana Belleza, entonaron el trémulo arpegio de la iniciación.
Ese tropel había sido avizorado por los ojos, bondadosos para la Literatura, de Nicanor Aguilar. Este hombre que parece nacido para cuidar de las vides del intelecto incipiente; éste a quien no arredran fatigas ni desazones: no quiso, i no pudo, dejarlo pasar sin que su enseñanza vigorizara el esfuerzo de quienes anhelaban ser campeones. Y he aquí fundado, el 19 de Enero de 1911, un remedo de academia: la Sección Preparatoria de la Academia Azuaya, así llamada por alusión i ficticia conexión con ese exergo de algo que jamás existió.
No podemos decir, sin faltar a la verdad, que Nicanor Aguilar modeló el alma de la literatura de esos jóvenes, aunque si modelara el cuerpo. Una cosa digna de encomio i otra censurable.
Digna de encomio: porque poner vallas al arroyo significa detenerlo, estancarlo, o, cuando menos, cambiar el curso a que la Oculta Potencia lo predeterminara. Aguilar no detuvo la corriente, rebelde en veces e irreverente en demasía, comprendiendo la inutilidad, del afán i todo lo alto que generalmente presagian, precisamente, rebeliones e irreverencias.
Digna de censura: porque bien está que el cincel corrija lo que la inexperiencia trabajara, pero no que el talento ceda su opulencia a la inopia de la inutilidad, ocasionando de este modo males irreparables. ¿Quién no sonrió despreciativo al leer composiciones de algún mérito, firmadas por personas hoy de reconocida incapacidad para las artes liberales?

Oh! qué Academia! Se daba lectura al acta de la sesión anterior, luego a las cartas de Lord Chesterfield (i era en el año de 1911), o a las Consultas al Diccionario de Carlos R. Tobar, Después, venía el mare magnun de versos y prosas. Cualquiera de los académicos en cierne, puesto en graciosa desapostura oratoria, endilgaba largas peroratas encaminadas a esclarecer asombrosas cuestiones de filosofía, historia, etc. Y aunque el uno nada oyó, pensando en la novia; i aunque el otro nada entendiera, porque nada se podía entender; lo cierto es que al terminar ese chorro de sabiduría surgían aplausos con estrépito formidable.
Se redactaban periodiquillos manuscritos de letra enrevesada, y llenos de borrones de tinta, como que se los formaba a toda prisa i sólo por salir de compromisos.
Entre ellos, figuraban el “Pensil Literario” i “¡Excelsior!”, muy campantes i orgullosos i sobradamente pedantescos, porque la Academia tuvo hasta pedantes; la cual es mucho en tratándose de muchachos. Dos se destacaban: Don Víctor Manuel Albornoz i Don César Dávila. Albornoz, primero—porque era primero en la manía. Por gracia de nuestras virtudes o pecados (difícil es averiguarlo) leíamos con avidez muchas escrituras; i ellas fueron instigadoras, sino culpables, para que las encajáramos pródigamente, siquiera en diminutos fragmentos, vinieran o no al caso. Olvidando así que la erudición- entonces, a la violeta- “no es para decirlo todo sino para saber lo que se ha de decir”, según expresó el romántico de Larra.
Y nosotros no sabíamos qué decir. El que más contaba diez y seis primaveras. Exentos de verdaderas emociones, creyendo a pie juntillas la frase de Plutarco de que no hay poesía donde no hay mentira, i por único lema el audaces fortuna juvad, nos dimos, como se ha hecho costumbre, en llorar a moco tendido la desventura de los dolores intensos, torturantes, ante los cuales palidecían los tormentos que viera Arisiandro de Telmesa en el infierno mitológico, o los que Dante narra que existen en el cristiano. O de no, rimábamos, en rimas de incurable tullimiento, unos besos no dados, unas cartas no escritas, en fin, un deplorable sentimentalismo de amor.
Rápidamente, queremos enumerar i esbozarlos, si se quiere, a los que, en nuestro concepto, fueron los más notables de aquel grupo:

Luis Eduardo Martínez: Racimo de esperanzas que ayer no más desgajara inexorable muerte. Fue el primer compañero que nos abandonara; el que anunció que la sombra levantaba su palio en torno nuestro, mientras los pájaros agoreros rompían en fúnebre clamor. La noche….

Oh! Martínez, el filósofo Martínez—decíamos - ¿Cómo no recordar las largas discusiones elocuentes, eruditas con que nos regalaba cuando, por contradecirle, fingíamonos anarquistas en creencias?
Espíritu caballeresco, corazón hecho de lirios, alma que era semillero de virginidades, Martínez fue el que más en serio tomó la inclinación literaria. Sus artículos—tersos, fríos (de ningún modo fue poeta), reflexivos, sesudos, casi en madurez—parecían no de quien gozaba las exultaciones juveniles. Sólo conoció la vida en los libros; i si admitió presentes de la Razón, prefirió volar en el carro flamígero de la Fe- la niña de ojos azules, dilecta hermana del Ensueño. Repetimos: fue racimo de esperanzas.
César Peralta Rosales: Es, indiscutiblemente, quien va a la cabeza de esta legión. Y todos debemos darnos por satisfechos con poder seguirle.
Cerebro vigoroso; de sólida instrucción; neurótico tremendo, con neurotismo llevadero a las Letras: César Peralta está-- rabien quienes rabien- sino a mayor altura, al nivel de muchos que, cargados de años, gozan de renombre. Y si esto es hoy ¿qué encerrará el mañana? Pero este bohemio, el primer lírico bohemio que existió en Cuenca, tiene una enorme modestia que le viene de su justo i noble e indomable orgullo. Y de aquí….
La llama que trata de ocultarse tendrá que surgir. Y César Peralta, prosiguiendo la ruta emprendida, siempre en línea recta (es de la raza de aquellos modeladores de rutas), hallará, como en los cuentos de niños, el edén codiciado, a la fuente de vida inmortal, y al pájaro trinador de venturanzas, i a la Reina de las flores encantadas.

César Dávila Córdova: De constancia a toda prueba. Nació con irresistible vocación. Y si no las tiene, está pidiendo a gritos alas. Es de los más conocidos; i hasta ha merecido elogios de la crítica, i, lo que es más, elogios como crítico.

José M. Astudillo O: Si se empeñara en ello, llegaría a ser notable poeta. Tiene buenas predisposiciones, especialmente para la poesía elegíaca. Necesita esmero en el escandir de los versos, i como la mayoría de sus compañeros adolece de falta de lectura.

Manuel M. Muñoz: Hoy, un enigma: ha querido principiar por el principio. El Tiempo hablará de él. Cuando principió como nosotros, escribió mucho y muy donosamente, prometiendo eclipsar a todos.

Andrés F. Córdova: Torció el camino literario, i fuese por el netamente opuesto. Ahora parece regresar, no del todo, pero siquiera al periodismo de periódicos.

Ricardo Darquea: Digno de aplauso por su entusiasmo, va progresando de día en día.

Miguel Jerves, Napoleón Dávila, Benjamín Cordero, Juan Jaramillo, Aurelio Galarza A., Luis Ordóñez, merecen también ser citados.

Hemos querido hablar detenidamente sobre esta agrupación, dada la importancia que, a no dudarlo, tiene ella, ya que significa reflorecimiento en jardines amenazados por la tala del invierno.
Cuán útil la risueña epifanía! porque, dado el caso de que nada aprendiéramos en las sesiones de la Academia Preparatoria, cuando menos nos avezamos al trabajo i aprendimos a caminar por enriscados vericuetos.

……….

Fundado en las postrimerías de 1912 el ATENEO SOLANO, se agruparon allí otros jóvenes que, bajo la dirección de Juan Iñiguez Vintimilla, trabajaron también con ahinco en medio de una atmósfera nada propicia a intenciones literarias.
No pudiendo darse juicio exacto sobre los que formaron parte de esta sociedad, nos limitamos a citar los nombres de ALBERTO ANDRADE, FEDERICO VINTIMILLA, ALFONSO ESTRELLA, ALFONSO POZO, que entre otros, descollaron por su inteligencia.

……

Tócanos ahora mencionar a los principales de los que, sin pertenecer a determinado círculo, son de aquellos codiciadores de laureles o, cuando menos, de íntima i gloriosa satisfacción:

Luis Peralta Rosales: Toda una esperanza. Persona que parece arrancada de una novela romántica de las más exageradas. Dicho se está—i es lástima- que más es corazón que cerebro.

Remigio Romero Cordero: De aquilatado talento, que muy bien pudiera ser digno heredero del de su señor padre. Poco ha publicado, pero ello ha sido suficiente para poder juzgar de lo exquisito de su gusto artístico.

Luis Roberto Chacón: Tiene el grado de locura necesario al acometedor de empresas i algo de la perseverancia indispensable al triunfo.

Cesáreo Peña: Propio para la poesía de dulce sencillez. Guitarra antes que lira.

Daniel Cañizares……

……..

Terminamos.
La Sección Preparatoria de la Academia Azuaya i el Ateneo Solano, han muerto ya. Murieron de esplín, de desesperanza. Y es cosa triste, porque esta última generación literaria es sobradamente rica en talento.
La inacción conduce al despeñadero. Hay que tener la conciencia del yo, que dijo Stendhal: quién sueña en altos picachos es porque puede alcanzarlos. Sabido es que, para ascender, se tropieza siempre. ¿Qué importa la ruindad del atajo? Trabajo y perseverancia son báculo. Y, además, juventud quiere decir: todo. Todo lo que es grande, i generoso, i noble.
Alcanzad la cumbre. Para ello, seguid el consejo de Flaubert: emborracharse con tinta. Imitad a Sileno: embruteceos en lo infinito. Bello es adormecerse, como Víctor Hugo, en el ensueño terrible.

VICTOR MANUEL ALBORNOZ.

“HACIA EL IDEAL” Año I. Cuenca, Febrero de 1915 N°. IV.

0 comentarios:

Publicar un comentario