Afrontando sin temor el riesgo de excederse en sus atribuciones, sintiéndose capaz de magnas empresas y ardiendo en fiebre de gloria y renombre, el intrépido Don Sebastián de Moyano, que toma para sí el apelativo de su ciudad natal – Benalcázar-, emprende la conquista del reino de Quito, adelantándose a quienes intentan empresa igual.
Desde San Miguel de Piura, donde se halla de Teniente de Gobernador, Benalcázar asciende a la sierra, dirigiéndose luego al norte para cumplimiento de sus designios. Le acompañan –según cómputo más probable- unos doscientos soldados, de los cuales tal vez ochenta son de caballería.
Aunque la fecha de la expedición la señalan González Suárez y otros historiadores en 1533, es preciso rectificar el dato, pues el Rdo. P. Alfonso A. Jerves prueba documentadamente que ella se realiza sólo en 1534, iniciándose en Abril de ese año. (La Fundación de la Ciudad de San Francisco de Quito. Quito, 1933).
Para entonces o los cañaris sólo están sujetos a sus propias autoridades, debido a la anarquía que reina en el Imperio, o sufren las depredaciones de Rumiñahui, que usurpa el poder de la dinastía quiteña. Inclinámonos a lo primero, ya que parece que el feroz tirano sólo llega a inmediaciones del territorio de los cañaris, si bien éstos temerían el avance de aquel y sus espantosos castigos, que habrían de sobrepasar, no hay duda, a los impuestos por Atahualpa.
Sea por tal causa o por la de una sagaz política, los cañaris, apenas saben que las tropas españolas se acercan a ellos, mandan mensajeros de paz. Desde Cañaribamba, en los límites meridionales del país, el cacique Oyañe destaca una embajada presidida por tres señores de la comarca – Nimique, Llenizupa y Pallacache-, los cuales se presentan a Benalcázar llevándole en obsequio pescado de río, tasajos de llama, pulque, papas y otros productos de la tierra. Franqueando el paso de Huasca-chaca, o sea el puente de bejucos tendido sobre el caudaloso Tamaycha (hoy Jubones), que delimita al sur el territorio cañari, penetran a éste las huestes españolas, cordialmente acogidas.
Así, que los primeros extranjeros que huellan la provincia de Tomebamba son el Capitán Sebastián de Benalcázar y sus acompañantes, de los cuales sólo se conoce al Alférez Real Miguel Muñoz, al Maese de Campo Falcón de la Cerda, a los Capitanes Francisco Hernández Girón, Ruy Díaz de Rojas, Francisco Pacheco, Juan Gutiérrez, N. Mosquera y a un soldado llamado Juan Camacho. Se sospecha que también forman parte del contingente Don Hernando de la Parra y Don Alonso López Albarrán. De los demás, nada se sabe.
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