El movimiento popular iniciado por los patriotas el 3 de Noviembre de 1820, halla el complemento que lo sella solo días después, al aprobarse la Ley fundamental, mediante la cual Cuenca se constituye en pueblo independiente.
Las diversas parroquias de la Provincia eligen Diputados al Consejo de la Sanción, convocado por el Jefe Político y Militar don José María Vázquez de Novoa. También el Ayuntamiento, el Cabildo Eclesiástico, el Clero secular y regular, el Cuerpo de Milicias, los comerciantes, agricultores y obreros acreditan sus Delegados, de tal manera que la Junta actúa con representación auténtica de los pueblos y corporaciones mas importantes de la comarca.
El memorable 15 de Noviembre de 1820 se reúne el Consejo de la Sanción y, tras las deliberaciones del caso, pone en vigencia el célebre PLAN DE GOBIERNO DE LA REPUBLICA DE CUENCA, cuyo ejemplar auténtico, firmado por los principales personajes de la ciudad y las parroquias, hoy se lo guarda reverentemente en el Museo Municipal “Remigio Crespo Toral”. El proyecto del Plan se lo cree obra de don León de la Piedra, no solo porque él interviene como Secretario de la Asamblea, sino por el hecho de tratarse de un hombre de letras, considerado en su época como valioso exponente de intelectualidad, sin que por ello logre improvisarse en estadista genial.
Dada la importancia del documento, juzgo del caso hacer algunos comentarios acerca de esta como partida de bautismo del advenimiento de la libertad en esta tierra que por ella luchó hasta la heroicidad y el sacrificio.
Al emplear, en el Artículo 1° del Plan de Gobierno, la denominación de REPUBLICA DE CUENCA ¿trátase de crear un nuevo Estado o solo se usa el vocablo en el sentido de “conjunto de habitantes de un mismo término jurisdiccional, regido en sus intereses vecinales por un Ayuntamiento”, tal como lo emplean con frecuencia en la época colonial? A este significado último parece referirse el Artículo 2° cuando habla de “una provincia libre”, al mismo tiempo restringe el término de acuerdo con las disposiciones concernientes que siga funcionando el Cabildo en la forma prescrita por la Constitución española.
Sin embrago, la circunstancia de concederse perpetuidad en el cargo de Jefe Militar, con atribuciones de Virrey y Capitán General, parece indicar que el propósito es erigirse en realidad como nación “independiente de toda potencia o autoridad extraña”, como se declara, si bien se prevé el caso de formar confederación con las otras “provincias limítrofes y con todas las de América” cuando se trata de sostener su recíproca emancipación.
Asimismo, llama la atención el que para nada se miente a Quito o Guayaquil para una probable anexión y que, por el contrario, se tienda a una autonomía completa al nombrar autoridades de primer rango para las diversas funciones de gobierno, milicia, hacienda, poder judicial y, en fin, los diversos ramos de la administración. Por supuesto, todo ello dentro de una copia en pequeño de la organización colonial, sin olvidar los pomposos tratamientos honoríficos a entidades e individuos.
A Vázquez de Novoa se da por cinco años el gobierno político y a perpetuidad el militar, con el grado de General, no estando sujeto a mas juicio de residencia que al de la Junta Suprema de Gobierno, compuesta por dos representantes del Clero y uno, respectivamente, de la milicia, el comercio, y la agricultura. Sus facultades de autoridad son tales que aún superan a las de un Virrey, puesto que se halla exento de las obligadas restricciones que éstos tiene en el mando; igualan a las de un soberano en miniatura: remedo de dictador o caricatura de poder imperial. ¿A tanto avanzan las pretensiones de Vázquez de Novoa o a tan bajo desciende la adulación de los que giran en su torno? Aquella ansia de honores, que se los quiere perennes, la desgracia se encarga de desvanecerlos solo treinta y cinco días después, en el tremendo desastre de Verdeloma.
Al tratarse de un Estado libre, ¿se meditó si podría haber subsistido con las propias rentas? No se escatiman sueldos: el subidísimo de cuatro mil pesos anuales señálase a Vázquez de Novoa y, aunque muy menores a aquel, se prodigan también retribuciones a un sinnúmero de servidores para las administraciones de tributos, alcabalas, correos, etc. ¿Habrá mediado un estudio conciezudo de las posibilidades económicas de la región o se procede precipitadamente, sin cálculo ni previsión para el futuro?....
¿Se pensó en una aduana terrestre en Tixán o Alausí, en una fluvial en Naranjal o en una marítima en las proximidades de Machala o Santa Rosa? ¡Quién sabe! La Provincia de Cuenca, recostada en los riscos de los Andes en su mayor parte, pero que, entonces, desciende hasta el mar, prolongándose por la sección hoy denominada El Oro, cuenta ciertamente con ventajas apreciables: la jurisdicción territorial, extensa; la población, de poca densidad; la propiedad, bien repartida; los recursos del suelo, proporcionados a las escasas necesidades de la época; en una palabra, reúne condiciones que, acaso, los patriotas las creen suficientes, con aquel espejismo que el ardor cívico ocasiona casi siempre en las mentes exaltadas, para sostener tren de estado independiente.
En lo relativo a aspiraciones culturales, el Plan de Gobierno promueve la educación de la juventud, disponiendo que el Senado de Justicia, conjuntamente con el Ayuntamiento, elaboren un programa de enseñanza “detallando las facultades de los Colegios para este objeto”. Tómase interés especial en fomentar las industrias, estableciendo premios a quienes sobresalgan en ellas o establezcan nuevas. Tampoco se olvida la necesidad de procurar el adelanto de la agricultura y el comercio, ni se descuida la conveniencia de mantener la higiene y ornato de las poblaciones.
Indudable que, para Ley fundamental, el Plan no contiene todo lo que requiere un pueblo que se organiza; pero es aceptable y aún digno de aplauso en muchos de sus capítulos, si se lo juzga en relación con las principales necesidades del momento histórico en que se lo escribe. Su mejor elogio es decir que en él se retrata el carácter del cuencano: religioso y amante de su terruño, poniendo siempre a Dios por encima de todo y encariñado con los nativos lares, a extremo de vincularse sólo a su región, con aquel santo egoísmo de aspirar a que ella supere a todas las demás en el culto de amor a todos los postulados que ennoblecen el humano corazón.
VICTOR MANUEL ALBORNOZ
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