En su abominable Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana, Mera decía, refiriéndose a Cordero: <<>>. I proseguía, asegurando que ese talento <<>>.
El Sr. Mera anduvo desacertado en parte, al no tributar su aplauso al lírico formidable que después reveló ser Cordero. Verdad que, entonces, no surgían su Aplauso i Quejas, ni su ¡Adios!. Pero, en lo de creerlo muy propio para la poesía jocosa, si que se pasó de listo el autor de la mencionada obra.
En efecto estudiando, sin duda, a los grandes modelos del Siglo de Oro i siguiendo los pasos de la falange inmortal, Cordero descolló en este género casi olvidado i aún venido a menos en la presente edad de correcta prosa en la que, por desgracia, ni hay justas caballerescas, ni chismografías i enredos palaciegos en soberbias cortes de ilustres soberanos.
No con el chiste aguzado de Pérez Zúñiga o Vital Aza, tampoco con la frívola moralidad de de un Rodao, sino con la sal ática i la despreocupada gracia de Castillejo, Polo de Medina o Trillo Figueroa, supo Cordero dar a sus composiciones donosura e hiriente aguijón de rosa silvestre i lozana.
En un célebre literato del siglo XVII puede encontrarse el ilustre abolengo de Cordero. Los doscientos epigramas con que formó Miguel Moreno sus Flores de España son en mucho semejantes—aunque de más agudeza y precisión – a los del que, en este rincón andino, alcanzara nombre de ingenio festivo i zaheridor de torpezas y candideces.
Y basta. Tánto hase hablado de las Poesías jocosas que es en vano el proseguir empeñados en el tal hablar.
En 1895 apareció un libro que, desde luego, fue colocado entre las raras joyas del Parnaso ecuatoriano. Poesías serias se llamaba, y, por más que el título no era atractivo ni menos acertado, encontró, por su mérito, manos que lo guardan i lo guardarán con el cariño prodigado a las cosas buenas.
Apenas si hay como ocuparse de la Invocación a Solano, Malo i Cueva, (invocación de rastrero vuelo), cuando el renombrado Aplausos i Quejas urge a leerlo y releerlo con fruición. Versos son éstos en los que Cordero superó a Olegario Andrade en la corrección i en el ordinis hace virtus erit que Horacio indicara en su Epístola a los Pisones. Es el caso que, al cantar el coloso argentino a la raza latina, menospreció a varias naciones, entre éstas al Ecuador, i Cordero salió en pró de las glorias de su patria, prorrumpiendo, con grandilocuencia, en apóstrofes de buen patriota i buen creyente, porque, si puso en aquel monumento piedras que lo completaran, también cambió algunas, i así, por ejemplo mientras Andrade recuerda a la sombra enervadora del Papado i a la hoguera infernal de Torquemada, Cordero loa a la Santa Iglesia de Cristo, divina salvadora de la ciencia.
Inferior en inspiración, como que es marcha de sendero trazado, Aplausos i Quejas puede estar, aunque respetuosamente, cabe la estrepitosa Atlántida.
En la muerte del insigne patricio Dr. D. Benigno Malo, es un soneto digno de figurar en antologías.
La composición ¡Adios!—gallarda cumbre del estro de Cordero—es un grito de dolor incontenible, enormemente desgarrador que, sin quererlo, hace recordar las tragedias de Shakespeare
Elegías semejantes, pocas; i en América, ninguna. Sólo se nota en ella alguna reminiscencia del Canto fúnebre de José Antonio Maitín. Tal vez, i es probable, Cordero no bebió en dicha fuente, pero el asunto—ya que Martín también cantaba a su muerta esposa—i la índole casi familiar que ambos adoptaron en sus elegías, hizo, necesariamente, que fueran iguales en el fondo.
Cordero recordaba en su angustia a la tela que bordaba, al libro que leía, al piano ya en silencio desde la ida de su Amada. Maitín hacía lo mismo, i aún lloraba viendo la labor abandonada, la tela que guardaba todavía la presión de su mano, el lecho que estaba en desorden.
Cordero recordaba a las azucenas i las magnolias del jardín, i, sobre todo, a su planta predilecta: a la rosa de Jesús que ya ostentaba botones de fragante grana. I Maitín, se detenía, especialmente, ante la tierna i gentil adormidera que Ella plantara.
El ¡Adios! de Cordero es de más rimbombo que el Canto fúnebre, es de más alto vuelo, más poético si se quiere, más profundo, más sentido; pero –hay que reconocerlo—el Canto fúnebre fue el primer brote, aunque incorrecto, que en América diera el árbol de la poesía doméstica.
Cordero expresó, en un poema relativamente pequeño, todo aquello que Maitín dijera en nada menos que 17 cantos.
La poesía de Maitín es más lánguida, más dulce que la de Cordero. Sobre aquella parece que el consuelo ha vertido su bálsamo; en ésta se ve la herida recién abierta, aunque sobre ambos poetas, creyentes fervorosos, alienta la esperanza i la resignación que siempre sabe infundir la fuerza de las religiones.
Véase cómo concluyen las dos elegías.
Cordero exclama:
Adiós, mi caro dueño,
del cielo de mi amor astro extinguido!
Duerme en santa quietud el postrer sueño:
yo, a continuar penando, me despido.
Mañana que, al tormento de llorarte,
desfallezca y sucumba,
vendrán mis restos a pedir su parte
en tu fúnebre lecho de la tumba……
Hasta entonces, adios! En la elegía
que amor i desventura me han dictado,
te dejo por ofrenda esposa mía
todo mi corazón despedazado!
I Maitín dice, con menos impetuosidad, pero más poéticamente:
Adios, adios, Que el viento de la noche,
de frescura y de olores impregnado,
sobre tu blanco túmulo de piedra
deje, al pasar su beso perfumado;
que te aromen las flores que aquí dejo;
que tu cama de tierra halles liviana.
Sombra querida i santa, yo me alejo;
descansa en paz……..Yo volveré mañana
En resumen el poema de Cordero es más correcto que el de Maitín, aunque no por esto sea intachable. Se pudiera reparar en la ilación guardada entre las diferentes estrofas, en algunas de las cuales decae visiblemente el tono arrebatado de las anteriores, como sucede, v. g., en la penúltima estrofa del ¡Adios!
A tus plantas los dejo, etc.
Pero los defectos fragmentarios desaparecen ante la belleza del conjunto. Casi sin interrumpirse, se sostiene el lirismo i elegancia de la introducción, i hay partes en que el alarido trágico es tan elocuente que más de un lector sentimental habrase enjugado lágrimas al recitarlas.
Fruto de la honrosa misión que en 1910, ejerciera el Sr. Cordero, publicóse un tomo con el título de El Ecuador en el Centenario de Chile. Allí se encuentra su Salutación, poesía que mereció grandes elogios en ésa como en ésta República. Escrita en romance, pierde la armonía de la rima perfecta—gran encubridora de faltas i apropiadísima para encumbramientos--, aunque Manuel Proaño, a fuer de admirador, cree que, el escoger tal metro , fue acierto magistral. Admirables de tensión, académicos, ciñéndose a estrechos moldes, forman la Salutación versos de irreprochable prosa.
Además, el Sr. Cordero es autor de una Enumeración botánica de las principales plantas que se dan en las provincias del Azuay i de Cañar; de un Diccionario quichua, lengua en la que fue muy versado; de unas Observaciones sobre las principales poesías de Julio Zaldumbide, i de innumerables composiciones, perdidas en revistas y periódicos, entre las que sería imperdonable prescindir del canto a Rocafuerte, que alcanzó primer premio en cierto concurso literario, i de sus siete sonetos Al glorioso Cervantes Saavedra.
El Sr. Cordero distinguióse por su entusiasmo en favorecer las Letras, fundando agrupaciones literarias, alentando con su aplauso, i, lo que es más, con su ejemplo, ya que jamás descansó en la brega que le proporcionara en vida admiración i respeto, i hoy, ya muerto, un rincón de inmortalidad reservado para su gloria de Sabio y de Justo.
Víctor M. Albornoz.
De “HACIA EL IDEAL” Cuenca, Enero de 1915
1 comentarios:
Estimado Teodoro,
Un importante y valioso espacio es el de "miscelánea cuencana", creo que urge la difusión del blog, pues, los aportes son muy necesarios para plasmar la realidad social de Cuenca y el Azuay, pienso que el pensamiento social debe ser estudiado y analizado profundamente como un medio eficaz de obtener el triunfo y progreso necesario de los pueblos y la cultura juvenil.
Para mí como joven comprometido con el país que me ha dado educación, refugio de ideas y aire, es un deber primordial el día a día trabajar por el engrandecimiento del mismo y para ello es fundamental el criterio firmemente categorizado y arrancado de su pensamiento.
Con una habilidad invaluable de escribir, con una belleza y estilo propio.
Felicito su blog, gracias por la memoria viva que hace de Cuenca.
SINCERAMENTE;
José Chalco Salgado
www.josechalcosalgado.com
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