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Historia del periodismo en Cuenca

Author: Teodoro Albornoz /

Historia del periodismo en Cuenca
por
Víctor Manuel Albornoz

Cuenca- Ecuador

- 1941-
El periodismo en Cuenca

Estudio histórico – crítico
por
Víctor Manuel Albornoz,

Miembro del centro
de estudios históricos y geográficos del Azuay
Cuenca del Ecuador

Periodismo en las otras provincias

Hasta ahora, no se a estudiado la historia del periodismo en el Ecuador, está por escribirse con la debida atención y en forma que satisfaga, pues de ella sólo se formaron índices sin detalles, cuando se la juzga en conjunto, o apreciaciones aisladas, si se trata de determinadas publicaciones. No abundan entre nosotros formales trabajos de revisión, nomenclatura, exposición erudita y conjunto homogéneo; trabajos cuya manifiesta utilidad contribuyen, unas veces, a esclarecer y, otras, a señalar definitivamente puntos de vista muy interesantes en la vida de un país.
Don Pablo Herrera, Federico González Suárez, Pedro Fermín Cevallos y algunos pocos escritores mas, entre los que debe citarse en lo contemporáneo a Pío Jaramillo Alvarado, proporcionan curiosas noticias, datos importantes, pero de manera fragmentaria y desordenada.
Con mayor método, aunque con menos amplitud, Pedro Carbo, Gabriel Pino Roca y Manuel J. Calle estudian las manifestaciones de la prensa guayaquileña, los dos primeros, y las del diarismo en Quito, el último.
En un colombiano, Don Gustavo Arboleda, recae la honra de suministrar las primeras informaciones ordenadas sobre periodismo ecuatoriano en general. Sin embargo, asoma deficiente y, en ocasiones, hasta carece de exactitud, habiendo muchos vacíos que llenar, sobre todo en lo relativo a ciertas provincias interiores, entre ellas, el Azuay, de cuyas hojas periodísticas no llega a mencionar siquiera la mitad.
Con más alardes de documentación se presenta la obra del presbítero Don Juan B. Ceriola, cuya labor obtiene premio en los Juegos Florales promovidos por “El Grito del Pueblo” en 1909, si bien incurre en no pocos errores y omisiones.
En 1920, D. Carlos A. Rolando da a luz un libro similar, más completo que los anteriores en cuanto al número de publicaciones que abarca. El escritor guayaquileño tampoco se libra de inexactitudes, aunque pocas y casi siempre las mismas de los que le preceden en sus investigaciones. Lástima que prescinda en absoluto de todo comentario, limitándose a la enumeración escueta en estricto orden cronológico. Ciertos momentos, parece escribir sólo de referencias, o, cuando menos, sin tener a la vista lo citado, como sucede cuando repite el nombre de un mismo periódico creyendo tratarse de dos distintos, siendo así que la una fecha señala la del primer número de la publicación y la otra la del último.
Recientemente, Remigio Romero y Cordero consagra un bello, aunque sucinto estudio al respecto, de propósito, se contrae a enfocar únicamente lo resaltante, los voceros cuya importancia trasciende a la posteridad, sin ir a lo minúsculo, al pormenor ni a la misma catalogación.
No seré quien escatime méritos a las obras que he citado, ni quien amengüe los galardones que bien se merecen. Primero soy en reconocer lo arduo de la tarea emprendida por sus autores; pero dada la magnitud de la empresa, siempre el propósito queda más grande y fuera del marco de lo realizado. Además, no se olvide las dificultades con que aquí tropiezan empeños semejantes, de las cuales no es la menor la falta de colecciones, debido a veces al corto número de ejemplares editados y con más frecuencia a nuestro característico descuido. Ni aún ahora se reúnen en las bibliotecas del país todas las producciones del momento; menos lo sería antes en que era hábito excepcional de instituciones y personas contribuir al mayor acervo de las escasas y reducidas bibliotecas de la época.
Mi labor se concreta a un lugar de la República, sin intento de abracar mayor porción, a fin de precaver en lo posible faltas inevitables en un conjunto vasto que, por su misma índole, requiere estudios múltiples para el criterio de juzgamiento, así como búsqueda infatigable para el aporte de los materiales necesarios. Estos últimos juzgo haberlos adquirido en número satisfactorio en lo que se refiere al periodismo cuencano.
Mas, antes de todo, una declaración: no pretendo aportar lo decisivo en la materia, ni mis opiniones las creo sin salvedad.

Periodismo azuayo

Un escritor docto y reflexivo, Don Alberto Muñoz Vernaza, es el primero en preocuparse seriamente de poner en claro los orígenes de la prensa en su nativa ciudad. Se embebe en la lectura reposada de los escritos cubiertos de polvo, enfocando el tiempo transcurrido, y, procediendo así, acierta a dictaminar sobre “El Eco del Azuay” (1), haciendo considerable brecha en un filón inexplorado entonces y que hasta hoy permanece sin descubrirse totalmente.
Años después, Don Aurelio Bayas se ocupa, desde las columnas de “La Alianza Obrera” (2) de algunos de los primitivos periódicos de Cuenca, pero lo hace en forma de cuadros sinópticos, demasiado sucintos por su misma naturaleza y que se contraen a breve espacio de tiempo.
El sagaz bibliógrafo Fray Alfonso M. Jerves suministra en 1919 (3) valiosas, aunque incompletas acotaciones sobre el ya citado “El Eco del Azuay, las que más tarde amplía, con su habitual difusión , en la útiles glosas con que esclarece la biografía de Fray Vicente Solano escrita por D. Antonio Borrero Cortázar (4).
Acaso esto es todo, fuera de ciertos datos incidentales traídos a cuento por D. Luis Cordero y más deliberadamente por D. Remigio Crespo Toral en las ocasiones en que con rápido toque de luminoso efecto se han ocupado de nuestra historia literaria (5).
Sin embargo, en ninguna parte del Ecuador, durante el siglo XIX, llega a adquirir el periodismo la importancia que cobra en Cuenca. Lo forma un cordón no interrumpido de grandes valores en el campo de las Letras: a sus comienzos, descollante y magnífico, se destaca Solano, y, luego, en gallarda actitud, Benigno Malo, los Borrero, Bravo, Cueva, Proaño, etc. hasta llegar a Don Manuel J. Calle y sus continuadores.
De otra parte sorprende su abundancia. <> Esas imprentas se ocupan infatigables en dar alentador impulso a la ya floreciente prensa cuencana, que ejerce supremacía indiscutible, pues no provincias de mayor importancia en lo administrativo, como son las de Pichincha y Guayas, logran igualarla entonces. Verdad que, por lo común, tales publicaciones resultan de vida efímera cuando sólo brotan a impulso de las circunstancias del momento; pero así y todo, para amable compensación de su espontáneo cuanto esporádico aparecer, hay algo en ellos que sobrenada en el oleaje del olvido.

El periódico de Cuenca – en lo que se refiere a esa época- no para divulgación de la última noticia, sino para airosa demostración de lo que puede la pluma en el terreno de la idea; de donde resulta que, si carente del interés cotidiano con que en lo moderno satisface el interés del público, en cambio tiene la cualidad perdurable de lo que sirve para recreo espiritual de todos los tiempos.
Los escritores que no cuentan entonces (ni hoy tampoco, bien se sabe) facilidades para editar libros, se dan por contentos viéndolos en letras de molde, aún cuando sea retaceados y embutidos en las a veces incómodas columnas de un órgano que no es su propia morada. Prueba de tales frutos no se brindan indistintamente a la avidez general, hasta obras científicas aparecen, de tirón en tirón, de fragmento en fragmento, en tan insólita forma.
Con tal proceder, no siempre se revisten de amenidad esos periódicos; pero como existe en ellos condiciones que no sólo se circunscriben a la esfera de una reducida actualidad, además de su mérito como documentos históricos de una época, sirven ahora de magnífico material literario para la completa apreciación de sus autores, varios de los cuales mantienen perenne nombradía. El caso de Benigno Malo.
Examinando otro aspecto, si en ocasiones no se desdeña ocuparse de la actuación política es con objeto de lanzarse a la acometida personal, en la briosa postura del paladín que arroja el guante en medio del estadio sabiendo no faltará quien pronto lo recoja. Se busca la polémica en el afán de no dejar enmohecer las armas, como distracción adecuada a lucir lo donairoso del ingenio. Se moja la pluma en vitriolo para clavarla en el adversario a que cumpla su cometido de encenderle en fuego, enardeciéndole y provocándole a más denodado ímpetu en la lucha. Proverbial llega a hacerse la dureza y agresividad del periodismo cuencano, a extremo tal que se lo denomina<>. A decir verdad, tal hierro no se lo blande en alto como instrumento vulgar salido de la forja: ennoblecido para su misión de muerte, es obra de artista que repuja su arma adornándola con los filigranas del estilo, después de darle debido temple en los calcinantes hornos del pensamiento.
Otro mérito no para callado constituye el de sostenerse y encumbrarse solo con elemento propio, sin recurrir al apoyo de los extraños, como sucede en otras regiones, especialmente de la costa, donde con demasiada frecuencia el periodismo ha solicitado ayuda no sólo de los connacionales, sino que se ha puesto en manos de extranjeros distinguidos y competentes: compruébanlo los Calvo, Jaramillo, Arboleda, etc. Y esto desde los tiempos de “La Balanza” (1839) en que asoma lanza en ristre el insigne guatemalteco Don Antonio José de Irisarri, que, al buscar contendor digno de su talla, hubo de hallarlo (únicamente) a las orillas del Tomebamba gentil.


Introducción de la imprenta en el Ecuador


La obra más reciente publicada y que, por tanto, debe aportar los datos más nuevos y plenamente comprobatorios, es la publicada en Chile por Don L. Ignacio Silva, bajo los auspicios de la Biblioteca Nacional de Santiago (8).
Tal el motivo de la especial referencia que de ella hace en este capítulo (9)
Por desgracia, la información relativa a nuestra patria aparece más corta que la proporcionada por otros países. Tanto se la abrevia, que se limita a las siguientes líneas:

<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<> (10)
Esto, todo lo que expresa el Sr. Silva. Por lo transcrito, adviértese que en tan sintética reseña, si bien se admite la existencia del taller tipográfico de Ambato, se le da tan mínima importancia que, en resumidas cuentas, se señala el año 1.760 como el de la introducción de la imprenta en el Ecuador. Lo cual no es cierto. Reveladores indicios permiten creer que cuando menos desde 1.752 funciona ya en la villa de Ambato una prensa que puede calificarse de buena por la nitidez de sus impresiones. Los tipos empleados son indudablemente de plomo, y no de madera como en alguna ocasión se dijo.
Publicación de igual o mayor trascendencia a la citada por el Sr. Silva aparece un año antes en Ambato. Yo la he visto, la he leído y actualmente existe en la valiosa Biblioteca del Seminario Mayor de la ciudad de Cuenca (11). Se lee así en la página inicial:

<<>>.= Son treinta páginas en 4°-.
Hojeando esta vetusta publicación, venerable joya de arqueología libresca, se sabe que el hermano tipógrafo D. Adán Schwartz no es un simple obrero, sino también poseedor de aficiones literarias, pues, a continuación de las licencias otorgadas por el Dr. Xavier Saldaña y por Fray Ramón de Sequyra y Mendiburu, da clara presencia de su persona al hacer devota dedicatoria de su trabajo a San Francisco de Sales, en líneas autenticadas por su firma y que le vienen estrechas para dar cabida a la profusa elocuencia en que abunda.
En la Exposición Nacional realizada el 1892 en Quito, el Sr. Comandante Don Francisco Orejuela exhibe una obra aún más antigua que las dos citadas anteriormente (12). Se trata de una hoja grande, así mismo impresa en Ambato, constando que lo fue en 1.578 y que intitula:

<>
Es un chileno, Don Nicolás Anrique R; quien ya en el año 1.891 arroja raudales de luz para esclarecer el punto de que se trata, al demostrar la existencia de un Catálogo de religiosos de la Compañía de Jesús (13), opúsculo impreso en Ambato el año 1.754 por el varias veces mencionado Hermano Shwartz (14). Tiempo antes lo mencionara en sus estudios el paciente investigador Don Pablo Herrera, pero acaso por hacerlo en una Revista de no muy amplia circulación (15) pasa desapercibida información de tamaña importancia. (16). El Sr, Silva acepta tácitamente lo sustentado por Torres Saldamando (17), el presbítero Ceriola y algunos otros (18), esto es, que la imprenta de Ambato es la misma que en Quito funciona por esa época en el local del Colegio Seminario de San Luis.
Empero no falta quien suscite cuestión sobre averiguar si más bien fueron las dos imprentas establecidas, como lo da a entender el hecho de que en 1.766 – o sea cinco años de aparecida la primer obra que se conoce publicada en Quito- se editen en Ambato los Sermones de doctrina del Padre Milanesio, lo que equivale en decir que la imprenta hubiese sido trasladada de Ambato a Quito y de Quito, nuevamente según dictase la necesidad. .
Bien puede ofrecerse el caso de que la misma imprenta se la traslade de uno a otro lugar según dicte la necesidad, pero nada de esto puede afirmarse de manera rotunda, a lo más como simple suposición.
Todo cuanto se lleva dicho es una relación a la prensa tipográfica adquirida por los Padres Jesuitas, la cual en 1.767 sufre secuestro con motivo de ser expulsados sus dueños en virtud de la cédula de Carlos III; secuestro que se lleva a cabo a pesar de la mal urdida treta de fingir ante el Consejo de Indias que la pertenencia legal corresponde a una paupérrima señora, doña Angel Coronado, madre de aquel Alejandro Chaves que obtiene permiso de traerla y que el Sr. Silva sólo acierta a mencionar por el apellido materno.
Pero conviene saber que a contar de 1.749 existe en Quito otra imprenta particular a cargo de Miguel de los Reyes, y que también, desde 1.757 funciona en esa ciudad la importada de Lima por don Raymundo de Salazar y Ramos. De la existencia de ambas queda únicamente la noticia escueta, comprobada aunque desprovista de detalles; pero precisa colegir que en algo abrían de ocuparse ellas, siendo indudable que allí vieron la luz pública escritos que hasta hoy no se descubren, acaso destruidos por la inclemencia del tiempo o, quiéralo la suerte, sólo cubiertos por el polvo del olvido.
De todo lo anterior se deduce que, guiándose por las investigaciones efectuadas hasta nuestros días, no hay por qué indicar el año 1.760 como el de la introducción de la imprenta en el Ecuador, pues que se conocen obras de importancia en él impresas con anterioridad.
Definitivamente se podrá señalar esa fecha cuando una labor erudita, o tal vez un fortuito hallazgo, haga descubrir los trabajos efectuados por Miguel de los Reyes, que corresponden a las postrimerías de la primera mitad del siglo XVIII y con los cuales la gloria atribuida a los jesuitas por su participación en tal feliz acontecimiento quedará pospuesta ante la de ese humilde hijo del país.
En todo caso, ahora, procediendo con la precisión que la Historia requiere y a base sólo de documentos incontrovertibles, se ha de señalar el año 1.754 como el de ese hecho trascendental, pues que en él se publica el Catálogo de religiosos de la Compañía de Jesús, catálogo que existe y confirma cuanto queda apuntado.


Primeros periódicos en Quito


La imprenta de Raymundo de Salazar y Ramos se transforma en un taller tipográfico de importancia en 1.779, cuando la Real Audiencia de Quito, por resolución de D. José García de León y Pizarro le hace entrega de la secuestrada doce años antes a los Jesuitas. Se editan entonces numerosos sermones, novenas y otras obras de carácter religioso, hasta que el ilustre Don Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo anuncia en Octubre de 1.791 (19) que >>Quito quiere dar a conocer a la República literaria los esfuerzos que hace y los pasos que da hacia el templo de la sabiduría>>, a cuyo fin <<>> (20).
En efecto poco después, el 5 de Enero de 1.792 se funda el primer periódico ecuatoriano: Primicias de la cultura de Quito (21), quincenario de amena cuanto instructiva literatura, que aparece como órgano de la “Sociedad de la Concordia”. Sólo llegan a publicarse siete números, el último de los cuales lleva fecha de 29 de Marzo de 1.792 (22)
La tradición conserva el noble gesto del Presidente de la Real Audiencia de esa época, el magnífico caballero Don Luis Antonio Muñoz de Guzmán, quien, al ofrecérsele un ejemplar de las Primicias en su común valor de real y medio plata, considera harto escasa esa retribución para la lectura ofrecida, y, así, con ademán señorial, extiende de la escarcela la moneda de un peso que luego entrega al vendedor.
Más tarde, la ilustre municipalidad de Quito encomienda a Don Federico González Suárez la edición de las Obras de Santa Cruz y Espejo, constantes en dos repletos tomos, en
el primero de los cuales se inserta el bien pensado estudio que el egregio compilador le dedica. Véase Escritos del Doctor Francisco Javier Santa Cruz y Espejo, Quito. 1912. 3 volúmenes en 4°. Luego aparece un 3er tomo al cuidado de los señores Jacinto Jijón Caamaño y Homero Viteri Lafronte.
Es necesario el transcurso de diez y siete años para que haga su aparición el segundo periódico quiteño: La Gaceta de la Corte de Quito (1809), cuyos seis únicos números se contraen a zaherir a los patriotas que establecen la Junta Soberana en el inolvidable 10 de Agosto.
Poco después, en 1809?, asoma la Gaceta de la Corona, donde con timidez encubierta en el estilo humorístico de que hace gala se ataca a quienes no participan del anhelo de independizarse de la Metrópoli. En el mismo año, se dice haber visto la luz pública La Gaceta curiosa, de la que sólo se conoce el nombre, citado por primera vez y sin dato alguno ilustrativo por D. Carlos A. Rolando (23)
Después de esto, hasta 1.821 enmudece por completo la incipiente prensa nacional.



Primeros periódicos en Guayaquil



A iniciativa de Don Francisco María Roca, mediante colectas populares, encabezadas por este distinguido miembro de la Junta de Gobierno establecida el 9 de Octubre de 1820 y con el apoyo del Municipio de la ciudad, Guayaquil cuenta con imprenta desde Abril de 1821, fecha en que llega al puerto la comprada en seis mil pesos al argentino Don José de Sarratea.
El 21 de Mayo de ese mismo año circula el Prospecto de El Patriota de Guayaquil, (24) cuya redacción se atribuye a Dr. Luis Fernando de Vivero. Cinco días después, o sea el 26, circula el primer número del periódico que aparece como semanario y con un cuerpo de colaboradores tan selecto como el que forma José Joaquín Olmedo, Jimena y el mismo Roca. Probablemente, colaboraron también allí los Dres. Pablo Merino y Francisco Marcos, el ya citado Vivero y algunos otros.
El Patriota deja de publicarse en Julio de 1829.


Notas

1 El primer periódico de Cuenca. “La Unión Literaria”. Cuenca, Julio de 1893. Año I N° IV. Pag. 151.
2 El periodismo en Cuenca, por A. Bayas. Serial publicado en el semanario “La Alianza Obrera” a contar del N° 171, corresponde al 23 de Abril de 1909, hasta el N° 182, de Julio 8 del mismo año.
3 El periodismo en Cuenca. Apuntes de Historia Ecuatoriana o materiales paleográficos de Historia Patria, por P.J. = Cuenca 1919.= 136 páginas en 12°, numeradas extravagantemente.
4 Biografía del R.P.Fr. Vicente Solano. Notas de Fray Alfonso Marí aJerves.
5 “Revista del Centro de Estudios Históricos y Geográficos de Cuenca. Aparce la biografía con largas intermitencias, desde Enero de 1921 hasta Mayo de 1930. Consta en los siguientes números: 1, 2 4, 14, 15, y 16.
6 Consúltese: Apuntes sobre la poesía en el Azuay por Stein (seudónimo usado por Crespo). “Páginas Literarias” .Cuenca N° 15. Noviembre de 1920. Apéndice acerca de los pensadores de Cuenca por Stein. “Monografía del Azuay” editada por Luis F. Mora. Cuenca. 1926. Las letras en el Ecuador por Remigio Crespo Toral: “El Ecuador en cien años de independencia 1830-1930” editado por j. Gonzalo Orellana. Véase el tomo II. Pags. 35 a 43.
7 ……..
8 Al Sr. Redactor del artículo “Contradicción notable” publicado en el N° 4 de
9 “El Constitucional”. Cuenca Enero 8 de 1869. Imp. Por José Pesantez. Hoja suelta, sin firma; pero cuyo autor es Don Rafael Villagómez Borja.
10 La imprenta en la América Española, por L. Ignacio Silva. Apuntaciones tomadas en la clase de Bibliotecomanía general del Curso de Bibliotecarios organizado por la Biblioteca Nacional.= Santiago.
11 Merecen también atenta lectura: Los orígenes de la imprenta en la América Española, por José Torre Revello. Madrid. 1927. Biblioteca Americana Vetustísima, por Henry Harrise.
12 Ver atrás.
13 Tomo VI de Varios. Colección de folletos antiguos.
14 Véase Bibliografía ecuatoriana. La imprenta en el Ecuador en tiempo de la Colonia. 1750-1792, por Federico González Suárez. Quito: 1892.= Son 36 páginas en 4° como anticipación a lo que consta en el libro IV de su “Historia General de la República del Ecuador”.
15 Ctálogus personaum et officiorum Pronvincia Quitensis Societatis Jesu. Existe un catálogo similar, editado en 1761, y cree muy fundadamente el Sr. G´nzlaz Suárez que otro similar debió aparecer también el año de 1758. (a) Este catálogo debió intitularse como el posterior de 1761.
16 Noticias de algunas publicaciones ecuatorianas anteriores a 1792, por Nicolás Anrique R. Santiago de Chile. Imprenta Nacinal. 1891.= 23 páginas en 8°. El título obedece a que en esa época era todavía creencia aceptada por la generalidad el que la imprenta no se estableció en el Ecuador sino el año 1792, error o más bien confusión con el establecimiento del periodismo que se reputó con superabundancia de pruebas en contrario.
17 La imprenta y los periódicos en el Ecuador, por Pablo Herrera. “Revista de la escuela de Literatura”. Quito, Marzo de 1887. Imprenta de Elena Paredes. Tomo II. N° II.= Véase página 109.
18 Publicaciones Ecuatorianas, por Enrique Torres Saldamando. Artículo reproducido en la “Revista Ecuatoriana”. Quito. Abril de 1892. N° XL. Pag. 170.
19 Compendio de la Historia del Periodismo en el Ecuador por Juan B. Ceriola. Edición notablemente aumentada y corregida por el autor. Guayaquil. 1909. Tip. Y Lit. de la Sociedad Filantrópica del Guayas.= Véase pag.2.
20 Notas literarias y bibliográficas por V.P.P. (Vicente Pallares Peñafiel). “Revista Ecuatoriana” Año IV. N° 39. Marzo de 1892. pag 132.
21 Instrucción previa sobre el Papel Periódico intitulado Primicias de la Cultura de Quito.- Con licencia del Superior Gobierno, por Raymundo de Salazar, año de 1791.= 6 pags. en 4°.
22 Primicias de la cultura de Quito, de hoy jueves 5 de Enero de 1.792. AEtatis cujusque notando sunt tibi mores Movilibusque decor naturas Dadus, et annis. Horacio. Art. Poet. V. 56.- Con licencia del superior Gobierno, por Raymundo Salazar.
23 Halle justo encomio en este lugar el proceder de Don Albero Muoz Vernaza quién, en 1.884 (¿) hace reproducir en “ El Progreso”, periódico de su dirección, los artículos de las Primicias, que se editan luego en opúsculo aparte, para divulgar en el público lo conocido entonces, debido a su rareza, sólo de los bibliógrafos.
24 Cronología del Periodismo Ecuatoriano. Pseudónimos de la Prensa Nacional, por Carlos A Rolando. Guayaquil. 1920.- Véase pag 3.
25 Prospecto de El Patriota de Guayaquil. Imprenta de Guayaquil, lunes 21 de Mayo de 1821.
26 El Patriota de Guayaquil. Imprenta de la Ciudad, por M.I. Murillo.= Son 4 páginas.

3 comentarios:

PATO ORELLANA EL CUERVO PERIODISMO QUE VUELA EN LA RED dijo...

excelente informacion para nosotros los periodistas, gracias por compartir este conocimiento. Att: Patricio Orellana "El cuervo"

PATO ORELLANA EL CUERVO PERIODISMO QUE VUELA EN LA RED dijo...

excelente informacion para nosotros los periodistas, gracias por compartir este conocimiento. Att: Patricio Orellana "El cuervo"

Unknown dijo...

Muy buena la información proporcionada, como estudiante de comunicación puedo decir que me es muy útil conocer lo que ha compartido por este medio.
Adriel Shicay

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