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HUGO LINDO

Author: Teodoro Albornoz /


Señor Rector de la Universidad de Cuenca, señor Presidente de la Ilustre Municipalidad, Señores:

El milagro azul de la Harmonía va a inundarnos el espíritu con su encanto embriagador. La Belleza, vestida con el traje elegante de las estrofas que son euritmia y plenitud de emoción, va a venir a nosotros para brindarnos, en copa de pedrería refulgente, el zumo delicioso de la inspiración.

Vamos a inebriarnos en el placer del Ritmo gracias a un Poeta, auténtico Poeta, gran Poeta. No es frase ponderativa ésta, como habréis de convenir conmigo después de escucharlo.

HUGO LINDO lleva en la carga de oro de su juventud el diamante de eternidad de un arte exquisito, alto y fuerte como una ala que se despliega dominadora en la vasta turquesa del infinito.

Desde muy joven conoció ya la caricia del laurel. En 1936, la Biblioteca Nacional de El Salvador—su tierra natal—publica su hermosa colección de romances intitulada “CLAVELIA”. Ese mismo año obtiene triunfo en los Juegos Florales realizados en Santa Ana.

Después con la inquietud que es patrimonio de todo el que siente en el alma el acicate del ensueño, va a la República de la Estrella Solitaria, donde pronto se impone su personalidad. La alianza de Intelectuales y la Sociedad de Escritores de Chile se honran al recibirlo en su seno, y la conocida y poderosa empresa editora del ANUARIO INTERNACIONAL AMERICANO lo escoge, acertadamente, para su Secretario Internacional.

Hoy recorre el Continente, efectuando la enaltecedora labor de propender al acercamiento intelectual entre los pueblos de América. Y cumple tan noble misión dejando a su paso, como huella fulgurante de mentalidad, la música de su verso cristalino, transparente, hondo, emocionante.

Tres libros suyos –“ESTA DORMIDA”, “GAVILLA” y “BREVIARIO DE VOCES ETERNAS”—demuestran la reciedumbre de su estro poético, bien habituado al clima de las alturas.

No os quiero decir mas, señores, pues estoy hurtando tiempo para que conozcáis del deleite que en el espíritu sabe verter la melodiosa y bien templada lira de HUGO LINDO. Oíd, pues, al Poeta, al auténtico Poeta, al gran Poeta.


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

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