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GALERIA DE AZUAYOS ILUSTRES

Author: Teodoro Albornoz /

JOSE MANUEL RODRIGUEZ PARRA

Este varón de mente fulgida y ánimo resuelto es uno de los que mas en alto pone es prestigio tradicional de Cuenca, destacando su personalidad a tal punto que, en determinadas épocas del siglo pasado, ejerce influjo decisivo no solo en los destinos de la comarca sino aún en los de la política nacional.

Tan encumbrada posición la conquista palmo a palmo, mediante el empuje arrollador de los merecimientos. No es de los que medran a fuerza de arrastrarse o empujados solo por el viento caprichoso de la buena suerte. Por el contrario, es de los que se levantan por la virtud dignificadota del esfuerzo, por ese afán cotidiano de subir cada día un nuevo peldaño de la difícil escalera de la superación.

Como todos los hombres eminentes de antaño, su formación intelectual sólida y amplia la debe al estudio pertinaz, al trabajo constante en la forja del cerebro, para que éste irradie su luminosidad. No es avaro de su saber, antes quisiera prodigarlo en beneficio de los demás, y ello le mueve a una actitud generosa que, con términos ahora en boga, pudiérase llamar de democratización de la cultura: sus profundos conocimientos humanísticos los sintetiza, los simplifica y, en artículos cortos, claros y sencillos, pone al alcance del pueblo el estudio de las civilizaciones griega y romana.

Ejemplarizador es ver a un hombre de la talla de Rodríguez Parra levantando su voz en la cátedra popular, de acercamiento a las masas, para dar a éstas el pan espiritual, que ellas jamás lo rechazan, pero que en muy pocas veces se les brinda, pues que, por desgracia, escasean los que abnegadamente se acercan al Pueblo para levantar su nivel moral y mejorarlo al impulso poderoso de la ilustración.

En Rodríguez Parra alienta el alma sin egoísmos del verdadero Maestro, de ese maestro de vocación superior, que no es preciso que dicte clases en escuelas o colegios, porque donde quiera que se halle sabe regar la semilla fecunda de su enseñanza. Cierto que Rodríguez Parra llega a ocupar un puesto de gran significación en la docencia de la Provincia: la de Subdirector de Estudios del Azuay, cargo en el que desarrolla no una labor de simple vigilancia, sino la de guía, la de orientador, como lo prueban sus Informes elevados al Ministro del Ramo con sugerencias oportunas y clara visión de lo requerido para imprimir rumbos mas adecuados a la cabal formación de la niñez y de la juventud; pero también es cierto que, en todos los puestos que ocupa y valiéndose de todos los medios, siempre tiende a realizar obra que sea lección de provecho para la sociedad.

Magistrado severo e inflexible, lo mismo se preocupa de las mejoras de orden espiritual que de las materiales, a las que presta apoyo eficaz, pues ama el progreso en todas sus fases. Quiere el decoro de las costumbres, y en ello pone mano represiva y enérgica. Acaso por única vez en la historia comarcana, el desenfreno de los juegos de carnaval no tiene lugar en forma pública en Cuenca cuando ejerce la Gobernación de la Provincia Rodríguez Parra, quien prohíbe ese repugnante espectáculo -¡hay que figurarse los carnavales de hace un siglo!—y hace cumplir su mandato con tal decisión que ordena el apresamiento de un grupo de las mas distinguidas damas cuencanas por infringir sus disposiciones, consiguiendo así que se las cumpla estrictamente.

Abogado, no mero doctor en leyes, sino docto de verdad. Jurisperito hasta la médula, de los que conocen a fondo la ciencia del Derecho y las practican con todas las sabias artes que dicta el buen criterio y la honda versación. Sus alegatos, sus dictámenes son modelos en la materia. Rara vez la Presidencia de la Corte Superior de Justicia de Cuenca se ve mas honrada que cuando la ocupa, con brillantez insuperable, Rodríguez Parra.

Como político, interviene valientemente en las agitadas luchas de su época. No le place el puesto secundario y siempre se presenta entre los primeros, de frente, sin temer los golpes, pues sabe también propinarlos con destreza y ardimiento. Su actuación en el Prensa de esos días es fogosa, impuesta por las circunstancias y en línea paralela con la de los adversarios, de tal manera que el choque de armas es simultáneo, igual, propenso a la victoria. Posee una cualidad que ahora casi se desconoce: es leal a sí mismo, leal a sus principios y leal a sus amigos. En los trastornos de la política, sabe sufrir las consecuencias con dignidad. No busca al nuevo sol para que le alumbre y prefiere seguir la suerte del astro en ocaso, en los rigores y en las penurias del ostracismo.

La figura de Manuel Rodríguez Parra cobra toda su magnitud al contemplarla en el pedestal que la hace resaltar mas: en la tribuna de los Congresos Nacionales. Allí su elocuencia sorprende y arrebata. Allí es el abanderado de la Patria, y por ella libra sus batallas mas nobles, con fortaleza y enardecimiento que los sustenta en la mole del granito de su conciencia. Se ha dicho, con razón, que sus discursos en la Convención de 1843, a favor de la tolerancia religiosa, superan por la arquitectura de la frase y por la reciedumbre del concepto a los del mismo Rocafuerte, émulo suyo en el deseo de que las ideas no sean nunca aherrojadas. Basta tan honrosa justipreciación para medir la valía de Rodríguez Parra, insigne paladín de la cultura azuaya.


VICTOR MANUEL ALBORNOZ

“El Demócrata” Cuenca, 30 de Enero de 1955 Año I - N° 3

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